«El conflicto de Nagorno Karabaj no tiene solución»
Cuando se cumple un año del estallido de la guerra en Nagorno Karabaj, uno de sus rostros principales comparte con NAIZ su lectura de un presente en el que el polvo sigue sin asentarse y un futuro cargado de incertidumbres.
La agenda de Davit Babayan (Stepanakert, 1973) está a rebosar en un momento en el que el acceso al enclave en disputa queda vetado a periodistas internacionales. Aún así, los astros se acaban alineando a nuestro favor y conseguimos coincidir finalmente en Goris, la última ciudad armenia antes de la frontera de facto. Durante casi dos décadas, este Licenciado en Economía y Ciencias Políticas simultaneó su trabajo como docente universitario con puestos de alta responsabilidad en el Gobierno de Nagorno Karabaj. Hoy lidera el Ministerio de Exteriores de Artsaj (nombre que utilizan los armenios para el enclave) desde enero de este año, pocas semanas después de una guerra que, insiste, sigue en curso. Babayan habla sin tapujos, a veces incluso con vehemencia. No en vano, repite, los armenios se encuentran en «el peor momento de su historia desde 1915», cuando más de un millón de ellos fueron expulsados de Anatolia y exterminados en el que se considera el primer genocidio del siglo XX. El ministro cabotea por las aguas del discurso más pasional pero sin perder de vista la realidad en tierra firme. «No hablamos de una guerra religiosa: ni ellos conocen los cinco pilares del islam ni nosotros los nombres de los apóstoles», apostilla el armenio. Más allá de la propia naturaleza del que es ya el conflicto más longevo de la extinta Unión Soviética, la pregunta es cómo se apaga ese incendio. Para eso no tiene respuesta.
¿Por qué no podemos tener esta entrevista en Nagorno Karabaj?
Por culpa de un grupo de periodistas de la diáspora con pasaporte extranjero que presentaron como «patriotas armenios» antes de entrar en Artsaj y sacaron fotos de las tropas de interposición rusas, a pesar de que les dijimos que no lo hicieran. Por supuesto, estos idiotas las publicaron y sabemos que muchas de ellas llegaron incluso a manos de servicios de inteligencia extranjeros. Tras ello, Moscú decidió tomar cartas en el asunto y restringir el acceso y seguimos intentando recuperar la confianza de los rusos.
¿Es Moscú quien manda ahora en Karabaj?
Mire, después de la guerra y de todo lo que está pasando nos encontramos en una posición muy vulnerable. Tenemos que levantarnos de entre las cenizas y necesitamos prácticamente de todo, especialmente seguridad. A día de hoy, solo los rusos nos la pueden garantizar. La rusa es una misión humanitaria, nos salvaron de la aniquilación total y, si bien queremos mantener buenas relaciones con Francia, con Europa, con todos, la prioridad es Rusia. Bakú nunca se atreverá a empezar una nueva guerra con Moscú y confiamos plenamente en el sentido de la responsabilidad de Rusia para mantener la paz y la estabilidad en la región.
¿Hay alguien más ayudándoles?
A la comunidad internacional se le llena la boca de buenas palabras, pero luego vemos a muchos aceptando los sobornos de Azerbaiyán y fotografiarse juntos en Bakú, o zonas ocupadas como Shushi (Nagorno Karabaj). Hace tiempo que entendimos que no podemos a competir en esa liga porque nosotros no tenemos enormes reservas de gas y petróleo con los que negociar.
¿Y qué tienen?
Siempre repito que Artsaj es una idea más que un grupo de personas. No nos queda más opción que ser una nación ideológica porque en el aspecto material no podemos competir con Turquía y Azerbaiyán. En cualquier caso, los armenios ocupamos hoy un territorio muy pequeño, pero de una enorme importancia estratégica, y no solo para Rusia. Si cae Artsaj, los problemas se multiplicarán para muchos países y de una manera que ni las potencias nucleares podrán solucionar. Piense que en 1991 se produjo un vacío de poder tras la caída de la URSS y eso llevó a una concatenación de cambios por todo el globo pero, a día de hoy, no existe ningún resquicio en el plano geopolítico. Rusia es uno de nuestros garantes, sí, pero nosotros también los somos para el equilibrio geopolítico. Azerbaiyán mira ahora al sur de Armenia para conectar territorialmente su territorio, y este con Turquía. Siempre hemos dicho que Artsaj es un escudo: si cae, lo hará también Armenia.
La guerra del año pasado provocó el desplazamiento de miles de familias de Karabaj. ¿Existe algún programa de ayudas en marcha?
Si bien muchos volvieron, aún quedan en torno a 25.000 de ellos en Armenia. Por el momento estamos ofreciendo créditos sin interés y ayuda financiera a varios niveles, así como facilidades para alquilar apartamentos... etc. A desplazados de distritos como el de Hadrut (hoy bajo control azerí) se les han mantenido los sueldos. No obstante, todo esto será temporal porque, más que dar el pescado, se trata de ayudar a pescar.
Tras la guerra de los 90 ocuparon ustedes siete territorios limítrofes azeríes para usarlos de zona de amortiguación y, eventualmente, intercambiarlos por un hipotético reconocimiento de Bakú a su independencia. ¿Serían hoy distintas las cosas de haberlos devuelto según la hoja de ruta del Grupo de Minsk (ver anexo)?
Antes de nada, quiero subrayar que esos territorios que usted menciona han pertenecido históricamente a Artsaj. Después de la primera guerra de Karabaj no teníamos otra opción que liberarlos para protegernos. Algunos lo llamarán «ocupación», pero eso responde más a un plan elaborado cuando nuestra prioridad era simplemente garantizar nuestra supervivencia. El problema no son los territorios, sino que estos son simplemente una consecuencia del mismo. A día de hoy, hemos perdido un 80% de nuestro territorio histórico de Artsaj y la guerra no ha acabado aún.
¿Aceptarían un reconocimiento autonómico de Bakú?
Nosotros solo queremos unirnos a Armenia. En cualquier caso, y volviendo a su pregunta, algo así nunca sucedería. De reconocer Azerbaiyán una autonomía armenia en su territorio luego vendrían los lezguinos, los talises, los avaros y los tat… todos pedirían lo mismo y el país se volvería ingobernable para Bakú. Azerbaiyán es una entidad política completamente artificial y algo así sería como abrir la Caja de Pandora.
¿Y cuál es la solución?
Corren tiempos en los que todo el mundo cree ser un diplomático, un experto en relaciones internacionales; todo el mundo opina y cree saber más que nadie. Personalmente creo que no existe una solución para este conflicto.
¿Se rinden entonces?
En absoluto. Que no haya una solución al conflicto en términos legales no quiere decir que arrojemos la toalla. Sabemos que nos enfrentamos a una lucha a muy largo plazo, pero no nos queda otra si queremos garantizar nuestra supervivencia. Tenemos que ser patriotas, que no es lo mismo que ser nacionalistas porque el nacionalismo te pudre por dentro. No podemos olvidar el pasado, pero tenemos que ser muy pragmáticos y reconsiderar muchos de nuestros objetivos de cara al futuro.
Armenia tiene un gobierno que llegó al poder en 2018 tras una asonada popular, aunque dicho Ejecutivo quedó refrendado en los últimos comicios. ¿Cómo les afecta a ustedes dicha inestabilidad?
Evidentemente no ayuda, pero esperamos que (Nikol) Pashinyan (primer ministro de Armenia) haga bien su trabajo porque necesitamos una Armenia fuerte, estable y desarrollada. Siempre insistimos en la importancia de mantener unida a lo que llamamos «la Sagrada Trinidad»: Armenia, Artsaj y la diáspora. De ello depende nuestro futuro así como el de todos los armenios.
El Grupo de Minsk: un cadáver diplomático
Pocas instituciones en el campo de las Relaciones Internacionales son tan evocadoras del momento posterior a la Guerra Fría como el Grupo de Minsk. Creado en 1992 bajo la tutela de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), está copresidido por Francia, Rusia y Estados Unidos y, hasta la fecha, se trata del único organismo internacional autorizado a mediar en el conflicto. Su propuesta se articula a través de los llamados «Principios de Madrid», redactados en 2007. Según ese borrador, Azerbaiyán recuperaría el control de los territorios colindantes a Nagorno Karabaj exceptuando el Corredor de Lachin, que conecta a Armenia con el enclave. Simultáneamente, se desplegarían los Cascos Azules y Karabaj gozaría de un estatus provisional que le otorgaría mayor legitimidad internacional hasta la celebración de un referéndum.
El Grupo de Minsk buscó sin éxito y durante 26 años una solución dialogada entre Armenia y Azerbaiyán sobre el enclave hasta que, en tan solo seis semanas, la segunda guerra de Nagorno Karabaj alteró radicalmente el conflicto y el organismo se hizo a un lado. Su futuro sigue sin estar claro.
En una declaración del 13 de abril, el organismo aseguraba retener el mandato de la OSCE de mediar en el conflicto a la vez que pedía «una solución final integral y sostenible sobre la base de los elementos y principios bien conocidos por las partes». En cualquier caso, la mayoría de esos principios (retirada territorial, despliegue de personal de mantenimiento de la paz, establecimiento de un corredor que conecte Nagorno-Karabaj y Armenia y el derecho al retorno de las comunidades desplazadas) ya se han aplicado, o se han establecido las condiciones previas para su aplicación, en los términos de la declaración de alto el fuego del 9 de noviembre de 2020. La excepción más notoria es la que afecta al estatus de Nagorno-Karabaj. Azerbaiyán ha declarado que el problema está resuelto: se trata de una provincia azerí más, por lo que volver a comprometerse con la diplomacia multilateral equivaldría a dejar entrar la cuestión del estatuto por la puerta trasera, algo que Bakú no contempla.