Beñat Zarrabeitia
Foto de archivo de un partido del Athletic campeón de la temporada 82-83.
Rubén Bilbao fue titular en el partido de vuelta de la Supercopa.
NAIZ

Cuando los cachorros pelearon la Supercopa

El título liguero de la temporada 1982-1983 permitió al Athletic disputar la próxima edición de la Supercopa frente al Barcelona. Clemente, entonces entrenador de los rojiblancos, decidió llevar a varios futbolistas del Bilbao Athletic para el partido de vuelta y fue objeto de críticas. 

Tras 27 años de sequía, el histórico e inesperado título liguero conquistado por el Athletic la tarde del 1 de mayo de 1983 en el antiguo estadio Insular de Las Palmas de Gran Canaria permitió al conjunto rojiblanco disputar la final de la Supercopa meses después. Su rival sería el Barcelona, ganador de la Copa en una bronca final repleta de patadas ante el Real Madrid en Zaragoza. 

Ambos equipos se medirían a ida y vuelta en un clima de tensión marcado por lo sucedido el 24 de septiembre de aquel año en el Camp Nou. Al margen de la abultada derrota por cuatro a cero encajada por los leones, el partido pasó a la posteridad debido a la lesión sufrida por Maradona como consecuencia de una dura entrada de Andoni Goikoetxea. El astro argentino fue operado de sendas roturas en el maléolo y el ligamento de su tobillo izquierdo y tardó casi cuatro meses en reaparecer, aunque inicialmente se barajó un tiempo de recuperación cercano a los seis meses. Una situación que derivó en acontecimientos tan desagradables como el apedreamiento del autobús del equipo vasco a la salida del campo, que Clemente tuviera que pedir protección en todos los puntos del hotel en el que estaba alojado el equipo por las posibles represalias que pudiera tomar el entorno de Maradona, la sanción de 18 partidos a Goikoetxea –luego reducida a 7– y en la consabida tangana de la final de Copa que se disputaría meses después.

Aquel encuentro mediatizó el inicio de curso del conjunto rojiblanco, que además tuvo que comenzar la temporada fuera de casa debido a los efectos de las inundaciones que afectaron a Euskal Herria ese verano. Tras la derrota de Barcelona y otra contundente goleada encajada en Sevilla, los leones fueron entonándose. Por el camino, la eliminatoria de Copa de Europa ante el todopoderoso Liverpool de Dalglish, Souness, Rush, Sammy Lee o Michael Robinson. En el partido de ida, disputado en Anfield, el Athletic logró un meritorio empate a cero tras un gran desempeño defensivo. La prensa scouser llegó a definir al equipo de Clemente como «the Basque barrier» –«la barrera vasca»–. Según contaba Michael Robinson en su libro «Las cosas de Robin», a la conclusión del encuentro, los jugadores del Liverpool escucharon desde su vestuario los gritos de alborozo que emitían desde la caseta rojiblanca. 

Tras jugar en Anfield, los vizcainos visitaron Mallorca cosechando otra igualada sin goles en un partido en el que Andoni Zubizarreta detuvo un penalti. Así, llegó el 26 de octubre de 1983, la fecha en la que se disputó en San Mamés el primero de los choques de la final de la Supercopa. El Barcelona fue netamente superior al Athletic, venció por uno a tres y dejó el título encarrilado. Alexanko, Carrasco y Rojo marcaron los tantos del cuadro catalán, mientras que Manolo Sarabia anotó el único gol de los vizcainos. Poco más de un mes después se disputaría el partido de vuelta, pero antes todavía quedaba tela por cortar en diferentes frentes. Primero, los leones volverían a Barcelona, en este caso para enfrentarse al Espanyol en antiguo estadio de Sarriá. Clemente decidió refrescar el equipo y se llevó a los cachorros Genar Andrinua, Rubén Bilbao y Jon Aspiazu. En un encuentro saldado también con empate a cero, el defensa de Erromo lo completó íntegramente, mientras que el lateral ondarrutarra entró en el minuto 70 reemplazando a otro joven como Julio Salinas. Esa misma semana esperaba el gran Liverpool de los ochenta en San Mamés, una escuadra que acabó con el sueño europeo del Athletic merced a un cabezazo del galés Ian Rush.

El equipo encajó bien el golpe y, en adelante, se mantuvo invicto durante los siguientes 16 partidos, cimentando así su retorno a los puestos cabeceros. Tras caer eliminados en la Copa de Europa, los rojiblancos golearon al Murcia en San Mamés, empataron a dos en Gijón, superaron al Valladolid en la vieja catedral y rascaron un empate a cero en la visita al Bernabéu. En el marco de ese carrusel de partidos, el 30 de noviembre se disputó el partido de vuelta de la final de la Supercopa. Una cita que no estuvo exenta de tensión, polémica y ruido mediático proveniente, sobre todo, de la capital catalana.

«Van a correr como tigres»

La decisión de Clemente de llevar a varios futbolistas del Bilbao Athletic levantó grandes críticas en el entorno barcelonista. Josep Mussons, vicepresidente tercero de la entidad blaugrana, tildó al entrenador rojiblanco de «maniático resabiado» y aseguró que «si nosotros hiciésemos lo mismo en Bilbao, nos matan». Julio Alberto Moreno, una de las figuras de equipo culé, tampoco se cortó al decir que «Clemente es un cobarde. Es indigno que venga con ocho jugadores del filial, supone un desprecio al Barcelona y su afición, únicamente quiere justificar su derrota». César Luis Menotti, el técnico argentino de los catalanes, no quiso entrar en la refriega y se limitó a subrayar que el de Barakaldo «viene a ganar el partido y si lo hace faltándole varios titulares, eso supondría un triunfo importantísimo». Desde Lezama, el preparador vizcaino respondía señalando que «pueden decirlo que quieran, está difícil, pero no vamos a salir como víctimas». En ese sentido, aseguraba que los jóvenes jugadores que alinearía iban «a correr como tigres». Al tiempo, lanzaba una profética advertencia: «Mi Athletic aspira a todo, incluso a volver a ganar la Liga».

Los cachorros elegidos para viajar, en principio, fueron Genar Andrinua, Patxi Bolaños, Ruben Bilbao, Patxi Salinas, Edorta Murua, Pizo Gómez, Julio Salinas y Rikar Arrien. Sin embargo, finalmente, el último de ellos no entró en la convocatoria, ya que acababa de cumplir los 23 años, circunstancia que le impediría poder volver a jugar con el Bilbao Athletic. El gernikarra, hijo del recientemente fallecido Ricardo Arrien Apraiz –conocido por su labor divulgativa y referente de la memoria histórica en Oizmendi Telebista– y sobrino del mítico delantero rojiblanco Rafa Iriondo, acabaría siendo cedido al Salamanca pocas semanas después. El filial rojiblanco estaba completando una extraordinaria campaña en Segunda división, tanto que llegaron a ser portada de la revista Don Balón con un titular que los definía como «los cachorros de Iribar». En clara referencia al trabajo del zarauztarra en su estreno como entrenador del segundo equipo rojiblanco. 

El once titular del partido de vuelta de la Supercopa.

La Federación española elaboró un informe en torno al equipo confeccionado por Clemente para la ocasión e incluso se especuló con la posibilidad de excluir al Athletic de la siguiente edición de la Supercopa en caso de no alinear a un mínimo de jugadores de la primera plantilla. El mismo día del partido, en su portada, el diario Marca indicaba que los leones iban «de espaldas al espectáculo y al público que paga: El Athletic que saldrá en el Camp Nou no será el campeón de Liga, sino uno disfrazado de tal». Finalmente, el once titular estuvo compuesto por Zubizarreta, Urkiaga, Murua, Andrinua, Bolaños, De la Fuente, Patxi Salinas, Rubén Bilbao, Sola, Endika y Julio Salinas. En NAIZ hemos podido charlar con tres de ellos.

El durangarra Patxi Bolaños fue uno de los zagueros más prometedores de Lezama a finales de los años setenta. Con apenas 18 años ya era indiscutible en el Bilbao Athletic de Clemente e internacional en categorías inferiores. Su estreno en el primer equipo se produjo un 8 de octubre de 1980 en un partido de Copa ante el Castro en San Mames. Esa misma campaña, también disputó los dos encuentros de la eliminatoria ante el Binéfar. La llegada del técnico de Barakaldo al banquillo del primer equipo supuso también el ascenso de Bolaños. Su primer partido en Liga llegó en un contexto muy especial, «fue una época muy complicada para mí, estaba haciendo el servicio militar y eso no te hacía poder mantener una vida adecuada para un deportista profesional de élite. Ni la alimentación ni el descanso eran los idóneos y esos 20 meses que me tiré haciéndolo no me ayudaron demasiado». Una reflexión en la que ahonda con un ejemplo muy claro, «la semana de mi debut liguero ante el Atlético en el Manzanares, el jueves bajé de hacer maniobras militares en el monte, el viernes entrenamos, el sábado viajamos a Madrid, jugamos el partido y, al volver, tuve guardia en el cuartel». Fueron semanas complicadas en el marco de un tiempo que compartió con Andoni Zubizarreta y donde vivió sucesos históricos tan impactantes como el Golpe de Estado del 23F de 1981.

Titular en las 13 primeras jornadas, pronto comenzó a padecer unos problemas físicos que lastraron su carrera. Con el tiempo, el diagnóstico desveló una hiperlordosis, derivada de una pronunciada curvatura en las vértebras lumbares. Para Bolaños, «la parte más dura es la sicológica, te vas lesionando una y otra vez, no consigues entrar en el ritmo de los entrenamientos siquiera y lo que buscas es llegar a ser fiable. Es decir, no volver a lesionarte. Afortunadamente, con el tiempo todo fue a mejor y los últimos años de mi carrera no tuve lesiones musculares». 

La temporada 1983-1984 jugó con el Bilbao Athletic en el marco de su proceso de rehabilitación, que muchas veces consistía en sesiones en solitario. Así, afirma que «en cualquier caso, el recuerdo es de la parte bonita». Unas vivencias positivas que se resumen en que «tuve la suerte en un grupo sensacional que conformaba un gran equipo y conseguir las dos Ligas, la Copa y la Supercopa de 1984 y haber perdido por poco la de 1983. Me quedó, sobre todo, con el primero que ganamos en Las Palmas, que era algo muy complicado. Es algo que te queda ahí dentro, lo vives y ahora toca contarlo a los nietos». 

Preguntando por el partido de vuelta de aquella Supercopa disputado en el Camp Nou, el defensa de Durango rememora que «nadie esperaba que le saliésemos tan respondones al Barça, nos hubiera bastado un golito más para ganar el título». En líneas similares se expresa el lateral izquierdo Rubén Bilbao: «A Clemente le dieron mucha caña, sobre todo en Barcelona, diciendo que como se había perdido uno a tres en casa y llevar a muchos jugadores del Bilbao Athletic estaba desvirtuando la final. Sin embargo, llegamos allí y ganamos el partido». Y el trofeo no estuvo tan lejos, ya que «Julio Salinas tuvo una ocasión muy clara que si la llega a meter empatamos la eliminatoria. Ellos estaban jodidos, habían ganado el título, pero nosotros estábamos celebrando que habíamos ganado, la mayoría éramos del filial y suponía una gran alegría». Como curiosidad, el ondarrutarra destaca que «pensaban que nos iban a golear y fue curioso». Tanto, que en medio de las caras largas que mostraban los barcelonistas, escuchó al difunto Urruti decir a sus compañeros culés que «la Copa la hemos ganado nosotros».

Fue un partido accidentado, ya que a la media hora el navarro Miguel Sola sufrió una rotura fibrilar y tuvo que ser relevado por otro ilustre debutante como Pizo Gómez. Además, Andoni Zubizarreta terminó el partido con un aparatoso vendaje en la cabeza y un ojo amoratado debido a un choque con Julio Alberto. El entonces president de la Generalitat Jordi Pujol entregó el trofeo al Barcelona, pero en la prensa vasca se quedaron con el desempeño del Athletic. En Deia señalaron que «los jóvenes leones hicieron la butifarra», en El Correo que «los cachorros se batieron como leones», en La Gaceta del Norte que los rojiblancos eran «habitantes del milagro» mientras que en Egin sentenciaron con un rotundo «un joven Athletic pone en ridículo al Barcelona». En su crónica, el periodista Juan Carlos Latxaga destacaba que «los catalanes se preocupaban porque un histórico se iba a llevar una goleada de escándalo, pueden dormir tranquilos. El historial del Athletic se ha adornado una vez más».

«No hay superlativo que defina la gabarra»

Naturales del barrio de Kamiñazpi, la de los Bilbao Barruetabeña ha sido una familia de deportistas. No en vano, su hermana Dina fue una auténtica leyenda, triatleta referencial, aventurera y feminista convencida. Pionera en muchos ámbitos, desapareció junto a su pareja Iñigo Ross el 24 de junio de 1997 mientras realizaban una travesía en catamarán entre las islas caribeñas de Granada y Antigua. En su honor, cada año se ha celebrado la Dinamartxa, una cita que une Tolosa y Ondarroa, dos de los puntos cardinales de su vida. Nagore Salaberria escribió su biografía y hace dos años nuestra compañera Miren Sáenz le dedicó un extenso reportaje en 7Ka con la participación de Josu Iztueta, Isabel Dumall y Xabin Mujika. A la par que Dina se ponía sus primeros dorsales en la espalda, su hermano Rubén progresaba en Lezama. 

Al igual que Bolaños, tuvo que pasar por el servicio militar obligatorio de la época. En su caso, con un proceso más rocambolesco: «Fuimos dos jugadores del Bilbao Athletic, Sergio Corral y yo. Fue curioso porque primero íbamos a hacerla de forma voluntaria para poder hacerla en Bizkaia, pero la tramitación se complicó y, al final, nos tocó en León. Entonces, teníamos dos opciones para jugar, el Zamora y la Cultural Leonesa. El Zamora había quedado tercero en Segunda B, casi asciende, pero tuvo problemas económicos en la segunda vuelta, mientras que la Leonesa estaba en Tercera. Optamos por la categoría superior, hicieron todo el papeleo mientras estábamos en el campamento para ir al Zamora y mientras eso pasaba la federación bajó al Zamora por temas económicos y ascendió a la Leonesa. Total, que fuimos a jugar en Tercera, pero estuvo y lo pasé bien en el equipo. Ascendimos, a pesar de todo el asunto financiero, después de superar las eliminatorias contra el Constancia de Inca y Las Palmas Atlético. Dos viajes a las islas que provocaron más deudas todavía».

El verano de 1983 retornó a Lezama y «fue un año espectacular para los filiales, tanto el Castilla como nosotros quedamos los dos primeros empatados a puntos y el partido que jugamos contra ellos en el Bernabéu tuvo más de 80000 espectadores, que sigue siendo el récord de asistencia en un partido de Segunda. Acabó ascendiendo el quinto, que había sido el Elche, algo que no había pasado nunca. Éramos muy jóvenes y ganábamos a equipos consolidados, muchos que habían pasado por Primera, y nos salía todo. A esas edades, estábamos encantados». El trabajo bien hecho le llevó a poder estrenarse con los leones el 29 de octubre de 1983 en Sarriá. Bilbao disputó los últimos 20 minutos tras sustituir a Julio Salinas. Ese día también debutó Genar Andrinua, que disputó todo el partido, quien recuerda que «ciertamente, sentí más presión aquella noche que en la final. Al Camp Nou fuimos con un resultado muy adverso en la ida que nos quitó mucha presión». El de Erromo subraya que «el debut en octubre en Sarriá y la vuelta de la Supercopa redondearon aquel año. Con el Bilbao Athletic, la temporada anterior, habíamos logrado subir a Segunda y siendo un recién ascendido quedamos empatados con el Castilla en el primer puesto, pero por el gol average no pudimos ser campeones». 

Cabe señalar que los cachorros se vieron obligados a repetir un partido que habían ganado ante el Cartagena por alineación indebida de Patxi Salinas. En ese segundo encuentro, disputado en Vallecas, empataron a cero frente a los murcianos y se quedaron sin el título. Pese a ello, encandilaron a la hinchada rojiblanca y generaron una importante sinergia interna tal y como recuerda Andrinua: «Jugamos muchos partidos en San Mamés con muy buenas entradas. Ese equipo hizo una gran temporada con Iribar y Sáez de entrenadores, el ambiente era impresionante, éramos jóvenes y los resultados ayudaron».

Los jugadores rojiblancos celebran el título liguero de 1983; entre ellos, Patxi Bolaños.

Al que sí que le valió el gol average para ser campeón de Liga frente al Real Madrid fue al primer equipo, repitiendo el éxito cosechado un año antes. Para redondear la hazaña, una semana después, el 5 de mayo de 1984, con un Santiago Bernabéu lleno de hinchas del Athletic, el gol de Endika otorgaba el vigesimocuarto título copero a los rojiblancos. Un partido también recordado por la bronca final provocada por la agresión de Maradona a Miguel Sola y los posteriores golpes mutuos entre algunos futbolistas de ambos equipos. 

Aquel doblete otorgó automáticamente a los leones el entorchado de la Supercopa y, por ende, el triplete. La celebración en las calles de la capital vizcaina fue apoteósica, la gabarra surcaba la Ría por segunda vez en el marco de una sociedad necesitada de alegrías colectivas. Ruben Bilbao, al que ya le habían comunicado su baja, estuvo a punto de no acudir, pero una circunstancia de última hora cambió su decisión, «estaba solo en el vestuario, la gente ya se iba, pero entró Dani y me convenció. Le estoy muy agradecido porque pude vivir algo para lo que no existen palabras que puedan describirlo. Se puede decir que fue impresionante o maravilloso, pero no hay superlativo que lo defina. Estar allí fue muy bonito, increíble, poder ver a la gente cómo salía a la calle, los coches, las casas y balcones llenos, la Ría y la zona de los Altos Hornos con los trabajadores en los barcos. Se hablaba de más de un millón de personas en todo el recorrido, fue una exageración de gente la que vimos, nunca he visto nada igual. La alegría de la gente, ver cómo disfrutaba, fue algo muy bonito».

«Esperando que los nuevos nos den una alegría»

El siguiente destino de Bilbao fue el Racing de Santander, «fue el sitio donde mejor me encontré físicamente, mis mejores años en una época muy buena en la que nos mantuvimos en Primera con Maguregi como entrenador. Luego ya empecé con problemas físicos y tuve una operación de pubis». Pese a ello, dio un paso adelante, «fiché por el Atlético de Madrid, me llevó Luis Aragonés, pero justó en pretemporada sufrió una depresión y lo dejó porque dijo que no se sentía capacitado para entrenar. La verdad es que en el momento nos extrañó a todos, pero afortunadamente se recuperó y después ganó todo lo que ganó. Con el Atlético, al final de la temporada, me rompí el ligamento lateral interno y, posteriormente, solía tener muchos problemas musculares». A la conclusión de aquella campaña, Jesús Gil llegó a la presidencia del club colchonero y contrató a César Luis Menotti como entrenador. Un serial de cambios que redundó en la plantilla, obligando al ondarrutarra a cambiar de aires en un trueque que también marcó su vida. «Llegué al Valladolid como cedido, estaba todavía lesionado y pasé la pretemporada con escayola, en el medio de un truque por Juan Carlos, un lateral que luego jugó también en el Barcelona. Aquí conocí a mi mujer y aquí sigo».

Precisamente, la ciudad castellana también fue clave en la carrera de todo un referente rojiblanco como Genar Andrinua, ya que allí completó el curso 1985-1986. El de Uribe Kosta remarca que «esas cuatro temporadas fueron muy importantes para mí, el ascenso con el Bilbao Athletic, el debut contra el Espanyol, la final de la Supercopa y la cesión al Valladolid. Ese año fue realmente bueno para mí, jugué todos los minutos de todos los partidos con Vicente Cantatore de entrenador y eso me dio el verdadero pasaporte para luego estar en el primer equipo del Athletic». Y tanto, ya que a lo largo de 13 temporadas pudo enfundarse la elástica rojiblanca en 356 ocasiones, lució el brazalete de capitán en decenas de encuentros y anotó 21 tantos. Su alto rendimiento le llevó también a disputar la Eurocopa de 1988 y el Mundial de 1990.

Han pasado ya casi cuatro décadas desde que aquellos jóvenes asaltasen el Camp Nou en la final de la Supercopa. Un tiempo para el recuerdo y la reflexión. Patxi Bolaños, que tras dejar Lezama jugó en el Cádiz y el Figueres catalán, precisa que «algunos seguimos juntándonos, recordando aquellos momentos y esperando que los nuevos nos den una alegría». En ese sentido, se muestra esperanzado porque «hemos estado a punto de conseguirlo en unas cuantas finales de Copa, pero casi siempre nos tumba el todopoderoso Barcelona. A ver si pronto podemos volver a ver la gabarra que es algo que le hace mucha ilusión a la gente».