Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA
Entrevista
Mikeldi Díez, Lohitzune Amatria e Ixone Fernández
Red de Personas Torturadas
Mikeldi Díez, Lohizune Amatria e Ixone Fernández, en Bilbo.
Mikeldi Díez, Lohizune Amatria e Ixone Fernández, en Bilbo.
Oskar MATXIN EDESA (FOKU)

«En el Kursaal se juntarán muchos dolores y la reparación vendrá desde la verdad»

Este sábado personas torturadas en las últimas seis décadas se darán cita en Donostia en la presentación de la Red de Personas Torturadas de Euskal Herria. Ixone Fernández, Mikeldi Díez y Lohizune Amatria reflexionan en entrevista con NAIZ sobre la verdad, el reconocimiento y la reparación.

Ixone Fernández y Mikeldi Díez fueron detenidos por la Policía española en febrero de 2005 en el marco de la misma operación policial. Ella en Cádiz, donde estudiaba; él, en Altsasu.

Como Fernández y Díez, Lohizune Amatria sabe de las heridas que deja la tortura en una familia, en una sociedad. El cuerpo de su tío, Mikel Zabalza, apareció el 15 de diciembre de 1985 en el río Bidasoa 20 días después de ser detenido por la Guardia Civil y llevado al cuartel de Intxaurrondo. En dicho operativo fueron detenidos sus hermanos Patxi y Aitor –liberados a las diez horas–, su primo Manuel Bizkai, su compañera Idoia Aierbe y el escritor Ion Arretxe.

En esta entrevista con NAIZ, reflexionan sobre el alcance de esta práctica «negada y silenciada» durante décadas y el hito de la asamblea de mañana en el Kursaal donostiarra.

«La constitución de esta red es un punto de partida y un reencuentro con personas que parten de tu misma vivencia y con las que compartes un mismo lenguaje. Sentirte parte de algo tiene un efecto reparador», afirma Ixone Fernández.

«Antes de comenzar la entrevista comentábamos entre nosotros cuántos dolores se van a juntar este sábado. Conozco la experiencia de Nafarroa con la Red de Personas Torturadas en el herrialde; creo que ha sido muy valiosa a la hora de colectivizar todos estos dolores y vivencias que, en general, se han vivido de modo muy individual, incluso en el interior de las propias familias», añade Amatria.

«En nuestra familia –continua– siempre ha habido un vacío y un daño que se han ido transmitiendo de generación en generación y que cada uno los ha vivido de forma individual. En nuestro caso, el documental [‘Non dago Mikel?’] nos ayudó a crear esa red primero a nivel familiar y luego con quienes sienten tu mismo dolor. Como dice Ixone, el acto del Kursaal y la red en sí misma tienen un punto reparador».

Mikeldi Díez, que en junio de 2024 fue reconocido por el Gobierno navarro como víctima de violencia estatal, aguarda la cita con cierto nerviosismo.

«La red de Nafarroa ha sido muy positiva por la fuerte implicación de la gente. Ahora vamos a dar otro salto, muy importante. Lo vivo con responsabilidad y también con cierto vértigo. Hay mucho trabajo por hacer, tanto en el plano político como emocional», resalta mientras Fernández asiente con la mirada: «Hay personas torturadas hace 30 años que jamás han hablado de la tortura y que han sobrellevado su carga en soledad».

«Hay personas que en 30 años jamás han hablado de la tortura y han sobrellevado su carga en soledad»


«Este 9 de febrero se han cumplido veinte años desde que nos detuvieron a Ixone y a mí. Veinte años después, aquí estamos. La herida siempre va a estar ahí, aunque creo que el trabajo terapéutico que he hecho en estos años puede ayudar a otros. En lo personal me ha ayudado mucho estar con otras personas que pasaron por lo mismo y compartir esas heridas, porque son las mismas y hablamos el mismo lenguaje. No somos iguales pero la tortura sí ha sido igual para todos», manifiesta Díez.

«Yo he pasado por diferentes fases. Al principio no te permites reconocerte como persona torturada porque no te queda otra que sobrevivir. Incomunicación, prisión y, luego, sales. Tiras y tiras para adelante hasta que tu propio cuerpo te frena. Empecé un proceso terapéutico sin tenerlo muy claro pero con la perspectiva de que ‘no le pase a nadie más’. Poco a poco, con los protocolos de Estambul y la terapia, tes vas reconociendo y viendo el efecto de la tortura», señala Fernández.

«Es un entramado potente diseñado para hacerte daño –prosigue–. La tortura no acaba en el momento en que sales de comisaría o vas a prisión, permanece contigo aunque no eres capaz de ponerle nombre e, incluso, llegas a dudar de tus propias vivencias. Recuerdo pasar el protocolo de Estambul y que dos profesionales de la salud me dijeran ‘es 100% verídico lo que cuentas, efectivamente eres una persona torturada y la ONU lo ratifica’. ‘Ah, pues no me lo he inventado’, te dices a ti misma, cuando sabes perfectamente lo que has vivido. Te llevan a ese punto».

Técnica de reparación japonesa, kintsugi

«En terapia solíamos hacer un símil con la técnica japonesa de reparar los jarrones de cerámica rotos con hilo de oro, kintsugi. Somos como esos jarrones. Nos hemos reparado pero las cicatrices siguen estando porque nunca vas a olvidarte de lo que te han hecho. Pero tenemos que dar ese paso de decirles a las personas torturadas que el dolor puede cambiar de posición y que puedes vivir con calidad y transformar ese ‘me han hecho’ en ‘eso que me hicieron, me hizo sentir así’», remarca.

«En Nafarroa –añade Díez– solemos hablar del ‘torturómetro’. Nadie le gana a Mikel Zabalza. Queremos acabar con esa percepción de que al de al lado le torturaron más que a mí y, por tanto, soy menos torturado o no merezco entrar en la categoría de ‘persona torturada’ porque ‘solo me hicieron tal o cual cosa’».

Abrir la definición de tortura

«Tenemos que redimensionar la definición de la tortura, que tendemos a identificar con algo muy límite hasta que una sicóloga te dice que puede que una persona detenida, trasladada directamente a Madrid, metida en un calabozo sin contacto policial hasta pasar ante el juez tenga síntomas de estrés postraumático. La tortura es muy amplia, hay golpes que se ven porque dejan marcas y otro tipo de tortura que deja secuelas muy profundas», enfatiza Fernández.

Amatria reconoce que en su familia también eso ha tenido cierto reflejo. «Mi tío Mikel, de cuya muerte se cumplen 40 años, no ha sido el único torturado de la familia. Esa misma noche detuvieron a dos hermanos suyos, que fueron torturados. Y otro tío también sufrió torturas, pero de esto apenas se habla».

Acerca del impacto de esta práctica, afirma que «el caso de Mikel es muy conocido, tuvo una fuerte repercusión social y representa una herida colectiva como pueblo. Si bien la familia recibió un fuerte respaldo popular en su lucha y reivindicación, en la intimidad ha habido silencios y bloqueo de emociones. Mi ama no quería causarme dolor y yo a ella tampoco por lo que le he hecho muy pocas preguntas».

La práctica de la tortura ha ido de la mano de la negación. La muerte de Zabalza, pese a las evidencias, nunca llegó a juicio y el caso permanece archivado judicialmente.

Pese a ello, Amatria pone en valor los pasos que se han dado en el campo del reconocimiento, como el informe del Instituto Vasco de Criminología (IVAC), base de los reconocimientos oficiales por parte de Lakua y del Gobierno navarro, o la colocación por parte del Ayuntamiento donostiarra frente al cuartel de la Guardia Civil en Intxaurrondo de una placa en su memoria.

«Fue muy emotivo, principalmente por el significado. Esta placa te está diciendo dónde, quiénes y qué hicieron», incide.

Las diferentes capas del reconocimiento

En este punto, la conversación apunta a las diferentes dimensiones y capas del reconocimiento: «Está el reconocimiento íntimo, público, institucional y social. En el público y social se han dado pasos hacia adelante, pero necesitamos todos los reconocimientos. Aunque ya sabes lo que te han hecho porque no te lo has inventado ni es parte de ningún manual ni lo has hecho para desprestigiar a la Policía, te ayudan a decir ‘ha sido así’».

Sobre el objetivo de la tortura, Díez lo tiene claro: «Acabar con nuestra militancia política. ¿Por qué mucha gente no militó o dejó de hacerlo? Por miedo a la tortura y a la represión. En la medida en que nos organizamos, nos convertimos de nuevo en militantes políticos. Lo de este sábado en el Kursaal no es grupo de terapia, sino una asamblea de personas torturadas con unos objetivos y un norte».

«¿Por qué mucha gente no militó o dejó de hacerlo? Por la tortura. En la medida que nos organizamos, nos convertimos de nuevo en militantes políticos»


«Buscaban desactivarnos como militantes, conseguir información y, sobre todo, destruirnos como personas y militantes políticos. Juntarnos en esta red es una forma de decir ‘hemos sobrevivido y estamos aquí’», añade Fernández.

Romper el relato hegemónico

Los tres inciden en la importancia de la transmisión a las nuevas generaciones y a «nuestros hijos e hijas el porqué de nuestra militancia política, por qué nos torturaron, por qué nos encarcelaron...».

Amatria subraya la necesidad de «romper el relato hegemónico. Seguramente, la mayoría de jóvenes de 15 años  no saben qué ha pasado en Euskal Herria. Creo que los reconocimientos y el trabajo que se está haciendo sirve para ello pero aún hay mucho trabajo por hacer».

«La historia es un puzzle que se construye de piezas. Durante décadas nuestra pieza ha estado negada –denuncia Fernández–. Ahora se nos está abriendo un hueco y tenemos que colocarnos en ese puzzle. Para ser una sociedad sana y recompuesta de las heridas del pasado es necesario que también se cuenten nuestras vivencias y que las nuevas generaciones sean conscientes de que una parte de la sociedad ha sufrido la tortura y sus consecuencias», destaca Fernández.

Para Díez «lo importante es aprovechar los espacios que tenemos. La reparación la entiendo como algo colectivo».

«La reparación vendrá a través de la verdad. Que la tortura sea una verdad social, una verdad política y una verdad oficial que nadie cuestione»


«Para mí la reparación vendrá a través de la verdad. Que la tortura sea una verdad social, una verdad política y una verdad oficial que nadie la cuestione, que pase de Euskal Herria a España, de España a Europa y de Europa al mundo y que se diga ‘en Euskal Herria durante seis décadas se torturó de forma sistemática en diferentes gobiernos y por diferentes cuerpos policiales con el amparo de los médicos forenses, jueces, medios de comunicación, políticos, abogados de oficio...’», concluye Fernández.