El pasado 22 de abril, miles de pasos venidos de todo el país resonaron en las calles más céntricas de Bogotá. Campesinos de toda Colombia, junto a activistas de todas las provincias, se dieron cita en la capital para presentar al país y al mundo la Marcha Patriótica, un movimiento político y social «por la segunda y definitiva independencia», según se puede leer en el lema que le acompaña.
Se trata de una plataforma que reune a más de 2.400 organizaciones y con presencia en 29 de los 32 estados colombianos. Según su acta de nacimiento, «la Marcha es el lugar de encuentro de múltiples procesos de organización, resistencia y lucha que han decidido hacer suyo el ejercicio de la política y aspira a ser una expresión organizada del movimiento real de las resistencias y luchas de las gentes del común y de los sectores sociales y populares».
Pese a que la masiva manifestación que celebraron en abril en Bogotá centró la atención sobre ellos, la rueda mediática los había mantenido en el olvido, salvo para acusarles, de tanto en tanto, de estar al servicio de la guerrilla. Sin embargo, tras el anuncio de negociaciones entre el Gobierno y las FARC-EP, la Marcha Patriótica vuelve a ganar protagonismo como una de las posibles piezas clave del proceso.
Y puede ser clave por dos motivos. Primero, garantizando la presencia de la sociedad civil y de los sectores más desposeídos de Colombia en el proceso, como contrapeso a la oligarquía terrateniente más inmovilista. En este sentido, la cara más visible de la Marcha Patriótica, Piedad Córdoba, ya anunció la semana pasada la intención del movimiento de ser parte activa en el proceso de paz.
Pero el papel más importante que la Marcha puede cumplir en el escenario de la paz, como ya han señalado varios analistas colombianos, sería el de convertirse en la base sobre la que se desmovilizasen las FARC-EP. Es decir, convertirse en el movimiento que facilitase la participación de los cuadros guerrilleros desmovilizados en la vida política legal.
De momento, no es más que una idea que tendrá que encontrar realidades sobre las que desarrollarse en los próximos meses. Pero las bases son válidas. La Marcha Patriótica pretende ser un movimiento de masas –como el que las FARC-EP han querido impulsar siempre– y la base argumental de la que parten es la misma por la que en su día nació la guerrilla. A saber, la urgencia de un cambio de modelo agrario y la necesidad de nuevos cauces de participación política para evitar la hegemonía de la oligarquía colombiana.
Solo el tiempo dirá si la Marcha Patriótica está dispuesta a cumplir ese papel, si las FARC-EP darán la salida por buena y, sobre todo, si el Gobierno está dispuesto a aceptar y garantizar la participación política de sectores disidentes. El precedente, una vez más, es la Unión Patriótica, movimiento de características similares, nacido del proceso negociador de principios de los 80. Las fuerzas de seguridad del Estado y los paramilitares mataron a miles de militantes y cargos públicos del movimiento.