«Es una gran reforma que se dirige al conjunto de la sociedad francesa. Abrir el matrimonio a todas las parejas es aportar más seguridad, más protección para aquellos que quieren vivir juntos», ha afirmado la ministra de Asuntos Sociales, Marisol Touraine, a la salida de la reunión del Gabinete.

El texto, que cuenta con el rechazo de la oposición conservadora y de la iglesia católica, tiene el respaldo de la mayor parte de la sociedad, según los recientes sondeos publicados por la prensa.

El proyecto de ley ha provocado duras críticas de dirigentes conservadores, que consideran que el Ejecutivo «pone en peligro la estabilidad familiar del país» y le acusan de «desviar la atención en un momento de difícil situación económica».

Las confesiones religiosas más importantes también se han mostrado en contra del matrimonio homosexual.

La católica, mayoritaria en el país, lo consideró una «superchería», por boca del presidente de la Conferencia Episcopal, André Vingt-Trois, arzobispo de París, que pidió a los fieles que se dirijan a los diputados para «sensibilizarles» contra esa ley.

El Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM), por su parte, emitió un comunicado en el que señaló que «la jurisprudencia musulmana» no aprueba las uniones entre personas del mismo sexo, pero expresó también su respeto al laicismo del país.

El proyecto de ley presentado hoy tampoco satisface plenamente a las asociaciones de gays y lesbianas, que consideran que «no contempla todos los supuestos a los que puede enfrentarse una familia homoparental».

En particular, lamentan que el texto no recoja la extensión de la paternidad a los dos cónyuges en el caso de hijos tenidos mediante reproducción asistida, algo que sí se reconoce en el caso de las parejas heterosexuales.

Unos y otros esperan que el debate parlamentario de la ley permita cambiar el texto en el sentido que preconizan.