Los referentes más sensatos del planeta fútbol se hacen cruces. Para el entrenador del Arsenal, Arsène Wenger, «es un chiste». El del Barcelona, «Tata» Martino, habla de «falta de respeto». En un momento en que la UEFA impulsa un plan de «fair-play financiero» para controlar el gasto y en que el Estado español se encuentra sumido en una imparable escalada de empobrecimiento general, el Real Madrid cierra el fichaje de Gareth Bale, del Tottenham, que seguramente romperá el techo histórico. Nunca se había pagado tanto dinero por un futbolista. Concurren más agravantes: un mercado claramente a la baja (al Atlético le bastaron cinco millones para hacerse con David Villa), un jugador que no está en la cima mundial...
Bale es un futbolista emergente, pero con muchos interrogantes todavía. Solo ha disputado Champions League una temporada, dado que el Tottenham casi nunca pasa de la quinta plaza en la Premier. Nunca ha jugado un Mundial ni una Eurocopa, porque Gales hace mucho que no llega a esas competiciones. No es ningún niño, ya tiene 24 años. Se desempeña en una posición colateral en el césped, entre carrilero e interior. Ha despuntado al contraataque, pero no está claro su rendimiento en un equipo que tendrá muy pocos espacios libres. En el reciente ránking sobre el mejor jugador de las ligas europeas elaborado por la UEFA figura en séptimo lugar. En términos de mercadotecnia, una empresa especializada relega su potencial de ingresos al puesto 48 del planeta. Pero nada de ello ha sido óbice para que Florentino Pérez vuelva a superarse a sí mismo en su obsesión por reflejar que el Madrid es el club más poderoso del mundo, si no deportivamente, al menos económicamente.
El Tottenham ha manejado a su antojo la negociación, consciente de que acabaría sucumbiendo a su capricho. Todavía ayer insinuaba tener más ofertas, aunque nadie duda de que el fichaje es inminente y la puja es teatro puro. No pocos analistas lo atribuyen a la frustración por no haber podido contratar a Neymar, partida que le ganó el Barcelona por casi la mitad de dinero (57 millones). Otros lo ligan simplemente a su narcisismo. Dejando a un lado las especulaciones sobre la sicología del personaje Florentino Pérez, el resultado palpable es la constatación de que la burbuja inmobiliaria y la futbolística se sobreponen en el Estado español y siguen lejos de estallar en algunos casos.
La política también juega
¿Quién es Florentino Pérez, además de presidente del Real Madrid? Pues por ejemplo, caballero Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo, concedida en 2011 por la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que lo consideró «ejemplo» para todos «por su entrega al estudio, al trabajo, por su fuerza de voluntad o capacidad de superación». Anécdotas -que parecen bromas- al margen, preside ACS, un grupo con diferentes ramificaciones pero que opera sobre todo en el sector de la construcción, pujante aún para ciertas empresas incluso en estos tiempos de pinchazo.
En pleno desplome del ladrillo, ACS ha obtenido en el primer trimestre de 2013 un beneficio neto de 168 millones y acaba de adjudicarse obras como la finalización de la alta velocidad ferroviaria entre Madrid y Galicia, en boca de todos por la catástrofe de Santiago. Entre sus últimas contrataciones en el extranjero figuran las obras del metro de Sidney, una autopista en Miami y obras industriales en Arabia Saudí. Pero su fortuna se cimentó en el Estado español, en la era de la imparable burbuja inmobiliaria. Como dato, en 2005 sus acciones subieron un 45%.
Paralelamente llegó la burbuja futbolística. Florentino Pérez desembarcó en el planeta fútbol en 2000 como un «rey Midas» (así se le llamó en la prensa internacional) que convertía en oro todo lo que tocaba. Y que encajaba como anillo al dedo en la megalomanía instalada en torno al Real Madrid -designado por aquel entonces mejor club del mundo en el siglo XX- y en torno al Gobierno de José María Aznar -con mayoría absoluta recién estrenada, viento a favor en el terreno económico e ínfulas suficientes como para aspirar a sentarse en el G-8-.
Simultáneamente se producían un buen número de operaciones urbanísticas favorables al Real Madrid (no es el único, ciertamente), habitualmente desarrolladas por gobiernos del PP pero también del PSOE. La más conocida es la recalificación de los terrenos de la antigua Ciudad Deportiva del Madrid en 2002, que permitió enjugar la deuda del club blanco. La más sospechosa, la que actualmente investiga la Comisión Europea: una «ayuda» del Ayuntamiento de Alberto Ruiz Gallardón para ampliar el Santiago Bernabéu que se calcula que mermó el patrimonio municipal en 200 millones. Se firmó mes y medio antes de que Gallardón dejara el Consistorio para pasar a ser ministro de Justicia de Mariano Rajoy.
Y en paralelo al urbanismo, la fiscalidad. Entre 2005 y 2010, en el Estado español rigió una exención fiscal a las altas rentas diseñada ad hoc para que la Liga española pudiera atraer a los mejores y más caros jugadores. Se le llamó Ley Beckham, en honor a uno de los «galácticos» de Florentino Pérez, el primero en beneficiarse.
Mientras mima sus privilegiados contactos políticos, el cada vez más millonario Florentino Pérez se ha ocupado de ir blindando su poder en el Real Madrid. El pasado año promovió una modificación estatutaria para que solo puedan presidir el club blanco quienes lleven 20 años como socios y garanticen rigurosamente un enorme patrimonio, que se calcula actualmente en los 77,5 millones de euros requeridos para responder por el 15% del presupuesto de la Casa Blanca. El presidente de ACS lo justificó con un doble argumento: la primera medida buscaría evitar la toma del poder del Real Madrid por «advenedizos» (jeques árabes como Al-Thani, millonarios rusos estilo Abramovich...), y la segunda, garantizar que el Madrid «siga avanzando para buscar la perfección», como indicó en uno de sus discursos. Cuenta para ello con el apoyo de una masa cercana acrítica que reflejó la conocida frase de Emilio Butragueño, ahora director de Relaciones Institucionales del club: «Florentino es un ser superior».
Una gestión deportiva desastrosa
Si la gestión económica del Real Madrid se ha visto facilitada por los favores políticos, la gestión deportiva de Florentino Pérez no pasaría el examen de ninguna auditora, ni la más benévola. Tampoco de su propia conciencia, al parecer, ya que en 2006 dejó el cargo antes de tiempo admitiendo que «he malcriado a los jugadores». Sin embargo, en 2010 volvió y va camino de repetir errores.
Con la operación Bale, Pérez puede jactarse de haber hecho cuatro de los cinco fichajes más caros de la historia: Cristiano Ronaldo le costó 94 millones, Zidane 73 y Kaká 65 (entre ellos el único «intruso» es Ibrahimovic, por el que el Barcelona pagó 70). Pero con esa increíble inversión, en sus dos etapas no ha ganado más que tres ligas (2001, 2003 y 2012) y una Champions (2002).
El fichaje del brasileño Kaká constituye probablemente el mayor fiasco de la historia, ya que su valor hoy se estima bastante por debajo de los diez millones. La gestión de los entrenadores también ha resultado pésima: dejó marchar de mala manera a Vicente del Bosque, hoy aclamado en todo el mundo por su labor con la selección española, y vendió su alma al ínclito Jose Mourinho sin apenas resultados.