Pablo GONZÁLEZ

Ucrania se inclina cada vez más hacia el nacionalismo de Timoshenko

La apuesta nacionalista de Yulia Timoshenko va cogiendo enteros. Su opción por la confrontación con Rusia da serias oportunidades de llegar al poder a la ex primera ministra, sin importar el precio a pagar para llegar a este objetivo.

Al poco de caer el presidente Viktor Yanukovich, salía de la cárcel la ex primera ministra Yulia Timoshenko. Acto seguido acudió a la plaza central de Kiev, el Maidán, dónde fue recibida con bastantes más pitos que aplausos. Muchos ucranianos la asociaban en aquel momento con el régimen corrupto, independientemente de qué partido estuviera en el poder, controlado por oligarcas que había llevado al país a la situación de descontento extremo. Ella misma se encontraba en la cárcel por un proceso, algo politizado, pero de corrupción al fin y al cabo.

Ya en esos momentos, febrero de este año, las protestas populares se encontraban cada vez más controladas por grupos nacionalistas varios. Estos grupos, sin una dirección única, habían encaminado el descontento de la población hacia la búsqueda de un responsable de la situación del país.

La responsabilidad se dividía entre todos los representantes de los gobiernos anteriores, prooccidentales o prorrusos, por un lado, y el Estado ruso por el otro. La fórmula se resumía que el poder anterior ,en connivencia con Moscú, había llevado a Ucrania a una situación de pobreza, y por ello descontento, cada vez mayor.

Giro en las encuestas

Yulia Timoshenko a duras penas superaba en las encuestas de valoración al anterior presidente Yanukovich. Había políticos, como el exboxeador Klichko o el empresario Poroshenko, con unas perspectivas mejores que las suyas, y sobre todo sin su pasado manchado de corrupción. Sin embargo, desde entonces la situación ha cambiado de manera drástica.

Antón Podlutskiy, el jefe de una de las mayores agencias de noticias de Ucrania, RBC.UA, calificaba en febrero a Timoshenko como un tiburón blanco de la política. En su opinión, la ex primera ministra es capaz de adaptarse a cualquier medio y comerse a cualquier adversario que se le plante. Esta descripción parece muy justificada como ha demostrado la trayectoria de Timoshenko en los últimos meses.

El gobierno transitorio que se formó tras la caída de Yanukovich fue dominado en las posiciones claves -presidente Turchinov, primer ministro Yatseniuk o ministro del Interior Avakov- por gente de Timoshenko. Ella misma rechazó entrar en el ejecutivo, con lo cual evita cualquier desgaste de popularidad a pesar de recoger los frutos positivos. Es decir, se escuda en los fracasos y saca pecho en los aciertos de este gobierno.

Caos y nacionalismo agresivo

Este gobierno dominado por Timoshenko, estaba pensado en un primer momento como puramente de transición, pero la época que le ha tocado, y sus pasos, le están dando un protagonismo sustancialmente mayor que el esperado. La invasión de la península de Crimea y su adhesión a Rusia, junto a las revueltas en el este de Ucrania le han dado a la ex primera ministra la oportunidad de subir rápidamente en las encuestas de intención de voto.

Timoshenko ha cogido sin dudar el testigo del nacionalismo ucraniano más agresivo y ha hecho suyo el discurso de enfrentamiento con Moscú. Deja atrás de una manera un tanto disimulada sus tratos del pasado con el presidente ruso, Vladimir Putin, a quien conoce desde los años noventa gracias a negocios en común. No se ha cansado de amenazar a Rusia con una guerra, en la cual, según Timoshenko, borraría del mapa a los rusos ucranianos.

Este discurso tan agresivo ha demostrado que funciona en combinación con otros elementos. Estos últimos no son ni más ni menos que la operación «antiterrorista» del este y el sur de Ucrania.

Como ya informó GARA ayer, es el actual gobierno de Kiev el responsable de los enfrentamientos civiles que han llevado a las muertes de la ciudad ucraniana de Odessa. Y se esperan más acciones similares en el futuro.

Todos estos actos violentos se presentan al público ucraniano como claras agresiones a la unidad nacional. Sin la posibilidad de consultar de manera sencilla medios de comunicación alternativos, la opinión pública admite la versión oficial promovida por el Gobierno como real, y sobre todo, única valida. Por ello, la operación militar gubernamental en el este del país, de dudosa legalidad con la ley en mano, es cada vez mejor vista por una parte del electorado.

Yulia Timoshenko está haciendo campaña basándose en una cada vez mayor división de la sociedad ucraniana. Haciendo suyo el discurso más radical y escudándose en un gobierno controlado, Timoshenko consigue ir subiendo enteros sin el desgaste de estar en el poder. Por si ello no fuera suficiente, ataca sin dudar a los contrincantes.

Así, ha cargado contra el -hasta ahora- máximo favorito en la carrera electoral para ser el próximo presidente de Ucrania, el millonario Petro Poroshenko. Este millonario financió en el pasado el Partido de las Regiones, al cual pertenecía el anterior presidente Yanukovich.

Timoshenko no duda de acusar al millonario de simpatías prorrusas cada vez que éste intenta buscar una solución dialogada a la crisis separatista que viven el este y el sureste de Ucrania.

Por si esta campaña electoral, agresiva y nacionalista a partes iguales, no fuera suficiente, Timoshenko dispone todavía de varias cartas en la manga. La más importante de ellas es la maquinaria del Estado. Existen pocas dudas entre los analistas que siguen los sucesos en Ucrania, de que en un momento dado Timoshenko podría -sin problemas ya que tiene todos los instrumentos necesarios- falsificar los resultados electorales. Ya ha declarado que no dudará en volver a provocar una revolución en caso de no obtener la victoria electoral