Seanna Walsh: toda una vida luchando por la libertad
Este irlandés de 57 años adquirió una relevancia global cuando el 28 de julio de 2005, con voz suave, vestido con camisa blanca y, por primera vez desde 1972, a cara descubierta, leyó el comunicado en el que el Ejército Republicano Irlandés declaraba el fin de la lucha armada. Fue un movimiento magnánimo, generoso y de principios. Algo que hizo Walsh, según sus propias palabras, sintiéndose «orgulloso y honrado de hacerlo».
Su nombre aparece también en las filtraciones de Wikileaks. El secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irlanda habría transmitido al embajador estadounidense en la isla que la elección de Seanna Walsh para leer ese comunicado «no fue casual».
Por su ascendencia en el republicanismo y por el hecho de ser un militante experimentado y muy respetado, por haber cumplido una de las mayores condenas en la cárcel, por haber sido compañero de celda de Bobby Sands y oficial al mando de los presos en los bloques H de Long Kesh, el IRA habría querido transmitir a los voluntarios de base, incluso a los más devotos de entre ellos, no solo a «los políticos», que su decisión y determinación era absoluta.
Seanna Walsh es conocido también por haber sido camarada y compañero de celda de Bobby Sands, el primer preso republicano que murió en la huelga de hambre de 1981, convirtiéndose así en uno de los iconos revolucionarios globales más poderosos.
Nos recibe en la cafetería del Hotel Abando de Bilbo y comparte gustosamente su desayuno con 7K. Habla pausadamente, y con voz suave defiende con vehemencia sus argumentos. Comparte anécdotas de los años en Long Kesh, de las protestas de la manta, de las de higiene, de las huelgas de hambre; y, a su vez, transmite una gran visión política con reflexiones punzantes. Amante del fútbol, hablamos del partido que Uruguay ganó a Inglaterra en la fase de grupos del Mundial de Brasil. Le llamó la atención que en Bilbo la gente cantara los goles de Uruguay y comenta la simpatía que despierta este país en todo el mundo, lo pequeño que es y los grandes logros que ha conseguido. Hablamos de su presidente Pepe Múgica, de la diáspora vasca en el país charrúa; y casi sin darnos cuenta, acompañados de un buen café, con la grabadora en marcha, la conversación fluye con naturalidad. Habla suelto y libre, de manera natural, y ello hace que la entrevista siga su curso sin apenas tener que preguntar.
Este republicano irlandés y exvoluntario del IRA nació en Short Strand, en el este de Belfast, pero tuvo que dejar el área porque los paramilitares mataron a tiros a su amigo Patrick McCrory e intimidaron a su familia para que abandonara la zona. Su bisabuelo fue tiroteado en ese mismo área, en el momento de la partición de Irlanda, por la policía militar creada para el norte de Irlanda, también conocida como los B-Specials. De hecho, Walsh afirma que «la violencia de Estado ha sido una parte integral de la existencia de generaciones enteras y de la experiencia nacionalista a través de la historia».
A los 16 años es detenido tras ser tiroteado en el atraco a un banco, y condenado a cinco años de cárcel. Encarcelado en Long Kesh, allí conoció y forjó una estrecha amistad con Bobby Sands, que entonces tenía 18 años. Eran tiempos en los que los presos del IRA tenían recocido el Estatuto de Político (Special Category Status); de hecho, eran tratados como prisioneros de guerra y gozaban de los «privilegios» de la Convención de Ginebra.
Universidad de la Libertad
Durante aquel periodo, en aquellas circunstancias, Long Kesh fue rebautizada como la Universidad de la Libertad. «Organizábamos clases de gaélico, de música, de formación política, grupos de lectura... Antes de entrar en la cárcel, practicábamos la lucha armada y eso era todo, nuestro compromiso era ese, no atendíamos a más cuestiones que esas, preparar bien las operaciones militares... En la cárcel cambió todo, se nos abrió un universo, nos preparamos para nuevas batallas políticas».
Walsh remarca la importancia que tuvo para ellos aprender gaélico: «A nosotros, a mí, a Bobby Sands..., nos lo enseñó Proinsias Mac Airt, que lo había aprendido de alumnos a los que había enseñado Patrick Pearse –poeta, profesor de gaélico y activista político, líder del Alzamiento de Pascua de 1916 y proclamado como Presidente del Gobierno Provisional por los líderes del alzamiento; tras el colapso del alzamiento fue ejecutado con otros líderes, pero su figura ha inspirado a diferentes generaciones de republicanos–. Esa continuidad histórica fue muy importante para nosotros. Entendimos que el gaélico era una parte auténtica de nuestra identidad, que la música y la poesía en gaélico eran parte de nuestro ADN». Insiste en este aspecto y apunta con satisfacción que mientras en la protesta de las mantas solo había cinco o seis compañeros que hablaban y podían enseñar algo de gaélico, «cuando terminó había 300 que lo hablaban fluidamente, que ahora son catedráticos, profesores, escritores».
De Bobby Sands recuerda que era «claramente uno de los nuestros, un chaval normal al que le gustaba la diversión, dar patadas al balón de fútbol, tocar los acordes con la guitarra como le había enseñado su compañero y, a la vez, gran guitarrista y músico de blues Rab McCullogh...». «Era un lector compulsivo, desde novelas a libros de historia; lo absorbía todo, pero le encantaba cantar, podía pasar horas cantando canciones de Bob Dylan, Kris Kristofferson, Leonard Cohen o Bob Marley, además de un montón de canciones tradicionales irlandesas».
Bobby Sands fue liberado a principios de 1976 y seis meses después volvió a ser detenido. La historia de Seanna Walsh trascurre por similares derroteros: liberado en 1976, tres años después de su primera detención, volvió a ser arrestado tres meses después cuando transportaba armas en su coche, y condenado a diez años de cárcel. Confinado en los tristemente conocidos bloques H, en esta segunda fase los presos republicanos fueron despojados ya del estatuto político. Eso significaba «imponer un régimen punitivo y un estatus criminal sobre nosotros». Ahora tenían la obligación de vestir uniforme y de trabajar en la cárcel. Walsh participó y fue uno de los líderes de la conocida como la Blanket Protest (protesta de la manta). Los presos republicanos se negaban a vestir uniforme y solo se ponía una manta. Luego se les denegó incluso vestirse con la manta y aquella lucha se fue radicalizando, transformándose en una protesta de higiene en la que los presos se negaban a ir a las duchas o a los lavados por miedo a ser golpeados –llegaron incluso a esparcir sus propios excrementos en las celdas–, y todo culminó en la trágica huelga de hambre de 1981.
Deber de hablar y contar
Conoció la huelga de hambre que el 5 de mayo de 1981 causó la muerte de Bobby Sands y otros nueve presos republicanos; y tras la misma, fue nombrado oficial al mando de los presos del IRA en los bloque H. Casi ocho años después de su segunda encarcelación, fue liberado y se casó con la expresa republicana Sinéad Moore; tuvieron dos hijas y cuando la menor tenía apenas dos semanas fue nuevamente detenido mientras fabricaba explosivos y morteros. En esta ocasión, fue condenado a veinte años de cárcel. A la edad de 42 años, habiendo pasado la mitad de ellos en prisión, fue liberado en el marco del Acuerdo de Viernes Santo.
Durante la conversación, Walsh insiste en la «necesidad, en la obligación, el deber» que tienen los presos, los voluntarios que conocieron estos hechos, esta época, de hablar, «de contar lo que vivieron, las razones por las que hicieron lo que hicieron» para asegurar que esta fase crucial en la historia de Irlanda «no sea reescrita por expertos y académicos que no vivieron aquello y que a menudo cuentan otra historia». «La historia de la lucha debe ser contada por la gente que estuvo implicada en ella –insiste–, cuando la historia es contada por académicos puede ser una historia muy diferente porque no la vivieron, no la experimentaron... Nuestra generación de republicanos tiene la obligación de explicar a las nuevas generaciones las razones por las que nos implicamos en la lucha, cómo resistimos y aguantamos todo aquello y por qué terminó la lucha armada; y ahora que la lucha armada ha terminado por qué hay que seguir la luchando más que nunca».
Hablar, contar, dar la cara implica «hacer frente al pasado». Walsh subraya las diferentes narrativas –algo que recuerda a la batalla del relato tan en boga en Euskal Herria– que se enfrentan a la hora de explicar la larga lucha republicana. «Para los unionistas y los británicos el pasado empieza en 1969», afirma tajante, «intentan explicar la larga guerra entre el IRA y los británicos en términos de que hasta entonces todo era normal, todo marchaba bien hasta que una banda de alborotadores, de terroristas y extorsionadores aparece y lo fastidia todo... Esa es la narrativa que quieren desarrollar». «Para nosotros –continúa– todo empieza con la negación de los derechos civiles; ya desde el establecimiento del Estado del Norte en 1921, el primer ministro lo dijo claro: un estado protestante para el pueblo protestante. Desde aquel momento, la población nacionalista fue considerada y tratada como de segunda clase. Desde 1921 hasta los años 60 se dan diferentes rebeliones armadas pero todas fracasan. En los 60, influenciada por el movimiento de derechos civiles de EEUU, nuestra comunidad salió a la calle exigiendo derechos civiles. ¿Y cuáles eran esas reivindicaciones revolucionarias? Derecho a una casa, a un trabajo; y una persona, un voto. Y fueron atacados... La semilla de la rebelión brota de ahí».
Traumas y profundas heridas. «Cuando estábamos en la cárcel pensábamos que la cárcel era nuestro problema, que cuando saliéramos todo iba a ser perfecto, que entrabamos en prisión y nos poníamos una chaqueta y que al salir nos la volveríamos a quitar con normalidad, como si nada hubiera pasado. Pero no, no es así como pasan las cosas, uno siempre lleva la cárcel encima...». «Depende de cada persona. Hay presos que tienen la suerte y la buena fortuna de tener una familia republicana estructurada para apoyarlos; otros no tuvieron la misma suerte, y eso tiene un impacto en la comunidad. En los bloques H sufrimos torturas, abusos..., los que estuvieron en Inglaterra sufrieron ataques físicos organizados por el sistema carcelario... Y hay que decirlo también, ser parte de una guerrilla militar, practicar la lucha armada genera traumas y heridas profundas, conocemos casos de militantes que sufren stress post-traumático... Hay un depósito de traumas debajo de lo que se ve, de la superficie; y como aspecto del conflicto, este es un tema que necesita ser tratado; todavía no está reconocidos y raramente se habla de él con normalidad. Esto tiene que cambiar, si queremos hacer frente a ese problema individualmente y como comunidad». Y con cierta amargura recuerda que «hay expresos que necesitan sentirse escuchados y la legislación tiene que ayudar, pero si alguno de ellos habla con alguien que tiene por misión ayudar y si por ley este está obligado a chivarse a la policía y te abren un nuevo sumario...».
«Nuestro mundo cambió»
«Estábamos en la cárcel en 1975 y vimos lo que hicieron el VietCong y el pueblo vietnamita, la evacuación por helicóptero de la embajada de EEUU de Saigón; flipábamos, y nos decíamos a nosotros mismos: sí, eso es exactamente lo que haremos a los británicos... Éramos jóvenes entonces...». Eso era lo único que tenían en mente, presionar militarmente a los británicos hasta echarlos de la isla, como el Vietcong a EEUU. En 1974 y 1975 el IRA había sentado, una vez más, en la mesa de negociación a los británicos «por la fuerza de las armas». Pero una vez llegados allí, «no sabíamos hacia dónde ir, no teníamos ni la máquina ni la operación política preparada para ocupar el espacio que la campaña armada del IRA había dejado». Sin embargo, «a finales de los ochenta empezamos a discutir y a preguntarnos: ¿Cómo termina esto? ¿Cómo será el final? Y casi sin darnos cuenta, imaginar, preparar el final para la lucha armada empezó a ser más un tema de coreografía que de principios».
En ese contexto, remarca la importancia de la campaña electoral que consiguió elegir a Bobby Sands: «Nos dimos cuenta de que podíamos trabajar la política. Que teníamos la oportunidad de crear un movimiento político y no apostarlo todo solo a la máquina militar. Sin embargo, no confiábamos del todo en los beneficios de la política, nuestra experiencia con la política era la que era: antiguos miembros del IRA estaban en el Gobierno en 1921 y la política falló a la hora de crear una nueva república, se olvidaron de nuestros ideales... en 1930, en 1950 volvió a repetirse la historia; se convertían en stablishment y perdían el contacto, incluso los que eran más revolucionarios. De ahí nuestros traumas con la política».
Reconoce que «es un viejo problema de antes y de ahora, que puede repetirse en el futuro, pero la política es compromiso y pacto, ese es el arte de la política: puedes trabajar sobre lo que eres capaz de comprometer, solo con principios no se hace política».
Walsh recuerda que cuando Bobby Sands empezó la huelga de hambre tenía claro que iba a morir, aunque cuando fue elegido parlamentario albergó esperanzas de que los británicos no lo dejarían morir. Al repasar aquellos años, las luchas de la manta, de higiene y la huelga de hambre de los prisioneros, sostiene que eran como «un crisol político o una olla a presión en la que todas las contradicciones políticas, toda la violencia de aquel periodo (finales de los 70 y principios de los 80) se concentraba». Con la perspectiva que da el tiempo, afirma que aquella experiencia creó un «vínculo muy fuerte, una camaradería total entre los prisioneros». «Aquella fue una escuela donde se formaron militantes para toda la vida, politizados, comprometidos y determinados». «Y entre muchos de nosotros –prosigue– se fue entendiendo que independientemente de lo que el IRA hiciera con la lucha armada, a corto, medio y largo plazo había una necesidad de construir una máquina política efectiva, una base alternativa política para nuestra comunidad».
Hasta entonces, reconoce Walsh, «no teníamos ni la visión, ni la expectativa, ni la aspiración de hacer nada con la política electoral». Pero con la elección de Bobby Sands comprendieron que «si se dieran las circunstancias adecuadas, la gente nacionalista de los seis condados apoyaría y votaría a los republicanos». No lo planteaban entonces como una alternativa inmediata a la lucha armada pero reconoce que la elección de Bobby Sands «cambió nuestro mundo en ese sentido».
«Solo pido ayuda»
Seanna Walsh es una persona serena, un republicano que ha luchado duro por la libertad y la justicia. Sensible, con capacidad de empatía, no ha escatimado nunca esfuerzos en verse cara a cara, e incluso en trabajar codo con codo, con sus antiguos enemigos de armas. Siempre se ha esforzado en atender las inquietudes y, en la medida de lo posible, responder a las necesidades de las víctimas. Preguntado por la actitud y el lenguaje necesarios para abordar esas cuestiones, comenta que «el trabajo duro se hizo con el gobierno británico. Presos, desmilitarización, compartir el poder, estructuras para toda Irlanda...», «pero visto en perspectiva –continúa–, yo diría que eso equivale a un 5% de lo que es un genuino proceso de paz. El 95% del proceso político se ha hecho con nuestra gente. Los unionistas tuvieron que ser arrastrados... Vosotros los vascos no tenéis Gobierno británico; si fuera por los unionistas yo seguiría en la cárcel». Es conocida la anécdota ocurrida en una charla pública con un conocido paramilitar unionista, en un momento en el que los unionistas ponían la demanda del decomiso del arsenal del IRA como condición sine qua non para no rechazar cualquier posibilidad de compartir el poder con el Sinn Fein. Walsh recuerda cómo, tuteándole, le dijo: «Jeffrey, hablas sobre la capacidad del IRA para hacer la guerra, pero puedo salir ahora de este local con doscientas libras en mi bolsillo y comprar los materiales y componentes para hacer una bomba del tipo de Canary Wharf. ¿Cómo vas a decomisar esa capacidad? Jeffrey, no puedes decomisar el conocimiento, la experiencia. La clave aquí es la confianza mutua, el compromiso con la paz y la política. Y la confianza es una calle de doble sentido. ¿No será que la idea de la igualdad y de compartir el poder es un puente demasiado lejano para ti?».
Cuando habla con las víctimas –y subraya que «es muy importante hacerlo»– tiene claro su discurso: «No intento pedir perdón por lo que hice, mi viaje fue mi viaje y no les pido que lo entiendan. No, no pido perdón, solo pido ayuda para construir juntos otro futuro para nuestros hijos, para curar las heridas de la nación, para dejar atrás el pasado... Les escucho y les tiendo la mano siempre que me lo piden, para llevar a nuestra sociedad a un nuevo lugar, desde donde está hasta donde merece estar».
Mirando al futuro
Cuando la conversación se acerca al final sale el tema de Escocia. Walsh es claro al respecto: «No sé lo que pasará... Deseo que ganen los independentistas, sería un golpe descomunal para los unionistas, de un impacto inimaginable. Los unionistas –aunque reconoce que recurre a la generalidad– no miran tanto a Inglaterra, no les gustan particularmente los ingleses. Están especialmente familiarizados con los escoceses y si ahora los escoceses dicen ¡nos vamos! sería la reostia, un golpe muy duro para ellos».
No se atreve a hacer pronósticos, expresa el deseo y se toma deprisa el último sorbo de café. En unos minutos debe participar en el Foro Social. Al despedirse recuerda la estrofa de una canción del cantante estadounidense Loudon Wainwright III que solía cantar Bobby Sands: «We’ve come a long way since we last shook hands/ Still got a long way to go/ We couldn’t see the flowers since we last shook hands/ Couldn’t see the flowers on account of the snow». Una metáfora de la distancia que han recorrido los republicanos irlandeses desde los tiempos en los que Bobby Sands las cantaba. Mucho recorrido, mucha distancia, mucha confianza en la creación de una República de Irlanda unida y libre. En un futuro mejor.