Sátira, arma preferida de un periodismo irreverente
En el panorama de la prensa gala destaca la existencia de un periodismo satírico con raíces en la tradición del cómic y otros hechos históricos. Un periodismo polémico y escandaloso, regularmente amenazado, en el ojo del huracán, que ayer sufrió un ataque brutal.
La larga tradición francesa de la bande dessinée (BD), o las tiras de cómic, tiene su plasmación en un tipo periodismo que, sobre la base de diseños gráficos y caricaturas, se ha hecho un hueco especial en el panorama de la prensa. La sátira, la grosería provocativa, cierto espíritu de insolencia, a veces cruda y cruel, son parte de una escena periodística de la que «Charlie Hebdo», junto con la competencia de «Le Canard Enchainé», es su exponente máximo. Ya desde los tiempos de María Antonieta, el comportamiento frívolo y superficial, la corrupción y los numeritos sexuales de los poderosos eran objeto de bulos y noticias -a veces ilustradas- en la cultura popular que ayudaron a aumentar la agitación durante el inicio de la Revolución Francesa. Ese arraigo de atacar a los poderes del momento bordeando los límites de lo obsceno tiene hoy otros objetivos: los políticos y banqueros, la policía o las religiones.
Con sus llamativas portadas y sus titulares incendiarios, que pueden ir desde monjas que se masturban hasta un Papa que se pone un condón o el profeta Mahoma con una bomba en su turbante, «Charlie Hebdo» es parte del paisaje en los kioscos franceses y en las librerías que abundan en las estaciones de tren. Golpeado con dureza por la crisis estructural que azota al sector de la prensa impresa -cerró por falta de ventas en 1981- y bordeando en más de una ocasión el abismo de la viabilidad económica -decidió prescindir de toda publicidad y apostarlo todo a los suscriptores-, la realidad es que sus decisiones editoriales tienen principios firmes -quizá, para otros, una peligrosa irresponsabilidad-: nunca ha dejado de estar en primera línea, consistente en su histórica razón de ser: aunque no sea fácil, aunque guste o no, reirse de los curas, los rabinos, los imanes y de todos los poderes establecidos; siendo minoritarios por elección propia, por lealtad a una tradición periodística antigua y vibrante.
Ese posicionamiento y su línea editorial han hecho de «Charlie Hebdo» un semanario regularmente amenazado. El terrible atentado que ayer acabó con la vida de diez de sus miembros de redacción -que cuenta con una veintena de diseñadores y casi treinta colaboradores fijos u ocasionales- ha sido, sin duda, el más sangrante. Pero no el primero. La noche del 1 de noviembre de 2011, su sede fue incendiada tras la publicación de un número especial titulado «Charia Hebdo» (en relación a la ley islámica) en el cual se representaba a Mahoma en portada amenazando a los lectores con «cien latigazos si no morían de risa». Casi un año después, detenían en La Rochelle a un hombre acusado de incitar en dominios yihadistas de internet a la decapitación de su director.
A más intimidación, mayor escándalo
La línea editorial de «Charlie Hebdo» siempre ha tenido como principio responder a todo tipo de amenazas o intimidaciones en su contra apostando por ser, si cabe, más irreverente y escandaloso. Desafiando cualquier restricción impuesta por toda sensibilidad religiosa o corrección política. Rechazando toda tentación de autocensura.
Su editor Stéphane Charbonnier -conocido como Charb-, que murió en el atentado de ayer, manifestó que sus dibujantes eran «ateos interesados en satirizar a todas las religiones». Como publicación, «Charlie Hebdo» se posicionó por la libertad de expresión sin límites, contra leyes que sancionan la blasfemia y que, lejos de mantener la harmonía social como dicen sus defensores, consideraba que eran utilizadas para suprimir minorías e ideas percibidas como chocantes y ofensivas por parte del Estado y los poderes establecidos.
La relación entre la libertad de expresión y la de manifestar una religión o creencia concreta nunca ha sido fácil. Pero debido a la presión de grupos religiosos concretos, la tendencia general es a proteger per se a las religiones y a integrar nuevos delitos como el de la «difamación de religiones» en los tratados internacionales.
La publicación, en 2005, en el periódico danés «Jyllands-Posten» de las caricaturas de Mahoma o anteriormente, en 1988, el libro «Versos Satánicos» de Salman Rushdie, generaron fuertes polémicas que derivaron en hechos violentos. Y aunque en las sociedades musulmanas «insultar» al profeta Mahoma sea considerado como uno de los crímenes más graves, para «Charlie Hebdo» ello nunca fue motivo de autocensura, de cambiar su «raison d'être».
Como cualquier otro colectivo social, las iglesias y los grupos religiosos son objeto de crítica, sea esta más o menos satírica u obscena. Con sus controversias y su periodismo irreverente, «Charlie Hebdo» ha realizado contribuciones importantes: la defensa de principios irrenunciables como el derecho al acceso a una información plural. Facilitando así oportunidades para entender los valores y puntos de vista de «los otros».