Tras 24 años, German Rubenach pasa de recibir a ofrecer su solidaridad
En enero del año pasado, German Rubenach estaba en la cárcel, en Puerto III. Ayer estuvo en Bilbo. Tras pasar 24 años en la cárcel, pudo asistir a una movilización multitudinaria. «Es una maravilla ver la solidaridad que han recibido los presos y sus familiares. Pero esperemos que el año que viene no sea necesario volver», señaló en Zabalburu.
La jornada comenzó pronto para Rubenach y sus allegados, en una Iruñea casi tragada por la niebla. La idea era llegar a Bilbo con tiempo para disfrutar de la jornada. Lo más complicado suele ser aparcar, pero lograron hacerlo sin problemas, en pleno Arenal. A escasos metros, estaba la carpa instalada por Sare, donde Rubenach se encontró con los primeros conocidos de una larga jornada. Unos potes en el Casco Viejo sirven para entrar en ambiente.
Comer es otra de esas tareas que hay que hacer y que con tanta gente en Bilbo se puede complicar. Rubenach y sus allegados tienen suerte. Consiguen mesa en pleno Arenal. Mientras esperan, se encuentran con José Domingo Aizpurua. Abrazos. El servicio es más lento de lo que hubieran deseado, pero se encaminan hacia el Ayuntamiento.
Antes de llegar, se encuentra con conocidos de Altsasu, que han traído chocolate que van a vender para comprar una furgoneta. Ya frente al Ayuntamiento, más encuentros. El abrazo con Kepa Solana es de los sentidos. También están en la zona los familiares de los presos, con el pañuelo al cuello. Continúan los abrazos, como los padres de Iñaki Beaumont y Gloria Rekarte.
Rubenach y sus allegados deciden avanzar hacia la plaza de Zabalburu. En el puente, recibe más abrazos por parte de los familiares, que esperan para salir portando banderas. Cuesta avanzar por las calles Buenos Aires y Hurtado de Amezaga. Hay aglomeración de gente y mucha de ella es conocida. Es necesario pararse a saludar. Unos de Altsasu frente a la estación del tren, otros de Iruñea un poco más adelante, padres y madres de los 28 jóvenes procesados en Madrid...
Los Rubenach se sitúan a la entrada de Zabalburu. Tienen pegatinas y las varillas luminosas. German se coloca en primera fila y ve de cerca las camionetas de Mirentxin que abren el cortejo. Un conductor es conocido. Toca saludar, igual que a muchos de los familiares que marchan a continuación.
Ayer German Rubenach fue una de las decenas de miles de personas que aplaudió en las calles de Bilbo para mostrar solidaridad y apoyo a los presos vascos. Hasta ahora había recibido esa solidaridad y sabe lo importante que es. «La sociedad vasca ha hablado. Es hora de que la dispersión pase a la historia», destacó.