Mis padres escribían cartas a mano, las metían en un sobre, le ponían sello y dos días después llegaban a su destinatario en el pueblo. Mis hijos envían decenas de whatsapp y correos electrónicos al día, fotos y vídeos, y los destinatarios los reciben al momento. En solo dos generaciones hemos pasado de la pluma de tinta china a la nanotecnología, de los carteros que repartían en bicicleta a los satélites artificiales, de la burra a la Fórmula Uno. Nunca en la historia de la humanidad se había producido un cambio de esta magnitud. La cantidad y velocidad de información que se transmite es abrumadora, y el cerebro humano no tiene capacidad para procesar toda la que le llega. Así surge el síndrome de fatiga informativa. Muchos creen que pueden entender mejor el mundo cuanta más información acumulen, pero suele producirse el efecto contrario. Los efectos de esta sobrecarga informativa están siendo estudiados por especialistas. Una de las conclusiones que han sacado es la siguiente: todo lo importante que debemos saber sobre la vida no reside en la información que recibimos, sino que surge lentamente de nuestras propias reflexiones.
Llega el día de reflexión previo a las elecciones. Atrás han quedado muchos años de Gobierno de UPN sostenido por el PSOE, años de corruptelas y chanchullos que han intentado hacer olvidar en dos semanas de campaña mediante la utilización masiva de todos sus recursos mediáticos. La campaña electoral suele ser decisiva para convencer a los indecisos, que son precisamente quienes deciden las elecciones. Una persona con un coeficiente intelectual bajo, cuyo cerebro ha sido bombardeado sin parar durante la campaña electoral, es fácilmente maleable. Puede, incluso, llegar a olvidar casos políticos escandalosos y votar a partidos que rezuman corrupción por todos sus poros.
Dirigentes del PP y del PSOE han protagonizado en estas últimas décadas casos de auténtico escándalo, han saquedado todas las arcas públicas que han podido, y aun así estos grupos han obtenido millones de votos en el Estado español. Aquí, en Navarra, nos hemos echado las manos a la cabeza cada vez que estos partidos han obtenido mayoría en comunidades donde sus dirigentes se han forrado aprovechándose de sus cargos públicos. “¿Cómo es posible que la gente les siga votando después de todo lo que han robado?”. La respuesta más escuchada suele ser la siguiente: “Porque son tontos o porque quienes les votan son tan corruptos como ellos”.
La corrupción no tiene límites espaciales ni temporales, y también se encuentra entre nosotros, en esta Navarra que siempre está en todo «por encima de las demás comunidades españolas», tal como repiten machaconamente los mandatarios de UPN. Conocidos dirigentes políticos han arramplado con todo lo que han visto o tocado, se han enriquecido de forma escandalosa e incluso han hecho ostentación de su impunidad, cuando no se han mofado de quienes les pedían cuentas. «Es que es legal», argumentan quienes han hecho leyes que dan cobertura a la corrupción. Hace cinco siglos, en Navarra era legal quemar en la hoguera a quien se follaba una oveja. Y la oveja follada también tenía que ser calcinada. Lo decía la ley.
Este domingo abren las urnas. Después de muchos años de corruptelas, los partidos que nos han mangoneado han dispuesto de dos semanas para intentar lavar nuestro cerebro, para atiborrarnos de consignas que nos hagan olvidar nuestras propias reflexiones, esas que hemos ido labrando lentamente para no caer en el síndrome de fatiga informativa. Políticos de UPN y PSN se han forrado durante años al amparo de la cuestión de Estado. Algunos han cobrado 3.000 euros por tomarse un cafetito, echar un pis y regresar de nuevo al sillón para cobrar así otros 3.000 euros más. Dicen que la ley lo permitía. Mientras tanto, la Hacienda navarra entraba en quiebra, la CAN desaparecía y sus máximos responsables se recolocaban en otras entidades con sueldos astronómicos. Navarra es lo más importante, dicen, pero no tanto como sus bolsillos.
Si después de todo lo que han hecho y desecho en estas décadas vuelven a ganar las elecciones, no nos quepa duda de que en otros lugares, fuera de Navarra, se harán la misma pregunta que nosotros nos hemos hecho tantas veces: “¿Cómo es posible?”. Y seguro que la respuestas será la misma: “Porque son tontos o porque son tan corruptos como ellos”.
La fatiga informativa es un síndrome aparejado a nuestro tiempo. Antes de que esa fatiga se vuelva crónica y nos obnubile el cerebro, escuchemos de nuevo a los especialistas: “Todo lo importante que debemos saber sobre la vida no reside en la información que recibimos, sino que surge lentamente de nuestras propias reflexiones”.
Este sábado es día de reflexión. El que no ha reflexionado hasta ahora sobre todo lo ocurrido en Navarra en estas últimas décadas, ya no tiene remedio: se ha convertido definitivamente en “navarrísimo”. O en “para-navarrísimo”.
Este domingo es día de elección. Quienes han ido reflexionado en el día a día, quienes no quieren que les traten de tontos o les acusen de ser tan corruptos como esos políticos que han hecho de Navarra su cortijo, saben que es urgente darle la vuelta a la tortilla antes de que se queme del todo. Otros cuatro años más de régimen pueden provocar un síndrome de fatiga demoledor.