La apuesta de Esparza por una lista propia zanja 33 años de suma UPN-PP
El nuevo presidente de UPN, Javier Esparza, se decantó ayer abiertamente por concurrir en solitario a las elecciones estatales, algo que su partido solo hizo en 1979. Desde entonces, con fusión o sin ella, siempre hubo coalición, por lo que este movimiento abre otra era.
UPN concurrirá en solitario a las elecciones estatales del 20 de diciembre. Es el deseo de su nuevo presidente, Javier Esparza, verbalizado ayer, y parece difícil que se vea contrariado, ya que supondría desautorizar al máximo mandatario del partido a las primeras de cambio. Esparza fue claro: cree «totalmente necesario», más aún «imprescindible», que UPN «tenga voz propia en Madrid».
La apuesta de Javier Esparza no puede entenderse como coyuntural, sino que abriría una nueva senda en el partido. Basta recordar que UPN siempre ha concurrido en coalición con el PP a las estatales desde hace 33 años. Solamente en 1979, cuando el partido acababa de nacer, compitió en solitario, logrando apenas 28.284 votos, que le dieron una de las cinco actas de diputado que corresponden a Nafarroa. Ya en 1982 se alió con AP y PDP, lo que le rentó 76.255 sufragios y dos diputados, solo superados por el PSOE. También fue segundo, con 97.010 votos y dos escaños, en las estatales de 1986, esta vez de la mano de AP y PL en la llamada Coalición Popular.
Una historia de éxito
Desde 1989 hasta la fecha, UPN siempre se ha coaligado con el PP para las estatales, y ello le ha otorgado cómodas victorias en Nafarroa en las siete elecciones realizadas desde entonces, sin excepción. En 1989 la candidatura conjunta sumó 92.216 votos y tres diputados; en 1993, 112.228 y tres de nuevo; en 1996, 120.335 y dos diputados; en 2000, 150.995 (su techo) y tres; en 2004, 127.653 y dos; en 2008, 133.059 y dos; y la última vez, en 2011, 126.516 y dos escaños.
Así pues, esta entente electoral se ha mantenido desde antes de la fusión UPN-PP de 1991 hasta después de su final en 2008, forzado por Miguel Sanz, entonces presidente de UPN y de Nafarroa, con la consideración de que el paulatino ascenso abertzale en Nafarroa hacía más conveniente reforzar la unidad de acción con el PSN y obligaba a marcar distancias respecto al PP. Pese a que el partido de Mariano Rajoy se refundó en Nafarroa en ese 2008, en 2011 Yolanda Barcina y Rajoy pactaron concurrir juntos de nuevo a las estatales. Y esa parecía también la opción más probable ahora, pero el vuelco político producido en mayo ha cambiado el guión de UPN.
«Voz propia»
Esparza argumentó ayer en rueda de prensa que la nueva situación, «en un momento en que hay un Gobierno nacionalista en Navarra», obliga a UPN a «tener voz propia en Madrid», aunque siempre «con flexibilidad para llegar a acuerdos con los partidos que planteen iniciativas buenas para los españoles, más allá de la sigla que lo presente».
La subordinación de los diputados de UPN respecto al PP en estas tres décadas ha sido una constante. El ejemplo más relevante, y no poco vergonzoso, fue la cesión de dos diputados navarros a Coalición Canaria para que pudiera formar grupo propio en el Congreso, como parte del acuerdo del PP para que los canarios apoyaran la investidura de José María Aznar.
Obviamente, UPN asume no pocos riesgos con esta decisión en caso de que se oficialice, ya que queda obligado a competir con otras dos fuerzas de derecha con grandes aspiraciones a La Moncloa (PP y Ciudadanos), además de con el PSOE. Si bien en las pasadas forales UPN sumó 92.705 votos por apenas 13.289 del PP y 9.993 de Ciudadanos, es evidente que en entonces UPN agrupaba el voto útil como fuerza principal de las tres, mientras que ahora serán PP y Ciudadanos quienes disfruten esa baza.
Concurrir en solitario servirá a UPN para medir su fuerza exacta, sin el camuflaje de una coalición, y afrontar desde ahí lo que se presenta como una auténtica travesía del desierto dada la enorme pérdida de poder institucional que ha tenido en mayo.
En términos políticos, será interesante ver además cómo se diferencia el discurso de UPN del de su socio histórico del PP y del del emergente Ciudadanos, que tiene un discurso nítido contra el régimen foral. Esparza ya apuntó ayer que es necesario reivindicar el autogobierno navarro en Madrid porque hay personas que «no lo entienden». Y marcó brecha además respecto a la posición del Ejecutivo de Uxue Barkos porque «dice que va a defender el Convenio Económico de la mano del País Vasco, del lehendakari Urkullu, cuando el Convenio y el Concierto poco tienen que ver. Tenemos un gobierno que quiere que Navarra deje ser Navarra y se aproxime al País Vasco», denunció.
La portavoz del PP en Nafarroa, Ana Beltrán, prefirió no valorar esta, ahora sí, ruptura clara entre las dos fuerzas, que ya compitieron por separado al Parlamento navarro en mayo pese a haber voces partidarias de una coalición que agrupara el voto.
Siete aspirantes y cinco escaños
La pugna electoral en Nafarroa, por tanto, se presenta interesantísima por la atomización producida. Como quiera que la propuesta de candidatura única en defensa del cambio no parece tener visos de prosperar, se atisban hasta siete fuerzas con expectativas claras de lograr escaño: UPN, PP, Ciudadanos, PSN, Geroa Bai, EH Bildu y Podemos. Y solo hay cinco diputados en juego...