Beñat ZARRABEITIA

EL ÚLTIMO AVIADOR REPUBLICANO

De tener que luchar en la guerra a ganar títulos con el Girondins como jugador y el Barcelona como entrenador, sufriendo en el intervalo los rigores de un campo de refugiados. La vida de Salvador Artigas no tiene desperdicio, pero su pasión por el fútbol le llevó incluso a dirigir la selección española en 1969.

La vida de Salvador Artigas estuvo marcada por su participación durante la Guerra posterior al Golpe de Estado franquista de 1936. Y es que la biografía del que fuera entrenador de la Real Sociedad y el Athletic arroja pasajes sumamente interesantes. Nacido el 23 de febrero de 1913 en Barcelona, aunque existen fuentes que lo sitúan en Talavera de la Reina, inició su carrera como futbolista en los juveniles del conjunto blaugrana. Llegó a debutar en el primer equipo en la temporada 30-31, consiguiendo su único tanto en marzo de 1933 en un derbi contra el Espanyol en Sarriá. Un año después fichó por el Levante.

En el conjunto granota anotó su último gol el 2 de febrero de 1937, antes de enrolarse en el ejército republicano. Su decisión le impidió participar en la conocida como Copa de la España Libre, trofeo conseguido por el Levante. Un título que la entidad valenciana y diversas organizaciones políticas y sociales intentaron oficializar en 2007 pero al cual la CIHEFE –el Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español– no otorga validez debido a que el entonces presidente de la federación española Ricardo Cabot había enviado una circular a todos los clubes y federaciones dando cuenta de la suspensión de todas las competiciones oficiales.

Artigas disputaba partidos mucho más importantes en los que también demostró ser un precursor. Después de recibir un curso de instrucción en Agen, continuó recibiendo nociones en la Escuela de Alta Velocidad de El Carmolí, cerca de la localidad murciana de Los Alcázares. Se da la circunstancia de que el catalán fue el único aviador republicano que pilotó un Polikarpov I-16, también conocidos como “moscas”, sin haber sido instruido en la Unión Soviética. Al mando de uno de ellos participó en la Batalla del Ebro, como «punto de izquierda» de la escuadrilla Doble Seis comandada por Ángel Sanz Bocos «Vallecas».

La derrota en dicho frente, les obligó a buscar la retaguardia en los territorios aún controlados por la República española. El 6 de febrero de 1939, con la contienda decidida, los aviones de El Carmolí recibieron órdenes de partir a Toulouse. La salida, no obstante, fue una odisea ya que las tropas franquistas ametrallaron el aeródromo. Únicamente los Polikarpov de Balsa, Carreras y Artigas –el último en salir– pudieron escapar de la emboscada. El aterrizaje en el Estado francés tampoco resultó sencillo. El antiguo jugador del Barça no pudo tomar suelo en Toulouse por lo que finalmente aterrizó en Agen, el lugar en el que aprendió a volar.

El infierno de Gurs

Fue internado en el campo para refugiados de Gurs, en el Bearn, muy cerca de Euskal Herria. Un auténtico infierno según describió en 2007 el historiador Josu Chueca en su libro «Gurs, el campo vasco». En 1939, Gurs acogió a 24.520 personas: 17.712 republicanos, 6.555 Gudaris y 6.808 Brigadistas Internacionales. Una gestión de Telesforo Monzón permitió que todos los vascos pudieran ser agrupados allí, aunque las condiciones distasen mucho de ser las mejores. Era lo más parecido a una prisión, con casi 400 barracones, en los que el hambre, la sarna, las ratas o los piojos eran parte de una terrible realidad. Años después, durante el periodo del Gobierno de Vichy, que apoyó a la Alemania nazi, se convirtió en un campo de concentración para judíos. De allí salieron muchos trenes que hacían el recorrido Gurs-Oloron-París-Auschwitz.

Los aviadores, debido a sus conocimientos de mecánica, eran los que más posibilidades tenían para salir de los barracones y poder trabajar en alguna fábrica o taller. Sin embargo, en el caso de Artigas, se daba otra circunstancia. Poco tiempo antes, el donostiarra Benito Díaz se había convertido en el primer entrenador de la historia de un equipo recién formado que respondía al nombre de Girondins de Burdeos. Después de haber dirigido a la Real entre 1926 y 1930, Díaz se dedicó íntegramente a su negocio de traslado de naranjas al Estado francés. Tras el Golpe de Estado franquista se fue al exilio.

En el equipo marine et blanc reclutó a los también vascos Jaime Manzisidor y Santi Urtizberea, ambos antiguos jugadores del Real Unión. «El tío Benito» conoció la situación de Artigas en Gurs y decidió ficharlo para el Girondins junto al también republicano Paco Mateo. Su etapa no pudo ser más fructífera ya que gracias a un tanto de Urtizberea consiguieron ganar la Copa de 1941, primer título de la historia del Girondins. Un equipo que se deshizo poco después, debido a la II Guerra Mundial y al retorno de Benito Díaz a Donostia para entrenar de nuevo a la Real. Pese a ser un republicano convencido, prefirió retornar a la Gipuzkoa de la posguerra que seguir en un Estado francés ocupado por los nazis.

La temporada 42-43, Artigas jugó cedido en Le Mans, siendo la selección bretona su siguiente destino, combinado que le abrió las puertas del Rennes. En el conjunto rojinegro militó un total de cinco años. Hasta 1949, cuando Benito Díaz le recomendó fichar por la Real. No fue una decisión sencilla, temeroso de las represalias que pudiera sufrir. Cruzó solo el puente que une Hendaia con Irun, dejando a su mujer Ana en la localidad costera. Jugó tres temporadas con el conjunto txuri-urdin antes de colgar definitivamente las botas.

El fútbol era su pasión, por lo que decidió recorrer el camino inverso y retornar a Rennes como entrenador. Como si de un bucle se tratase, en 1955 pasó a ocupar el banquillo de Atotxa, dirigiendo a la Real durante cinco cursos. Una labor que le valió la posibilidad de volver también a Burdeos. En el libro sobre la historia del Girondins escrita por el periodista François Trasbot, Artigas cuenta con un capítulo especial titulado “La rigeur du catalan”. O lo que es lo mismo, «el rigor del catalán». Y es que sus métodos no dejaban indiferente a nadie, especialmente por su dureza. Pese a ello, siguió agrandando su leyenda en el Girondins al dirigir a los marine et blanc durante siete temporadas. Los jugadores le llaman «Mister K.O».

«La final de las botellas»

Como si se tratase de cerrar círculos de forma constante, en 1967, el presidente del Barcelona Narcis Carreras le contrató para entrenar al conjunto blaugrana. Al frente del conjunto catalán pudo tomarse una pequeña revancha moral y deportiva al ganar la Copa de 1968 ante el Real Madrid en el Bernabéu bajo la mirada de Franco. Fue una cita llena de polémica, conocida como «la final de las botellas» debido a las protestas de la afición blanca. Una campaña después, el Barça de Artigas estuvo cerca de la gloria europea pero sucumbió ante el Slovan de Bratislava en la Recopa. Éxitos que le sirvieron para dirigir a la selección española durante cuatro partidos en 1969 compartiendo dirección técnica con Miguel Muñoz y Luis Molowny.

Después de un breve paso por el Elche, al inicio de la temporada 71-72, el Athletic decidió hacerse con sus servicios. El equipo rojiblanco atravesaba un mal momento que provocó el cese de Ronnie Allen. En su debut, Artigas consiguió la victoria en el Camp Nou gracias un tanto de Fidel Uriarte. Discreto, fue el primer inquilino externo que conocieron las instalaciones de Lezama, y acabó siendo conocido como «el monje» debido a su modo de vida, totalmente alejado de los lujos.

Según contaba el veterano periodista Alberto Bacigalupe en el periódico municipal “Bilbao” en 2005, el catalán dio muestras de su carácter en Bilbo, elegante e inquieto. Al parecer, después de cada derrota, caminaba a solas por el césped de San Mamés. Algo similar a lo que haría Marcelo Bielsa varias décadas después.

Su figura generó opiniones opuestas en la capital vizcaina, desde «los dos de preferencia» que le amargaban la existencia detrás del banquillo de La Catedral hasta los que apoyaron fervientemente su renovación. Finalmente, el club decidió no prolongar su contrato y fichó al serbio Milorad Pavic. Un entrenador que llevó a los leones a ganar la Copa de 1973.

Concluido su periplo rojiblanco, Artigas pensó seriamente en retirarse y dedicarse a sus negocios zapateros en Benidorm. Su última experiencia al mando de un equipo fue con el Sevilla, conjunto al que no logró ascender a Primera. Era el momento de emprender otro camino. Sin embargo, no terminó nunca de alejarse totalmente del fútbol. Falleció el 6 de septiembre de 1997 tras sufrir un ataque cardiaco. Dicen que voló por última vez viendo un partido.