Los científicos de Aranzadi han encontrado restos de cuatro menores de edad en la sima de Legarrea, en Gaztelu. El hallazgo concuerda con el cruel relato del final de la familia Sagardia Goñi, según el cual una mujer embarazada y seis de sus siete hijos fueron arrojados a ese agujero de más de cincuenta metros de profundidad por motivos que aún están poco claros.
El equipo forense compuesto por Paco Etxeberria, Asier Izagirre y Tito Agirre está convencido de que los restos óseos parciales que han encontrado hasta ahora pertenecen a cuatro menores distintos. Concretamente, algunos de ellos podrían pertenecer al mayor de los hermanos que fueron arrojados a la sima junto con su madre. Su tamaño y forma concuerdan con los de un varón de 16 años, que es la edad que tenía Joaquín Sagardia cuando lo tiraron al pozo.
El primer día de trabajo afloraron restos óseos de dos niños muy jóvenes, que podrían corresponder a Martina o José, que tenían 6 y 3 años en el momento de su muerte. Además de estos, los documentos señalan que deben aparecer también Antonio y Pedro Julián, a quienes se arrojó con 12 y 9 años. Completan la lista de desaparecidos la madre, Juana Josefa Sagardia, a la que tiraron estando embarazada y la más pequeña de todos los hermanos: Asunción, que tenía año y medio.
La recuperación de restos aún no está terminada. El grupo de espeleólogos Satorrak ha completado las labores de limpieza en el fondo de la sima. Además, adecuó el agujero con útiles de escalada para facilitar el trabajo de los forenses Pese a los avances, en estos primeros días no ha podido completarse la tarea. Por tanto, habrá que realizar una acometida de duración más larga, ya que algunos de los restos que se están buscando han podido introducirse en una grieta al fondo de la sima.
¿Una «sorgina» en Gaztelu?
Una vez se complete tanto la extracción de los huesos como su estudio, los restos humanos van a quedar a disposición de los familiares. El mayor de los siete hermanos Sagardia Goñi (ya fallecido) trabajaba en el monte cuando mataron a los demás. Asimismo, Juana Josefa Goñi tenía una hermana en Donostia cuyas hijas mantuvieron una relación estrecha con los primos a los que mataron. Son estos descendientes quienes tienen qué decidir qué harán con los restos que se puedan rescatar del pozo.
Según Jose Mari Esparza, autor de “La sima” –el libro en el que se exponen los detalles del crimen–, por el momento la familia no tiene claro qué hacer y hay varias opciones sobre la mesa. No obstante, Esparza apunta a que la idea es hacer algo para «simbolizar la reconciliación» entre la familia y el pueblo.
Más allá de la crueldad y del horror, lo fascinante de este crimen múltiple es que no se ajusta al molde de otras ejecuciones sucedidas al calor del golpe de Estado de 1936. En Gaztelu todos se alinearon con los golpistas, por lo que el móvil ideológico está absolutamente descartado.
Eliminada la motivación política, han quedado en la memoria colectiva de Gaztelu motivos como pequeños robos o que la madre era muy guapa («emakume xarmanta») como detonantes del crimen múltiple. No obstante, a Esparza no le cuadran estas versiones, dado que el castigo no fue proporcional y no justifica ni de lejos la muerte de niños tan pequeños. «Llegados a este punto, solo lo irracional puede justificar lo ocurrido», asegura el historiador. Esparza sostiene que la teoría madre ejerció como una suerte de curandera. De hecho, los parientes más cercanos recuerdan ritos y supersticiones de su hermana, que abundan en la idea de que Juana Josefa pudiera ser una conocedora de saberes paganos o, si se quiere, una sorgina.