Víctor ESQUIROL

TODD SOLONDZ Y BERTRAND BONELLO, LA OTRA FIESTA DE LAS SALCHICHAS

EN LA IMPREVISIBILIDAD QUE RIGE LA SELECCIÓN DE PELÍCULAS DE ZABALTEGI-TABAKALERA, DESCUBRIMOS EN LA FIGURA FÁLICA DEL FAMOSO EMBUTIDO, QUE EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE ES TAMBIÉN EL PERRO LAZARILLO IDEAL.

En la sesión doble de hoy en Zabaltegi, dos substancias tan inmiscibles la una con la otra como lo son Todd Solondz y Bertrand Bonello. Por partes. El que allá por la década de los 90 fuera considerado como un dios del indie americano gracias a hitos como “Bienvenidos a la casa de muñecas” o “Happiness”, sigue sin reencontrarse con su mejor versión, lo cual para nada quiere decir que esté en baja forma. Al contrario, con “Wiener-Dog” demuestra que su universo personal, por mucho que recurra a sus propios lugares comunes (a partir de este ingrediente fundamental se construye el film en cuestión), sigue siendo capaz de sorprender. Y a fe que lo consigue.

Su particular recorrido por la geografía estadounidense, podría tener en la figura de un perro-salchicha su único nexo, pero en realidad posee uno mucho más potente: el de una capacidad para provocar y pillar descolocado que se mantiene casi intacta. Sí, muchas de las rimas en este poema marginal ya las hemos oído antes, pero a fuerza de repetirlas, se han ido adquiriendo una serie de matices (tanto en la recitación como en la posterior interpretación) que al final profundizan en el valor de un producto que entra por su violenta comicidad, y cala por su profunda comicidad.

¿Hay espacio para más? Para un cortometraje, siempre. Bertrand Bonello presenta en primicia mundial “Sarah Winchester”, encargo de la Ópera de París saldado en contundente cocktail artístico. El enfant terrible agita y arroja. Para cuando la mezcla ha explotado, nos ha regalado media hora de música electrónica, ópera, ballet y, claro está, cine en estado puro. Decía Hemingway que cuando hacía una novela, era porque no había logrado hacer un relato corto. La síntesis como esa quimera casi indomable. Pues va Bonello y la somete a su voluntad, y en esta brevedad es cuando encuentra la precisión, ahora sí, de los grandes maestros. Chapeau.