Ainara LERTXUNDI

Colombia año 2000: los enemigos se acercaron en los sótanos vaticanos

Corría el 2000 cuando los sótnos de la casa Santa Marta del Vaticano acogieron un encuentro secreto con las FARC para «saber cómo el enemigo veía el problema y que supiera cómo lo veíamos nosotros». Lo reveló Guillemo León Escobar, embajador de Colombia en la Curia y protagonista de la cita.

Los sótanos de la Casa Santa Marta del Vaticano sirvieron en el año 2000 de lugar de encuentro entre ocho relevantes miembros de las FARC-EP –«a excepción de Manuel Marulanda»–, el embajador colombiano en la Santa Sede y varios cardenales para «saber cómo el enemigo veía el problema y que éste supiera cómo lo veíamos nosotros». Lo narró Guillermo León Escobar, embajador de Colombia ante el Vaticano y uno de los asistentes a aquella cita, durante su intervención anteayer en las jornadas organizadas por Sabino Arana Fundazioa en Bilbo sobre «transformaciones políticas y sociales en Latinoamérica» junto a Enrique Santiago, asesor jurídico de la delegación de paz de las FARC-EP en La Habana.

«Esas conversaciones, que nunca se hicieron públicas, fueron propiciadas por Juan Pablo II. Se trataba de un acercamiento para que nos dijeran dónde estaba el problema, saber cómo lo veía el enemigo y que éste pudiera saber cómo lo veíamos nosotros. ¡Atención! Ni las FARC nos dijeron toda la verdad de lo que pensaban, ni nosotros les dijimos toda la verdad. Dentro de la sabiduría propia de la Santa Sede se había pedido que hicieran la solicitud por escrito. En ella se podía leer ‘querer ser oídos’. Cuando al final le preguntaron al arzobispo Lingua, hoy en día nuncio en Cuba, qué opinaba, éste les respondió que no podía hablar porque en la solicitud habían pedido ser oídos. Joaquín Gómez [uno de los negociadores de las FARC en La Habana] le replicó, en tono jocoso, que cómo podía callar teniendo ese apellido. Aquella visita orientó mucho lo que sería la futura agenda de negociaciones con el gobierno de Andrés Pastrana. Se dijeron cosas que algún día habrá que recoger. Yo aún me niego a escribirlo», señaló León Escobar.

La visita de «Gabo»

Aquel año también recibió otra «interesante» visita, esta vez del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, quien viajó a Roma de «incógnito».

«En una conversación con cardenales con los que tenía relación, defendió que ‘Colombia debía de tener una segunda oportunidad sobre la tierra’ y que quienes se dedican a analizar la violencia en el país deberían de empezar por el mismo momento en que comenzaron las desavenencias y luchas internas de la insurgencia contra el Imperio español, ‘porque no hemos tenido ni un solo día en la historia desde la independencia sin confrontación’». A ese respecto, León Escobar fue muy crítico con la tradición colombiana de «arreglar las cosas mediante la violencia que se pueda ejercer sobre el otro. En mi casa, el muro de Berlín fue una tontería. Tuvieron que dividirla por la mitad para que una parte fuera habitada por el sector liberal de la familia y la otra por el conservador. Cuando los liberales y conservadores llegaron a un acuerdo para administrar alternamente el Estado tuvieron que derribar el muro, pero negociaron muy bien de quién iba a ser la propiedad de la casa. Estamos, por tanto, acostumbrados a llevar procesos de paz en pequeño», relató para ilustrar cómo la guerra y el «virus de la venganza» han atravesado a la sociedad colombiana.

«La Unión Patriótica fue diezmada por el paramilitarismo y por la venganza de sangre –en la memoria de algunos se conservaba que aquel que había matado a su hijo no tenía derecho a sobrevivir–. Mientras esa conciencia no se cambie, cualquiera de nosotros puede soñar con una paz jurídica, política... pero en el fondo existe una estructura de venganza que es necesario erradicar a través de la educación y de la aceptación de la dignidad del enemigo».

Tras contar esa historia y refiriéndose ya a la crisis actual tras el plebiscito, León Escobar pidió un verdadero «examen de conciencia» porque «ninguno de nosotros es inocente. Hay un problema en la votación del domingo; el sector urbano se cree inocente porque no ha sido tocado por los efectos reales de la guerra. En el voto por el ‘no’ se blindaron las ciudades, pero eso es muy peligroso porque si no hay paz, tarde o temprano, les llegará en forma o de violencia o de inseguridad».

Alzheimer «táctico»

«El olvido es parte de nuestra memoria. Los colombianos manejamos una especie de Alzheimer táctico, es decir, olvidamos lo que queremos olvidar como si no hubiera existido», resaltó. «Yo no conozco a nadie de los procesos de paz anteriores que haya ido a la cárcel. Cuando mis abuelos dejaron las pistolas y se quitaron el uniforme del partido, pactaron la paz. No recuerdo que tuviéramos que visitar a ningún familiar en la cárcel. Y muchos de ellos terminaron en los parlamentos», añadió.

«En el gobierno de César Gaviria hubo un pacto político con el M-19 que dio a esta guerrilla 19 curules [escaños] en el Congreso y nadie dijo nada. Se aceptó el derecho a la representación política de aquellos que se habían acogido a la Constitución, porque nadie entrega algo para quedarse con nada», subrayó.

«Una ventana que se abre»

«¿Cuál es la verdad hoy día? En términos políticos, el Estado colombiano no venció a la guerrilla, pero la guerrilla tampoco venció al Estado. Entonces, nos tenemos que sentar y ver cómo la sociedad colombiana gana en el acuerdo de quien legítimamente la representa y de quien la controla», manifestó.

«Los hechos son tozudos. Yo pensaba que ganábamos 70-30. Cuando me di cuenta que perdimos por 60.000 votos, el golpe es duro; tenemos una victoria frágil y una derrota cierta. La evidencia es que el país está dividido y no tenemos otra alternativa que ver cuánta es la buena voluntad que resta de estas negociaciones que se han hecho en el pasado y de estas. Con la declaración inmensamente oportuna de Timochenko la misma noche del domingo, diciendo que seguirán utilizando la palabra como única arma política y proclamando el mantenimiento del silencio de las armas de fuego bilateral, sentí que en la derrota se nos había cerrado una puerta pero que con esas declaraciones se habían abierto varias ventanas. Y uno a casa entra o por la puerta o por la ventana. Lo importante es saber entrar», estimó el embajador.

Para salir de esta espiral, abogó por «eliminar el miedo de nuestra cultura y aceptar que la democracia tiene varias orillas».