Después de que el obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, diese a conocer ayer la existencia de una tercera denuncia, por vía civil y eclesial, contra el exvicario Juan Kruz Mendizabal por abusos sexuales en 1994, la víctima ha relatado los hechos a ‘Berria’. El martes la Iglesia anunció que había condenado a Mendizabal por dos casos de abusos sexuales a menores en 2001 y 2002.
El joven, M.A.,que ahora tiene 36 años, denuncia los abusos sufridos durante un campamento de verano de los scout en Burgi, en el que se reunieron menores de entre 13 y 16 años. En aquella época, Mendizabal, que tenía 32 años, ocupaba el cargo de consejero de la Iglesia en el grupo de scout de Gipuzkoa. «Lo conocíamos bien, nos juntábamos muchas veces. Era alegre y cercano. No era como los demás curas, era un referente para nosotros», señala.
La víctima relata cómo en una noche se despertó en su tienda de campaña al notar tocamientos en el pene y los testículos. «No me lo podía creer, notaba a alguien dentro de la tienda, mientras que con la otra mano se masturbaba». Asegura que pronto supo que se trataba de el exvicario Mendizabal.
Varios monitores confirman que el joven buscó auxilio tras salir de la tienda, donde se enfrentó a Mendizabal. Tras ello, uno de los curas con responsabilidad del campamento y los monitores decidieron llevar a casa a la víctima, mientras que Mendizabal argumentó que el joven «se había despertado gritando, como si hubiese tenido una pesadilla».
Dos días después los padres del joven lo volvieron a llevar al campamento, donde ya no se encontraba Mendizabal, que seguía negando los hechos: «Era mi palabra contra la suya», recuerda el joven. «Me dijeron que si se hacía público habría consecuencias y que eso también me podría perjudicar. Mis padres decidieron que era algo puntual, una mala experiencia que era mejor olvidar», añade.
Hace un mes, en el funeral de un allegado, la víctima se volvió a cruzar con Mendizabal: «Se me revolvió todo. Han pasado años y nadie me ha ayudado. No sabía lo que sería llevar esta basura dentro durante tanto tiempo. No hubo violencia física, pero hizo lo que hizo porque era menor, un niño, aprovechando que estaba solo», apunta. «Eso tiene un nombre: abuso sexual. Y tiene un apellido: Realizado por un miembro de la Iglesia».
Ahora ha decidido denunciarlo y contarlo porque «algo no estaba bien» en su interior. «Me he dado cuenta de que habrá niños, jóvenes o personas mayores que habrán sufrido lo mismo que yo con la misma persona».