Nerea GOTI

Mercadillo de Dos de Mayo, una cita diversa y atractiva

Lo moderno y lo clásico, lo extraordinario y lo habitual se dan la mano puesto a puesto a lo largo de la calle Dos de Mayo. Lo diverso, en definitiva, como el barrio que proyecta cada primer sábado de mes, es lo que convierte en auténtico un rastro que no deja indiferente a nadie.

No es la de Dos de mayo una cuesta muy pronunciada. El desnivel apenas es perceptible si nada más cruzar la Ría desde el Casco Viejo se encuentran puestos en los que detenerse, comercios a uno y otro lado de la calle en una subida en zig zag para no perderse qué se vende, pero también cómo palpita una calle con mucha vida, sobre todo los primeros sábados de mes coincidiendo con el rastro que lleva el nombre de la calle y que en su edición de mayo se convierte en una explosión de actividades y actuaciones en paralelo al mercado.

Sería difícil de inventariar qué se puede adquirir allí y aún más complejo datar algunos objetos. Viejos teléfonos, candelabros, maletas que aún llevan impresa la fecha y el destino de la última facturación, cajas de época antiguas, muñecas, extraños artilugios y hasta cencerros con solera salteados entre los 70 puestos que los primeros sábados de mes copan una calle, en la que aún hay muchísimas solicitudes en la lista de espera.

Quien se acerca lo hace para ojear entre discos de vinilo, percheros de prendas de segunda mano y de nueva confección, nuevos diseños, complementos, bisutería artesana, libros, banderas, pegatinas, colecciones de Play Movil, antigüedades, jabones y pasta artesana ecológica... en un plan que incluye encuentros, gente que se reúne para tomar pinchos y potear, comprar, consultar y charlar con los expositores. No hay un perfil ni una franja de edad marcada que defina sus visitantes, porque el atractivo reside en la diversidad e igual de diversa es la gente que lo frecuenta.

Coincidiendo con esa filosofía, Ricardo, que vende música en uno de los primeros puestos de la calle, destacó que el suyo es un stand «bastante ecléctico», nada especializado y sí muy diverso, en el que «todo el mundo puede encontrar algo que le pueda gustar». Lo mejor del mercado, según apuntó, es que «hay gente que se conoce de siempre» y ganas de que esta cita sirva para derribar barreras y poner en valor ante el resto de Bilbo a un barrio con muchas oportunidades. Lo peor, la lluvia, y que «no hay mucho apoyo por parte del Ayuntamiento», tal y como comentó, al recordar que hubo un concurso de proyectos para cubrir la calle pero que se quedó en nada.

mantener la identidad

Ainara Arkotxa, responsable de logística del mercadillo, resaltó que la cita es una ocasión para «normalizar» la zona, «atraer a gente que no se le ocurre pasar por aquí» y mostrarle que hay vida, tiendas, estudios... «El que no vive aquí tiene muchas veces una idea que no se corresponde con la realidad y cuando llega se sorprende», según comentó.

Los impulsores del rastro subrayan que este no es una pantalla del barrio sino un reflejo de su propia identidad.

Según señaló Arkotxa, algo que les gusta mantener es «que los puesteros solo pagan diez euros, que es poco, porque venden». Como destacó, el objetivo principal no es económico, sino «que venga gente de todo tipo, gente que lo hace por ocio pero también gente del barrio que vive de ello». «No queremos ni profesionalizarlo ni que tengan que pagar 60 euros», explicó. Por ello, rechazan también que se quiera etiquetar la cita. «No es solo para gente joven o para modernos, ni mucho menos, no va por ahí, este es un plan que puede ser perfectamente para toda la familia», según remarcó.

De acuerdo con esa visión, Esti, otra de las expositoras del mercadillo, que junto con un grupo de amigas ha lanzado la marca Burrito García, comentó a GARA que hay muchos buenos mercados en Bilbo pero este tiene un toque especial. «Es un plan de ciudad, muy cercano, aquí hay mucha sintonía entre la gente, los organizadores le ponen muchas ganas y se crea un ambiente especial entre quienes vendemos y quienes pasan por aquí», según expuso.

Cuna de proyectos

Comparten espacio en la misma calle proyectos como Estudio 14, Anti Liburudenda o TrakaBarraka, entre otros. En Estudio 14 trabajan cuatro artistas dedicadas al cuero, la confección y un proyecto textil de memoria histórica, cada una de ellas con su proyecto individual, que colaboran también con el mercadillo, abriendo su espacio a más personas que pueden exponer allí.

«Nosotras estamos de continuo aquí, pero el resto del mes es, sobre todo, taller. Estamos trabajando, produciendo lo que después vendemos y que son las cosas que están en la parte exterior», explicó Mirari, una de las componentes de Estudio14, que imparte clases de costura en euskara y castellano.

Sobre el proyecto textil de memoria histórica, Gabriela precisó que se trata de una iniciativa para «recuperar técnicas artesanales en vías de desaparición, mezclarlas con las tendencias de moda y elaborar unos kits para fabricar uno mismo accesorios y eventos». Se trata de recuperar técnicas «como la del mendigoizal, un tipo de punto con un acabado que está en vías de desaparición porque no está documentado, muy poca gente lo conoce y porque las únicas personas que lo han hecho ha sido reproduciendo unas muestras que han ido encontrándose, pero ya casi nadie hace eso». El próximo paso será recuperar la técnica del esparto, también en vías de desaparición. «La idea es hacer un kit con unas instrucciones que explican de dónde viene la técnica del esparto y cómo se hace el accesorio, que va a ser un cinturón», explicó. Proyectan «subirlo todo a la red en abierto, con vídeos y explicaciones».

«Para nosotras esta cita es nuestro escaparate, porque no es una zona muy comercial y aunque está muy cerca del centro a la gente le cuesta», comentó Mirari sobre el mercado.

Peatonal e iluminada

Anti Liburudenda es uno de los primeros comercios no ligados a la alimentación que se asentó en Dos de Mayo hace doce años y uno de los impulsores del mercadillo. Javier Nevado, trabajador de esta librería consideró que hay que aclarar que «es un barrio donde hay desigualdades, precariedad, exclusión social, falta de iniciativas laborales... pero en el que la inseguridad es un problema que está muy por detrás» de los anteriores y en el que «el rastro junto con el trabajo del día a día de mucha organizaciones y de la gente que abre sus comercios, como nosotros, les «ayuda a atraer gente». «Este es un modelo muy libre, que no se pliega a modas ni a tendencias, donde conviven la modernidad y las cosas de toda la vida, libreros de viejo, gente que parece que casi ha abierto sus trasteros y bajado sus cosas, gente que hace artesanía muy especial... buscando que el barrio se regenere sin perder su identidad, que no pierda su principal valor que es la multiculturalidad», destacó.

Como Ainara Arkotxa, Nevado considera que el mercado necesita crecer, pero también una mayor implicación del Ayuntamiento, que se apropia del éxito del rastro y los lanza en sus guías, pero no elimina trabas como la de tener que renovar los permisos cada mes.

A juicio de Nevado, la calle «está pidiendo a gritos su peatonalización y que se mejore la iluminación, porque «es difícil atraer a la gente cuando las aceras son estrechas y la iluminación es muy pobre». «No estamos hablando de atraer solo turistas sino a la gente de Bilbao. Aunque no fuera una ciudad turística, tendría sentido revitalizar un barrio como este y ayudar a que cambie la percepción», agregó, al tiempo que apostó por saltar a una periodicidad semanal como ocurre con otros rastros similares, lo que podría animar a más comercios a asentarse en el lugar.