Agustín GOIKOETXEA
BILBO

Barrenetxea relató su calvario al forense de la AN y él la vio «normal»

El forense que asistió a Sandra Barrenetxea en los calabozos de la Dirección General de la Guardia Civil y en los de la Audiencia Nacional reconoció en su declaración en el juicio que se sigue en Bilbo que la detenida le refirió en varias ocasiones maltratos, vejaciones y amenazas, pero dijo no ver «muestras de ello en el rostro, ni en sus pupilas».

La declaración de Juan Miguel Monge Pérez, forense al que el magistrado Fernando Grande-Marlaska asignó la vigilancia del estado de salud de los nueve independentistas detenidos por su militancia en Ekin, fue la única que se escuchó ayer en la tercera sesión del juicio contra guardias civiles por torturas a Sandra Barrenetxea, que hoy concluye en la Audiencia de Bizkaia. El médico manifestó que desde el primer reconocimiento –practicado el día 14 de setiembre de 2010 a las 20.20 en los calabozos de la Dirección General de la Guardia Civil– hasta el último –el día 17 a las 17.15 en la Audiencia Nacional–, la joven le fue relatando distintos episodios de maltrato, vejaciones y amenazas que había padecido, aunque aseguró que él «no apreció signos lesivos» en su rostro y pupilas.

Desde ese contacto con Barrenetxea supo lo que sufrió en el traslado en coche desde Bilbo pero apostilló que no le permitió que le hiciese una exploración en profundidad. La víspera, en su declaración, la denunciante se quejó de que no vio que el forense «apuntara nada de lo que yo le contaba».

A lo largo de su declaración a través de videoconferencia desde Madrid, Monge Pérez fue reconociendo que, en la mayoría de sus visitas al calabozo, Barrenetxea le iban contando nuevas agresiones, amenazas de violación y de que iban a dejarla estéril, aunque no la exploró más allá de observar el color de la piel del rostro, constatar que mantenía la movilidad del cuello y el aspecto de las pupilas. «Estaba consciente y orientada», respondió a la letrada de la acusación particular, Ana Tudanca, a quien confirmó que la detenida conocía que estaba pendiente de que le ampliaran o no la incomunicación.

El fiscal le interpeló acerca de si encontró en los exámenes realizados a Barrenetxea signos de que hubieran tratado de asfixiarla con la bolsa, como ella insiste una y otra vez. «Si hubiese algún signo lesivo lo hubiera reflejado en los informes», precisó, comentando más adelante que los contactos los tuvieron ellos dos solos, sin presencia de agentes y con la puerta cerrada. El forense manifestó que no encontró huellas del maltrato que le relataba la detenida con golpes y posiciones forzadas, obligándola a estar en cuclillas. Y recalcó que Barrenetxea «era muy consciente de la situación».

«En todas las entrevistas estuvo con el porte tranquilo y sin llorar», añadió en una de sus contestaciones al representante del Ministerio Público. Y lo reiteró a pregunta del tribunal.

El letrado de los guardias civiles, Carlos Aguilar, preguntó al médico de la Audiencia Nacional si apreció que la detenida estaba sufriendo alguna crisis de ansiedad cuando la fue visitando, lo que Juan Miguel Monge Pérez negó. También dijo que no percibió que la joven tuviera rota la ropa. Argumentó que con el relato que le fue haciendo de agresiones desde su traslado a dependencias policiales «lo habitual es que una persona se encuentre con estrés y ansiedad».

Respecto a las quejas de Barrenetxea por el dolor que tenía en el cuello a raíz de los golpes y posiciones forzadas que sufrió, el perito dijo que no encontró ningún signo y que disponía de una movilidad normal. Un día antes, la denunciante se quejó de que ese médico no fue capaz de darle un analgésico para tratar de paliar el dolor que tenía en las cervicales a raíz de los continuos golpes y posiciones forzadas que le obligaron a adoptar los guardias civiles que la interrogaban.