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Colocación de nuevos adoquines en Iruñea en recuerdo de veinte fusilados

Las calles San Antón y Mayor de Iruñea serán escenario de la colocación de nuevos ‘adoquines tropezones’ en recuerdo de personas que fueron fusiladas por el franquismo a raíz del golpe de Estado de 1936. La Asociación de Familiares de Fusilados de Nafarroa Guerra Civil 36 colocará un total de veinte placas el próximo jueves 4 de mayo a partir de las 19:00 horas.

Adoquines en recuerdo de fusilados del 36 colocados anteriormente. (Iñigo URIZ/ARGAZKI PRESS)
Adoquines en recuerdo de fusilados del 36 colocados anteriormente. (Iñigo URIZ/ARGAZKI PRESS)

La colocación comenzará en la calle San Antón (esquina con San Miguel) y se colocarán ocho en esa calle y otros doce en la calle Mayor.

En junio de 2015, en la calle de la Merced de Iruñea, la citada asociación inició este proyecto y «a partir de entonces nos implicamos en su desarrollo. Posteriormente se ha continuado en varias calles de Pamplona (Jarauta, Eslava, Mercaderes…) y en pueblos como Burlada, Larraga, Villava, etc», según señala en una nota.

La asociación añade que «las aceras de nuestros pueblos y de Pamplona (al igual que en ciudades de Alemania, Austria, Holanda, Francia, Italia  y otros países europeos lo están señalando la vivienda de víctimas del nazismo), podrían estar cuajadas de 3.452 placas de latón como las que aquí se ven, señalando el portal en el que vivieron las victimas de nuestro holocausto particular. ‘Aquí vivió’ dice en un breve y eficaz recordatorio, seguido del nombre, año de nacimiento, fecha de su desaparición y destino final con la fecha de su asesinato. El adoquín o placa se coloca en la acera o calle, delante de la puerta del último domicilio de la víctima».

A diferencia del monumento tradicional, el de los adoquines brillantes «no se encuentra en un lugar acotado, sino que se funde con el espacio público, la misma esfera en la que comenzó a desarrollarse el terror franquista».

La asociación señala que «cuando la gente que pasee por las calles los vea, brillando con su color dorado, o cuando tropiecen con ellos porque sobresalen ligeramente de la superficie del suelo, cuando intenten leer lo que está grabado en ellos, sin darse cuenta inclinarán la cabeza. Solo entonces perciben que exactamente allí, frente a ese edificio o negocio, una vez vivió no hace mucho tiempo una persona  que fue víctima solamente por pensar distinto, y que sus hijos y nietos conviven con nosotros. Los adoquines fueron depositados allí para romper la rutina de nuestras vidas y obligarnos a recordar. Al agacharse para leer el texto en el adoquín, la gente se inclina simbólicamente ante las víctimas. Y van siendo parte del paisaje urbano de nuestras ciudades y pueblos».