Ingo NIEBEL

Detenciones en el Ejército desempolvan el pasado nazi

La Fiscalía investiga la existencia de una célula violenta de índole ultraderechista en las Fuerzas Armadas tras el arresto de dos oficiales. La ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, intenta mantenerse en el puesto prometiendo un cambio de las tradiciones militares del Ejército. Alemania debate de nuevo sobre el pasado nazi en sus cuarteles.

La canciller, Angela Merkel (CDU), ha respaldado, por ahora, a su ministra de Defensa, Ursula von der Leyen (CDU), quien en estos días está luchando por mantenerse en el cargo tras el escándalo que sacude a las Fuerzas Armadas, la Bundeswehr, por la detención de dos oficiales que supuestamente planeaban atentar contra el jefe del Estado, uno de ellos haciéndose pasar por un refugiado sirio. Ayer, ante la Comisión de Defensa del Parlamento, se defendió anunciando que se analizará el liderazgo interno y la disciplina dentro del Ejército y se revisará la formación política de los soldados y sus tradiciones. Ella misma dañó recientemente su imagen al responsabi- lizar a las Fuerzas Armadas y a su jerarquía por las circunstancias en las que se ha producido este escándalo, olvidando que es su máxima responsable política y militar en tiempos de paz. Desde entonces, su futuro político pende de un hilo en un momento marcado por las elecciones generales en setiembre.

La punta del iceberg es la detención de dos tenientes del Ejército de Tierra y de un civil amigo de ambos, sospechosos de haber planeado varios atentados con armas de fuego contra altos representantes del Estado. El primer detenido, Franco A. entró en el radar de las fuerzas de seguridad alemanas cuando se le detuvo en el aeropuerto de Viena por haber escondido una pistola en un baño público. Después se supo que el teniente había presentado un examen lleno de alusiones ultraderechistas cuando realizaba un curso en una academia militar francesa. Hasta su arresto, el oficial pertenecía a la Brigada francoalemana. Se sospecha que junto con su compañero Maximilian T., habría sustraído centenares de cartuchos, que dejaron bajo custodia del estudiante Mathias F.. Además, Franco A. se hizo pasar por un refugiado sirio y pidió asilo político en Alemania. Su colega militar le cubría para que pudiera interpretar el doble papel de oficial y falso refugiado.

Al trío se le investiga por haber planeado atentados contra el expresidente Joachim Gauck y contra el titular de Justicia, el socialdemócrata Heiko Maas. Hasta ahora, la Fiscalía Federal solo ha revelado que ambos políticos eran su objetivo por sus posiciones favorables a la acogida de refugiados en Alemania. Von der Leyen anunció nuevos datos en los próximos días.

Pero la existencia de un grupo de estas características en las Fuerzas Armadas alemanas no puede sorprender por varias razones. Ya en 2015, el excomandante general Gerd Schultze-Rhonhof protestó públicamente contra la política de acogida de refugiados, instando a Merkel a entregar el Gobierno al ministro presidente bávaro, Horst Seehofer, su mayor crítico entonces. Este traspaso del poder ejecutivo no es posible, según la Ley Fundamental, sin cometer un golpe de Estado.

El Servicio Militar de Contraespionaje (MAD) tendría, en teoría, que haber actuado ante las declaraciones del general retirado y a la hora de evitar las actividades de los dos oficiales detenidos. De nuevo parece haber fallado, como ocurrió con la célula neonazi Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU), que en diez años mató en Alemania a una decena de personas hasta su «autodisolución» por el suicidio de dos de sus tres integrantes en 2011.

Que el MAD vuelva a fallar en la lucha contra el extremismo político, su principal tarea aparte del contraespionaje, tampoco sorprende. La semana pasada el grupo de Die Linke en el Ayuntamiento de Colonia denunció por un supuesto comentario neonazi a un capitán del MAD y concejal por la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD). No es el único que milita en este partido.

Todos estos casos, al margen de sus peculiaridades políticas y legales, cuentan con un denominador común, el hecho de que, cuando nació en 1956, la Bundeswehr integró a oficiales que habían hecho carrera en la Wehrmacht de Adolf Hitler. Se les permitió llevar sus medallas de la Segunda Guerra Mundial, como la Cruz de Hierro, siempre que eliminaran la cruz gamada. Aun así, los paracaidistas usan el mismo emblema que hace 80 años, pero sin la insignia nazi. Y a día de hoy existen cuarteles que llevan nombres de militares nazis.

El pensamiento nazi, sus expresiones y símbolos siempre han estado presentes en el mundo castrense alemán de forma más o menos visible. En más de 65 años de existencia, la República Federal y sus partidos dominantes no han sustituido el recuerdo nazi por una tradición más coherente con los valores democráticos que la Bundeswehr debe defender.

En este contexto, está por ver si Von der Leyen quiere realmente cambiar la tradición militar, porque tendría que hacerlo desde sus raíces históricas.