Iraia OIARZABAL

Sobreviviendo a la trata de mujeres, superando fronteras

La trata de mujeres con fines de explotación sexual acapara la atención pública cuando llega a través de grandes titulares. Sin embargo, en un contexto de guerras, migración y cierre de fronteras la cuestión es acuciante, también en Euskal Herria, según alerta CEAR.

Clara, Jeanne, Sara y Amelia son el claro ejemplo de que se puede sobrevivir a la trata con fines de explotación sexual. Un proceso que conlleva valentía y resistencia ante la dominación y la violencia. Sus testimonios fueron compartidos ayer en Bilbo en el marco de una jornada organizada por la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) de la CAV donde también se presentó el informe “Refugiadas. La trata con fines de explotación sexual en el contexto de militarización y cierre de fronteras”. Un trabajo que pone sobre la mesa la crudeza de un fenómeno que hostiga a cientos de miles de mujeres en todo el planeta.

Antes de aportar los datos existentes en torno a la trata con fines de explotación sexual, conviene aclarar en qué consiste. El informe de CEAR lo define como una violencia de género que llega acompañada de otras violaciones graves de derechos humanos. Según el Convenio de Varsovia, consiste en la contratación, el transporte, el traslado, el alojamiento o la acogida de personas mediante amenazas, rapto, fraude, abuso de autoridad o la oferta o aceptación de pagos. Todo ello, generalmente, en un contexto de vulnerabilidad en el que la víctima busca huir de un país y llegar a otro. En este marco, la trata es para muchas la única manera de alcanzar Europa y se convierte en un «sacrificio necesario» para el triunfo del proyecto migratorio.

Dicho esto, las cifras hablan por sí solas y demuestran la magnitud del problema. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito, unas 140.000 mujeres y niñas se encuentran en situación de trata con fines de explotación sexual en Europa. Un negocio por el que las redes obtienen unos 3.000 millones de dólares anuales. El informe de CEAR señala el Estado español como uno de los principales países de destino y de tránsito de las redes de trata. Se calcula que entre 13.879 y 40.000 mujeres son explotadas sexualmente.

El foco también llega a Euskal Herria. La ONG advierte de que desde 2015 la CAV es, junto con Andalucía, uno de los principales núcleos de operación de las redes nigerianas en el Estado. En los últimos dos años, en CEAR-Euskadi se ha detectado un importante número de mujeres nigerianas que presentan indicios de ser víctimas de trata con fines de explotación sexual. Según la ONG, en 2016 fueron más de 40 las mujeres atendidas con estos indicios.

Los medios de comunicación se han hecho eco de la desarticulación de algunas de estas redes en los últimos meses. Sin ignorar estos acontecimientos el objetivo del informe de CEAR es poner en contexto este fenómeno y dar voz a las mujeres que lo padecen. «Es importante saber cómo estas mujeres están vivas. Han llegado de diferentes maneras y han construido estrategias para resistir y salir adelante», remarca Itziar Gandarias, profesora de la Facultad de Sicología y Educación de la Universidad de Deusto y una de las ponentes en la jornada de ayer.

«No lugares» que imponen sufrimiento

El informe centra la trata en el contexto de guerras, inmigración y militarización de las fronteras. «En su obsesión por las políticas de seguridad y de lucha contra la inmigración irregular, Europa ha bloqueado sus fronteras a través de un amplio dispositivo militar y policial que dificulta la llegada de personas y que ha convertido el tránsito en una nueva forma de violencia», destaca. Una violencia que ataca con mayor virulencia a las mujeres. En un contexto que propicia la consolidación de las redes de trata, la ONG alerta de que «las mujeres y niñas se ven expuestas a las relaciones de poder, dominación y abuso sexual por parte de otras personas en tránsito, por las fuerzas de seguridad y control fronterizo y por las redes de trata».

Es el caso de mujeres como Clara, Jeanne, Amelia y Sara, cuyos relatos ha recabado Gandarias. Ayer los compartió con el público el Bilbo, visiblemente emocionada por su crudeza y también por el ejemplo de superación que suponen. La profesora define las fronteras que estas mujeres deben atravesar en su periplo hacia Europa como «no lugares» donde se reduce la empatía y se impone el sufrimiento al cuerpo de las mujeres. En este sentido, indica que la trata con fines de explotación sexual se ha convertido en la nueva guerra contemporánea que busca mantener la superioridad del hombre.

El trabajo de la organización de apoyo a los refugiados también elabora un perfil de las víctimas: la mayoría son mujeres de entre 23 y 27 años, aunque se percibe un aumento de la explotación de menores. En cuanto al país de orígen destacan Nigeria, Rumanía, China, República Dominicana, Brasil, Colombia y Paraguay. Además, se subraya que la invisibilidad y la vulnerabilidad de estas mujeres aumenta la impunidad con que son sometidas a múltiples violaciones de derechos.

Con el fin de visibilizar esta realidad Gandarias ha recogido las historias de tres mujeres, dos de ellas de Nigeria y una de Camerún. «Ha sido un ejercicio de valentía donde ha habido muchas limitaciones, por la dificultad de entrar en contacto con ellas. No todas estaban preparadas para contar su historia dentro una red de trata», relata. De hecho, confiesa que elaborar todas esas narraciones ha sido complicado por todo el sufrimiento que guardan. «Ha habido muchos silencios. ¿Es posible poner palabras a todo? ¿Es posible narrar el dolor?», pregunta ante un auditorio mudo.

Los mapas con el recorrido que estas mujeres han tenido que hacer para llegar a Europa han servido a Gandarias para hilar su relato: «En este caso los mapas permiten cartografiar también significados e identificar los puntos de resistencia», explica para añadir que, siempre, donde hay poder hay resistencia. Por ello, también aboga por romper con la visión de que son víctimas que no traen nada. «Traen su bagaje, que propicia esa resistencia».

Cuerpos en resistencia

En esa lucha por la supervivencia en un contexto de violencia y dominación, Gandarias expone cómo enfrentan cada reto hacia su liberación. Bajo el control de redes y hombres que les prometen protección a cambio de sexo o dinero, la profesora universitaria relata por ejemplo que el hecho de no tener información o el estar aisladas es uno de los mayores infiernos. Por ello, destaca la importancia de la participación social, de que se acerquen a entidades o grupos.

Junto a ello, reivindica el apoyo sicológico y de entidades sociales. «Empecé a pedir ayuda al de un año (de salir de la red). Antes no sabía pedir. Tenía demasiado miedo», expresa una de las mujeres entrevistadas por Gandarias.

En este punto, una de las reivindicaciones que recoge el informe incide en la importancia de garantizar el acceso a las oficinas de asilo en las fronteras a cualquier persona que busque protección internacional, con especial atención a las mujeres y niñas en tránsito expuestas a violencias de género y trata. Y es que, según advierte Gandarias, estas mujeres están expuestas a un contínuum de violencia que no se acaba cuando llegan al país de destino. «Están ante el peligro de sufrir racismo, violencia institucional, violencia de género, muchas veces endeudadas... son cuerpos en resistencia».