Catalunya arranca motores, aunque sea paulatinamente (no hace falta esconder que el acto de ayer se anunció hace meses como un acto de masas y acabó celebrándose en un espacio cerrado; enorme, pero cerrado). Superada poco a poco la astenia primaveral de cada año, la fase de aceleración hacia el referéndum de setiembre (o principios de octubre, está por ver) quedó inaugurada con el acto del Pacto Nacional por el Referéndum (PNR), que presentó las más de 500.000 adhesiones a la demanda del plebiscito acordado. Una consulta que, según coinciden las encuestas publicadas durante los últimos cinco años, tiene el apoyo de entre el 70% y el 80% de la sociedad catalana.
Con esos mimbres viajarán el lunes a Madrid Puigdemont, Junqueras y Romeva a reclamar por última vez el referéndum pactado. El Gobierno español responderá por enésima vez que no –si es que se molesta en contestar–, y quedará inaugurada de esta manera la vía unilateral. Pensar que los mimbres son los mismos que en el caso de un referéndum pactado es peligroso, pues niega la realidad. Sería más honesto situar el umbral de inicio en el 48% de los catalanes que el 27S votó independencia. No es el techo, pero sí el punto de partida.
Con esos mimbres, la balanza que mide las posibilidades de éxito o de fracaso del referéndum unilateral se iguala, y hace difícil realizar predicciones fiables. Sobre todo respecto a la implicación de la estructura funcionarial en la organización del referéndum, pieza clave para garantizar que la cita de este año no acabe siendo un nuevo 9N.
Todo indica que la partida de otoño será definitiva, por lo que ya no sirven los faroles: al final todas la cartas quedarán al descubierto. Por ello, el nivel de firmeza, convencimiento y compromiso que de aquí en adelante transmitan los dirigentes independentistas con el referéndum desobediente será clave para activar las palancas que pueden decantar la balanza del lado de un complicado éxito. Esos resortes son fundamentalmente tres: la implicación de la base social de los Comuns, el eco internacional que obtenga el referéndum y el nivel de represión que adquiera la respuesta española, principal motor del crecimiento independentista.