Dabid LAZKANOITURBURU

Un golpe simbólico pero poco efectivo contra el Irán chií

El bautizo sangriento del Estado Islámico en Irán supone un duro golpe para los servicios de seguridad del país persa por el simbolismo de los objetivos elegidos, desde la sede del Parlamento hasta ni más ni menos que el mausoleo del ayatolá Jomeini, padre de la República Islámica.

El bautizo sangriento del Estado Islámico en Irán supone un duro golpe para los servicios de seguridad del país persa por el simbolismo de los objetivos elegidos, desde la sede del Parlamento hasta ni más ni menos que el mausoleo del ayatolá Jomeini, padre de la República Islámica.

A ello se une el alto grado de organización de los asaltos –un tercero fue frustrado–, lo que contrasta con la escasa sofisticación de los ataques recientes en Europa, incluidos los del Puente de Londres y de Notre-Dame.

Irán tiene una larga experiencia a la hora de sufrir ataques armados y atentados. Dejando a un lado a la resistencia kurda y, más atrás en el tiempo, a grupos armados como los Mujahidines del Pueblo (en su día izquierda), tanto la provincia árabe suní de Juzistán como el Baluchistán ocupado, con el grupo Jundullah y sus conexiones tanto con los talibanes paquistaníes como con Al Qaeda, han sido y son potenciales focos de inestabilidad para Teherán.

Pese a ello, el ISIS no supone actualmente amenaza alguna para Irán, a no ser que lograra algún día, con la inestimable ayuda de Arabia Saudí, crear el escenario para una guerra civil total en el mundo musulmán entre suníes y chiíes.

En este sentido, resulta paradójico que el ISIS ataque a Irán justo cuando el eje Trump-Ryad-Abu Dabi ha decidido hacer un «totum revolutum» situando en el mismo plano al ISIS, a Irán, a los Hermanos Musulmanes...y a todos los que, como Qatar, rechazan ese maniqueísmo sin matices

Un maniqueísmo que, si siguiéramos el argumentario al uso en Europa, responsabilizaría a Irán de los ataques porque lucha contra el ISIS en Siria o porque, según testimonios desde Irak, coqueteó con Al Qaeda en los primeros años de la invasión para debilitar al ocupante estadounidense.

Cuando, en realidad, el chiísmo, liderado por Irán es, junto con Occidente, el gran enemigo a batir por el califato.