Joan MAS

Miles de vidas continúan atrapadas en tierras griegas

Con el cierre de fronteras y el acuerdo UE-Turquía para frenar la entrada de refugiados en Europa, la mayoría de desplazados de guerra atascados en la ruta de los Balcanes se concentra en tierras griegas.

Exarchia, en el centro de Atenas, es uno de los barrios más empobrecidos y a la vez más dinámicos de Grecia. Entre sus calles estrechas, llenas de gente y rodeadas de edificios grises, se puede palpar la precariedad que aqueja a la sociedad griega. Sin embargo, destacan los miles de solicitantes de asilo atrapados en el país que también son víctimas de la miseria y la crisis.

La plaza central de Exarchia, un entramado triangular poco cohesionado, es uno de los puntos de la capital helena donde cada día se reúnen más refugiados. Muchos de ellos son chicos jóvenes, algunos incluso menores de edad. La mayoría vive alrededor, en inmuebles abandonados que ocuparon varios grupos anarquistas locales para dar alojamiento a una parte de los desplazados de guerra que quedaron recluidos en Grecia cuando las fronteras europeas cerraron tiempo atrás. Desde entonces, su situación es de extrema pobreza.

«Para sobrevivir, la gran mayoría de estos chicos no tiene otra alternativa que dedicarse a negocios sucios», explica Tasos Smetopoulos, trabajador social de Atenas que se encarga de dar apoyo a refugiados y menores no acompañados. «En Grecia se ha creado un sistema que funciona a base de la vulnerabilidad que sufren muchas personas», relata. «Hay refugiados que están condenados a prostituirse, a vender droga o a trabajar con mafias que trafican con seres humanos para ahorrar dinero y huir del país», añade Smetopoulos, que critica la falta de atención de las instituciones griegas hacia los refugiados en situación más vulnerable.

«Muchas personas están recibiendo asilo en Grecia, pero también hay un montón de gente que se queda fuera del programa de acogida cuando le deniegan la protección internacional» lamenta el trabajador social mientras camina por una calle llena de migrantes hacinados en cualquier rincón que duermen entre cartones.

«Aún sigo aquí, ¿qué le voy a hacer?»

En marzo de 2016, la Unión Europea hizo un pacto bilateral con el Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan para cortar el flujo masivo de desplazados de guerra que accedían a territorio de la UE desde Turquía. Al mismo tiempo, los países europeos de la ruta de los Balcanes cerraron sus fronteras. El encierro fue total: a día de hoy, según estadísticas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entre todos los países balcánicos hay más de 71.000 refugiados que no alcanzaron su destino deseado. La mayoría de ellos no pudo llegar más allá de Grecia. En tierra helena están atascados 62.400 refugiados sin perspectivas de salida.

Jihan, un joven procedente del Kurdistán iraquí, vio cómo las puertas para salir de Grecia se cerraban en sus narices a principios de 2016. Durante meses estuvo varado junto con sus otros seis hermanos en Idomeni, donde más de 8.000 refugiados vivían entre tiendas en un campo informal a la espera de cruzar la frontera griega con la República de Macedonia. Después de que la Policía desalojara el espacio, Jihan fue trasladado al recinto de internamiento de Vassilika, en el norte del país. A lo largo de medio año, su familia tuvo que vivir en una tienda dentro de una nave industrial abandonada donde las condiciones de vida eran deplorables. El atasco, sin embargo, se hacía insoportable, así que la madre y todos los hermanos de Jihan huyeron de Grecia por vías clandestinas: todos partieron del país con documentos de identidad falsificados. Jihan también intentó escapar de manera irregular, pero no lo consiguió. «Aún sigo en Grecia. ¿Qué le voy a hacer?», comenta resignado. Un año y medio después de su llegada a territorio griego, el refugiado kurdo vive en Atenas a la espera de una respuesta a su petición para ser reubicado en Alemania, donde a día de hoy vive el resto de su familia.

Hasta el momento, el sistema para la reubicación de refugiados está funcionando con cuentagotas. En setiembre de 2015, la Comisión Europea tomó la decisión de realojar a 160.000 demandantes de asilo desde Grecia e Italia hacia otros Estados miembros de la Unión Europea. Sin embargo, el proceso de relocalización ha sido un fracaso: muchos países se han negado a acoger a refugiados y otros han intentado reducir al máximo la cuota acordada de personas para alojar. Según datos de la OIM, sólo hay 16.579 desplazados de guerra que han salido de Grecia bajo las directrices del programa de reubicación.

En zonas remotas y aisladas

Mientras permanece a la espera de una resolución a su solicitud de reubicación, Jihan reside con cuatro refugiados más en un apartamento de Atenas que les ha proporcionado la delegación del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Grecia. «Actualmente, en todo el país, 15.000 solicitantes de asilo viven en hoteles y alojamientos particulares de manera temporal», indica una fuente interna de la organización. Después del caos humanitario del verano pasado y del frío gélido que azotó los Balcanes en invierno, las condiciones de vida de la gente refugiada que vive en la Grecia continental son un poco mejores.

«El Gobierno griego ha cerrado varios campos que estaban en mal estado y también ha reformado las infraestructuras de los recintos más precarios», destacan desde ACNUR. Según datos de la agencia de la ONU, en la península helena hay más de 15.000 refugiados que todavía residen a lo largo del país en decenas de campos. Sin embargo, la mayor parte de los espacios de internamiento se ubican en zonas remotas y aisladas que están lejos de los núcleos urbanos más cercanos. Desde allí, los medios de transporte son escasos y la lejanía supone una dificultad añadida para hacer frente a la odisea de los trámites de asilo. Sin embargo, no tienen elección: en Grecia hay miles de solicitantes de protección internacional que están condenados a vivir en un país en el que no tienen perspectivas de futuro.

 

Las islas del Egeo, una cárcel para los desplazados por la guerra

Saqib Baloch, un joven periodista paquistaní, lleva meses atascado en Lesbos. Originario de Baluchistán, militaba en un partido político que luchaba por la independencia de la región frente a Islamabad.

«Los servicios secretos de Paquistán me siguieron la pista durante mucho tiempo», explica. «Finalmente tuve que huir: cerraron la redacción de mi periódico y mataron a dos compañeros; no me quedaba otra opción».

El deseo de Baloch es viajar a Alemania pero, por el momento, se tiene que conformar con vivir en un barracón dentro del campo de Moria. Allí se hacinan más de 2.500 solicitantes de asilo vigilados con mano dura por la Policía.

Las islas helenas del Egeo retienen a más de 15.200 refugiados que malviven en campos sobresaturados donde las condiciones de vida son nefastas. Sin permiso para viajar al continente, afrontan largas esperas de más de un año para conocer la resolución de su solicitud de asilo en Grecia. Muchos demandantes de protección internacional se encuentran bajo riesgo de ser devueltos a Turquía. Desde marzo de 2016, más de 1.200 personas han sido expulsadas de las islas después de que el Estado griego les negara la acogida.

La deportación es un castigo que puede caer sobre casi cualquier persona que está retenida en las islas. Arash Hampay, un activista que huyó de Irán, tenía a su hermano arrestado en la llamada sección B del campo de Moria. Se trata de un recinto cerrado donde se interna a los refugiados que han visto rechazada su solicitud de asilo.

Privados de movimiento, allí sólo quedan a la espera de ser expulsados a Turquía. Para exigir su libertad, Amir Hampay inició una huelga de hambre hace más de un mes con Khozin Hussein y Bahrooz Arash, dos refugiados que estaban internos en el mismo espacio.

Amir estuvo 24 días sin comer y finalmente fue liberado por orden judicial, pero sus dos compañeros siguen detenidos. Después de 35 días sin ingerir alimentos, decidieron abandonar la protesta por su debilidad física. No obstante, pese a la liberación de su hermano, Arash Hampay sigue en huelga de hambre en el centro de Lesbos en solidaridad con los dos solicitantes de asilo encarcelados.