Su solidez como bloque y gran pegada le colocan al cuadro blanco como el principal favorito para alzarse por segundo año consecutivo con el galardón del torneo de la regularidad. Después de estar sometidos en los últimos años al dominio del Barcelona de Messi, los madrileños disfrutan ahora de días de vino y rosas, mientras ven cómo su archienemigo trata de digerir el terremoto por la espantada del brasileño Neymar.
222 millones recaudados por la cláusula del astro carioca dan para mucho, pero la inflación del mercado y la tradicional mala gestión culé de sus momentos de crisis –parece evidente el cisma entre vestuario y directiva– no invitan precisamente al optimismo en Can Barça. Del acierto en las nuevas incorporaciones –fichado Paulinho, se habla ya de Dembelé y Coutinho– dependerá el que hagan olvidar al ahora futbolista mejor pagado del mundo.
Desde luego, a la entidad blaugrana para nada le beneficia el poco tiempo de aclimatación del que van a disponer esas caras nuevas, a las que se les va a exigir un rendimiento inmediato, frente al cohesionado grupo que ha construido su encarnizado rival, quien ha asimilado savia nueva de futbolistas con un futuro a priori interesante. Si el Barcelona también atina con sus fichajes, al menos logrará un fondo de armario del que la campaña pasada careció para dosificar a sus figuras, como sí lo pudo hacer el Real Madrid, un apartado que marcó diferencias.
No parece que a la dupla de aspirantes al título se vayan a sumar más candidatos, toda vez que el Atlético de Madrid ha tenido que penar durante este mercado veraniego con la sanción que le impide incorporar jugadores, lo que le ha obligado a realizar cabriolas deportivas, como la operación Vitolo. Mantener el compromiso de Griezmann ya ha sido suficiente hazaña, aunque si finalmente materializa el regreso de Diego Costa, el club colchonero aumentaría notablemente sus opciones de ser la alternativa a merengues y azulgranas, pese a que el ariete no pueda volver a marcar goles como rojiblanco hasta después de Navidades.
Más complicado parece que se le pueda adjudicar ese papel al Sevilla, pese a haber realizado el desembolso más elevado de su historia –20 millones por el delantero colombiano Luis Muriel– y obtener el transfer de grandes jugadores ofensivos, caso de Nolito, Banega y Jesús Navas. Está por ver cómo ha interiorizado el equipo hispalense las nuevas instrucciones de Berizzo, después de que el ejercicio anterior, con Sampaoli en el banquillo, tuviese un inicio fulgurante que se fue apagando a medida que el desgaste de la temporada comenzaba a hacer su lógico efecto..
Zona noble competida
En un bloque diferente, aunque sin abandonar lo que podriamos considerar la planta noble, aflora el Villarreal quien, al igual que la campaña pasada, se presenta como uno de los postulantes a pelear por plaza europea, en abierta competencia con algunos de los conjuntos vascos. Como es norma en el club levantino, el submarino amarillo ha fichado poco, pero de calidad. Los mayores gastos han sido por dos futbolistas con proyección, el delantero turco Enes Ünal y el central portugués Rubén Semedo –cada uno ha costado 14 millones–, amén de la cesión de última hora del goleador Bacca.
En principio, quedaría por detrás un abanico de equipos, cuyo rendimiento y regularidad es toda una incógnita. Desde quienes añoran tiempos mejores que no han vuelto –hablamos del Valencia, por ejemplo– hasta los que, sin el esfuerzo añadido de disputar competición continental, ya han demostrado que pueden hacerlo muy bien en las dos competiciones domésticas, como ya lo hiciera hace dos campañas el Celta.
La entidad celeste ha volcado sus esfuerzos en traerse al delantero uruguayo con más futuro del momento –Maxi Gómez– y al talento eslovaco Stanislav Lobotka, conservando la mayor parte del vestuario en la etapa que se le abre al técnico navarro Juan Carlos Unzué, tras acabar su binomio con Luis Enrique. Coinciden los ches en que también para ellos se inicia una nueva etapa con la llegada de Marcelino García Toral, al que le queda mucho trabajo en una escuadra que tendrá que volver a reinventarse con la marcha de piezas más que notables y que, de momento, no parecen haber tenido el recambio adecuado.
Las Palmas, que realizó un fútbol destacado en el primer tramo de la 2016-17 y que con el préstamo de Vitolo hasta diciembre parecía aumentar sus prestaciones, perdió ayer mismo a su jugador franquicia, Boateng, que se marcha al Eintracht, y habrá que ver qué ocurre con Jonathan Viera. El Betis es uno de los conjuntos que más se ha reforzado con idea de no pasar las penurias del ejercicio pasado y también el Málaga, si bien este último traspasó a Fornals al Villarreal, algo que no gustó nada a su técnico, Michel González.
Nuevas normas arbitrales
En cuanto al resto, parece claro que su objetivo no va más allá de mantener la categoría, que no es poco, teniendo en cuenta la competencia que aguarda de aquí hasta el próximo mes de mayo. Los tres recién ascendidos –Levante, Girona y Getafe–, junto a Leganés y Deportivo, dos de las escuadras que el año anterior sudaron tinta china para lograr la permanencia, apuntan a ser quienes, en un principio, pugnarán por no ocupar las tres plazas que devuelven irremisiblemente a Segunda.
No menos importante que el aspecto puramente futbolístico es la normativa que lo rige. Como suele ser tradicional, también en esta ocasión habrá variaciones, sobre todo en lo que concierne a la interpretación de las manos, el fuera de juego y las ocasiones manifiestas de gol. En este último apartado, se sancionará con roja cuando sea una falta deliberada, agarrón, empujón, desplazamiento, jugar con la mano o zancadilla.
En cuanto a las manos, los árbitros diferenciarán entre «evadir» e «invadir». En el primer caso, el futbolista trata de evitar el contacto con la pelota, le llega rebotada o la toca apoyado en el suelo, con lo que no será punible, mientras que en el segundo ocupa e intercepta el espacio por el que circula el esférico y será sancionado. Por último, también será considerado fuera de juego cuando, por acción u omision, se coloque en un espacio que dificulte la maniobra o movimiento del adversario.