Beñat ZALDUA
BARCELONA
Entrevista
JOSEP RAMONEDA
ESCRITOR Y FILÓSOFO

«La independencia es una utopía disponible en la crisis de la democracia liberal»

No sabe qué pasará hoy, pero se muestra escéptico. «Seguiremos en la noria», dice Ramoneda, que se desenvuelve más cómodamente en la mirada larga y global, imprescindible en momentos de gran aceleración como el que se vivirá hoy.

En la parte alta de Barcelona la ebullición entorno al referéndum apenas se deja ver tímidamente en algún balcón. No está de más darse un paseo para recordar que, pase lo que pase hoy, la vida seguirá. Eso sí, pasarán cosas. ¿Cuáles? Josep Ramoneda (Cervera, 1949) no lo sabe, aunque se muestra escéptico. A ratos parece que le incomoda el momento concreto; y desde luego, se envuelve mucho mejor con las luces largas, que no siempre iluminan lo que uno espera. Esta entrevista no sirve para autoconfirmarse en las propias convicciones.

Ya estamos en el 1-O. ¿Encrucijada histórica o nuevo episodio del Procés?

Lo más normal sería que por la tarde el Gobierno español diga que está muy contento porque ha conseguido que no se hiciese el referéndum, y que el Govern diga que está muy contento porque ha habido una movilización masiva. Ha ocurrido otras veces, pero sí que es verdad que el nivel de tensión actual es superior. Todos son conscientes de que cualquier pequeño incidente imprevisto puede provocar movimientos importantes.

No parece que el problema vaya a desaparecer...

Continuará aquí. A mí siempre me ha parecido una estrategia discutible por parte del soberanismo esto de ir buscando hitos decisivos, pero es igualmente cierto que la incapacidad del Gobierno español de asumir las dimensiones del problema y de abordarlo políticamente acaba dando dividendos al soberanismo. Ha habido una frivolidad excesiva del mundo político y mediático madrileño.

¿El empate será infinito?

El soberanismo tiene un problema claro, que es que necesita una acumulación de capital electoral. Para declarar la independencia unilateralmente necesitas tres condiciones. Una, tener una mayoría clara que, al menos el 27S no hubo. Dos, una o varias potencias internacionales que te apoyen. Y tres, una capacidad insurreccional que no tienes. Sin estas tres cosas, es imposible hacer un proceso de ruptura unilateral. El independentismo ha conseguido mantener la llama, pero no ha crecido desde el 2012.

¿No ha conseguido importantes victorias en el relato de los hechos, por ejemplo?

Sí, la actuación del Gobierno español le ha permitido ganar aliados que, probablemente, no votarían Sí a la independencia, pero que ahora se encuentran con la conciencia de que deben acudir, al menos como movilización democrática. Y en la imagen internacional también es verdad que el independentismo lleva ventaja. Es que hay que ser bastante obtuso para que se te ocurra actuar jurídicamente contra 720 alcaldes. Es una cosa difícil de entender desde cualquier parámetro democrático.

¿Qué haría falta para que interviniese Europa?

El independentismo está ganando la batalla por la imagen internacional, pero apenas tiene apoyo en Europa, como institución. Y no es previsible que lo tenga. Quien tenga dudas, que mire lo que Europa hace con Polonia y Hungría, que se han saltado las bases fundadoras de la UE; han recortado las libertades y como mucho les han enviado una carta. Esto daría un giro si comenzase a tener consecuencias económicas serias. Solo entonces intervendría Europa. Pero de momento no pasa nada parecido: Catalunya acaba de batir el récord histórico de inversión extranjera.

¿Cómo se desempata?

Ahora mismo, ni el Gobierno español puede acabar con el independentismo, ni el independentismo puede romper unilateralmente. Es una situación muy difícil de resolver, porque es un problema indivisible. Cuando quieres resolver un problema, lo divides y dices ‘yo cedo esto y tú esto otro’. Pero la independencia la tienes o no la tienes. Una solución estable tiene dos condiciones imprescindibles: el mutuo reconocimiento y, en algún momento, en el horizonte, un referéndum. Sin esas dos cosas, seguiremos dando vueltas en la noria.

¿Qué opina sobre la tentación de la Declaración Unilateral de Independencia?

Sería un error capital, histórico. Un brindis al sol que echaría a perder el capital político acumulado y que no tendría recorrido, porque es imposible implementar una legalidad nueva si no tienes poder coercitivo para ejercerla.

Tampoco el Estado está dejando muchas puertas abiertas.

Las respuestas del Gobierno español siempre dan vida al independentismo, acaba de pasar en su peor momento, que fue el disparate de las sesiones parlamentarias del 6 y el 7 de setiembre. El error más descomunal que puede hacer el Gobierno español es seguir apretando, pero como funciona por acción-reacción, no se puede descartar nada. Esto está lleno de sorpresas.

La actuación del Estado hasta ahora no se ha destacado por su audacia.

Predomina esta especie de desidia que caracteriza a Mariano Rajoy, pero hay que tener en cuenta que tiene dos ventajas. Una es que el PSOE está como está, y la otra es el cálculo electoral. Yo creo que los sondeos de Arriola hacen tomar decisiones bastante decididas porque tendrán señales de que lo que pierden aquí, lo ganan allá. El escenario es complicado, ¿quién hay en el horizonte español con la autoridad moral suficiente para decirles a los españoles que tienen que perder alguna cosa?

Levantando la vista, ¿con qué tendencias globales cree que entronca el proceso catalán?

Es bueno tomar distancia y ver que, visto en conjunto, no somos tan originales: esto es una expresión más de la crisis de gobernanza de la democracia liberal, fruto de la crisis económica y de las transformaciones del modelo económico que estamos viviendo. Catalunya suma especificidades propias, pero la causa principal es común al nacimiento de Podemos, al crecimiento del Frente Nacional en Francia o al Brexit. Son expresiones que, sencillamente, ponen de manifiesto que la democracia liberal, en estos momentos, no garantiza las necesidades y las ansiedades propias de los ciudadanos, porque se ha implantado un modelo de crecimiento que, por decirlo rápido, crea riqueza sobre el aumento de la pobreza.

¿Qué ofrece la independencia en un momento así?

Europa era sus clases medias. Había un sector invisible descolgado a un lado, y un sector rico que vivía en otra galaxia al otro lado. Y en medio, un 70 u 80% de la población que, con todas las diferencias, tenía unos criterios básicos de comportamiento compartidos. Unos compraban en Zara y otros en Louis Vuitton, pero todos querían un coche o, mejor, dos en la familia.

De golpe, la crisis ha partido eso por la mitad. Los que no han perdido el trabajo han aguantado bastante bien, pero los que lo han perdido se han visto en un abismo que no habían conocido nunca. A esto se suma la falta de expectativas de las nueva generaciones. Y en este contexto, apareció una utopía disponible, que es la de construir un país.

No parece que en Madrid compartan este análisis...

A los que aplican las viejas categorías eternas del nacionalismo como movimiento ideológico de la burguesía para contener a la población y mantener su poder les cuesta muchísimo atraparlo y entenderlo. La parte alta de las clases sociales de este país está en contra de la independencia, que no se engañen.

Siguiendo con este hilo, ¿el proceso catalán no invita a imaginar salidas más positivas a esta crisis de gobernanza que las que estamos viendo en Francia o Reino Unido?

Lo de Catalunya es la expresión del fenómeno, pero por dónde se saldrá de este fenómeno no depende de aquí. Las dimensiones locales cada vez son menos poderosas y la capacidad de la política para poner límites al poder económico es cada vez menor. La deriva final no la elegiremos nosotros. En este momento de inseguridad e incertidumbre en la democracia liberal se producen fenómenos de muchas índoles y si no se encuentra salida, a donde iremos a parar es al autoritarismo postdemocrático, como en Polonia o Hungría. Es un paso posterior, España está lejos de llegar, pero estamos viendo respuestas represivas potentes. La vía del autoritarismo postdemocrático no está nunca descartada, tampoco aquí.