Hace unos meses, en un derbi catalán entre el Barça y el Espanyol, una pancarta en el campo de los periquitos rezaba «Shakira es de todos». Querían ofender a Piqué, la pareja de la cantante, y ofendieron a todo aquel que crea que todas las personas son iguales y dueñas de su cuerpo y su destino. Estos días que hemos estado en Barcelona cubriendo el referéndum hemos tenido el canal 324 de TV3 puesto en bucle y me acordé de la pancarta al ver a Piqué llorar.
Las lágrimas de Piqué rememorando las escenas de violencia policial contra su pueblo por querer votar en libertad me emocionaron en un primer momento. Me parecieron genuinas, que provenían de un sentimiento muy fuerte, mezcla de orgullo e impotencia. No había cinismo, o no al menos uno calculado y perverso. Es algo que hemos visto estos días en Barcelona en muchas personas y situaciones.
El caso es que la reacción unionista a esas lágrimas resultó particularmente beligerante y machista. La versión «al fútbol se viene llorado de casa» me impactó más que los típicos «catalufo» y «maricón».
Creo que el machismo que impregna la vida pública y privada en el Estado español es parte central de la xenofobia que tienen muchos españoles respecto a los catalanes. En términos étnicos los consideran blandos, racionales, inteligentes, creativos, emocionales… es decir, valores asociados a mujeres o maricas. Para ellos los catalanes son lo que El Fary denominaría «el hombre blandengue». Por eso tienen esa tendencia a querer humillarlos, a maltratarlos, a faltarles al respeto. Los consideran menos y les molesta que logren cosas que ellos no tienen. En algunos casos, incluso cosas que ni siquiera desean, pero les molesta que los catalanes las tengan.
Sin ánimo reduccionista, hay algo en el trato que los mandatarios españoles han dado al pueblo catalán que recuerda constantemente a los hombres que maltratan a las mujeres. Un reflejo heteropatriarcal profundo.
Atención, no quiero generalizar, hablo de los que efectivamente hacen eso, que son muchos. Porque si no, lo que ha pasado esta semana sería imposible, menos aún lo que puede pasar la semana que viene. En todo caso, no hablo tanto de españoles como de sus poderes, esos a los que se refería el rey, representante de una institución patriarcal inasumible desde una perspectiva democrática.
El otro día, cuando escuchábamos por enésima vez los sollozos del futbolista en nuestra improvisada delegación barcelonesa, me entró la risa y pensé que «Piqué somos todas». Todas las personas que no consideramos al resto subordinadas, que creemos en la igualdad y no segregamos, que respetamos la diferencia, que intentamos ser mejores siendo conscientes de nuestra posición y actuando en consecuencia, que no maltratamos a la gente que nos rodea, que somos feministas… Hombres y mujeres que lloramos y dejamos llorar.