Ancla, eje e inspiración de la derecha española, José María Aznar está relativamente tranquilo. Ayer se permitió dar una entrevista a la Ser. Hacía 21 años que no pisaba la casa en la que, por un periodo prácticamente igual, su padre ejerció de jefe de programas. Así se lo recordó la periodista Pepa Bueno, otrora azote del PP. Catalunya ha limado muchas asperezas en España. Ayer Aznar habló de la feliz «agrupación de fuerzas constitucionalistas» y de la «reacción espectacular de la nación española».
El expresidente no puede con Rajoy, no lo soporta. Es harto conocido. Pero ayer el toque se lo dio en diferido, a través de Felipe González, con quien dijo estar de acuerdo en que el 155 debió aplicarse antes. Amortiguó mucho el desplante: «No voy a criticar al Gobierno, es el momento de apoyar a las fuerzas constitucionalistas en Catalunya». Eso sí, sigue deshaciéndose en elogios a Rivera: «Tiene condiciones políticas muy relevantes».
Aznar es el oráculo de buena parte de la derecha española. Se sienta en el púlpito construido en la fundación FAES y lanza sus predicciones. Por fortuna no siempre se cumplen, pero sus vaticinios planean siempre sobre la actualidad política. En octubre de 2012, solo un mes después de la primera Diada masiva de la ANC, lanzó su profecía: «Antes de que se rompa España se romperá Catalunya».
Mantener la siempre relativa cohesión social ha sido una de las obsesiones del soberanismo catalán, y aunque el nivel de crispación de la clase política, en términos generales, no se ha trasladado a la sociedad, los roces han existido. Es minoritario, pero el españolismo en Catalunya nunca se había manifestado con tan pocos complejos como en las últimas semanas. Acertada o no, una de las razones para eludir la confrontación tras la declaración de la República fue evitar el riesgo de la fractura social.
Aznar lo esgrimió ayer como un triunfo, al que sumó una nueva predicción: «La sociedad catalana se ha fragmentado y el secesionismo también se va a fragmentar». El oráculo ha vuelto a hablar. El afloramiento de las tensiones partidistas siempre latentes en el independentismo da un punto de anclaje al vaticinio de Aznar, pero que no se olvide una cosa: durante años Rajoy ha fiado la solución del proceso catalán a la implosión interna del soberanismo, y siempre se ha equivocado. Nadie se esperaba que convergentes, republicanos y cuperos llegasen tan lejos. Lo reconoció en estas páginas Francesc de Carreras, impulsor de Ciudadanos y jurista vinculado a la FAES.
Además, junto a la nueva profecía, el expresidente de las Azores confesó una preocupación: «Si el 22 de diciembre estamos como antes de la aplicación del 155, estaremos peor todos».
Aznar estrenó ayer, por tanto, una profecía y una preocupación. Muchos harán suyas ambas en la larga campaña que nos espera hasta el 21D; la sombra del expresidente sigue siendo larga. La buena noticia, se presupone, es que está exclusivamente en manos del independentismo enterrar a dos metros bajo tierra la predicción aznariana y elevar al máximo grado su preocupación.