Rajoy bebe cava en Sadurní, Junqueras y Puigdemont esperan brindar el 21D
Rajoy ya no fuma puros, pero decidió beber cava ayer en Catalunya, un país cuyo vicepresident le ha escrito desde una celda y cuyo president tuvo que hacer el mitin de campaña en su ciudad desde una pantalla. Son los Davides catalanes contra el Goliath español. Y van dando sus golpes.
El día mitad más uno de la campaña catalana dibuja perfectamente la cruel y confusa situación actual. Amanece con Oriol Junqueras emplazando a Mariano Rajoy por carta desde la misma tribuna del Congreso de los Diputados, por boca de Joan Tardá; atardece con el propio Rajoy en Catalunya, brindando quizás antes de tiempo; y anochece con Carles Puigdemont añorado y aclamado en su ciudad, Girona. De los tres, solamente el mandatario español puede pisar hoy Catalunya. Su vicepresident legítimo está encerrado en una cárcel madrileña, Estremera. Y su president tiene que intervenir desde esa pantalla de plasma tan rajoyniana. Es el mundo al revés.
Este triple retablo puede crear la falsa imagen de que España ya ha ganado, pero todavía hay partido en Catalunya. Consciente de ello, el mandatario de la Moncloa intenta mostrar una cara amable en Sant Sadurní d’Anoia, sin reparar en que esa visita a unas bodegas en el país que votará el jueves próximo solo puede leerse como la enésima humillación.
Mariano, chico Freixenet
Está en Catalunya, pero esta vez Rajoy juega en casa; el presidente de Freixenet, José Luis Bonet, es un bastión empresarial unionista en Catalunya y, de hecho, dirige también la Cámara de Comercio estatal. Siempre ha sostenido que no es del PP, pero lo disimula bien.
Resulta paradójica la situación de su laureada empresa, para cuyas cuentas estas fechas navideñas son tan cruciales: en Catalunya es sospechosa para muchos por sus querencias españolas y en España se le boicotea por catalana. La visita de Rajoy parece finalmente tener ese único objetivo, echar una mano a la empresa amiga: «Pido que Freixenet tenga el mismo trato, ahora que llega la etapa navideña, que cualquier otra», afirma. Aquello acaba pareciendo la versión 2017, o mejor la 155, del anuncio de las burbujas.
Por la tarde, en las bodegas, sonríe Rajoy. Por la mañana ha recurrido a su rictus más adusto para escuchar al diputado de ERC Joan Tardá leer una carta remitida desde Estremera por Oriol Junqueras y dirigida personalmente a él. Termina felicitándole las navidades (estos catalanes nunca van a dejar de sorprendernos), pero antes le recuerda que «el 21D volveremos a votar. Y le emplazo a aceptar el resultado, a respetarlo, a implementarlo de mutuo acuerdo. Sin porrazos, esta vez», dice Junqueras.
¿Cada vez más?
Aunque puede sonar a victimista, no hay tal objetivo en la misiva. Queda claro en las palabras posteriores de Joan Tardá: «Yo estoy satisfecho, orgulloso y muy esperanzado. Hemos conseguido llegar a la falda de la montaña, queda mucho, un océano. Hay que subir la montaña, llegar a la cumbre, costará mucho, pero nunca vamos a descarrilar. Todo lo haremos pacífica y democráticamente, y si cuesta más tiempo, pues costará más tiempo».
Los Davides catalanes saben que han sido más que los Goliaths españoles, que pueden volver a serlo el jueves próximo, y que esto reabrirá la batalla que hoy parece tan desigual, con España jugando a convertir Catalunya en tierra quemada. Y ahí los independentistas van dando sus golpecitos. Por ejemplo, en el mitin de Junts per Catalunya en Girona a última hora de la tarde destaca la presencia de Marina Geli, antes consellera de Salud y dirigente del PSC. El día anterior era Albano Dante Fachin, otro «no indepe», quien se había pasado expresamente al «lado oscuro».
Cuando la línea divisoria real es entre democracia e imposición, estos realineamientos no sorprenden. Y que la encrucijada verdadera es esa la refleja la imagen en pantalla del exalcalde de Girona, aclamado con gritos de ‘‘Puigdemont es nuestro president’’. En un Palacio de Congresos repleto, es sin duda uno de los momentazos de esta campaña. Desde Bruselas de momento, entre rumores –¿o deseos?– de que quizás antes del 21D se acerque más a casa, por ejemplo a Perpinyá, Carles Puigdemont no para quieto. Y condiciona a todo el mundo con sus acciones: en el PSOE dio mucho que hablar ayer la idea de Miquel Iceta de promover su indulto. «Si llego a president de la Generalitat», matiza por la noche en TV3.
Volvemos a Girona. En la sala se ovaciona a la esposa de Puigdemont, Marcela Topor, con la que el president paseó por Girona el sábado después de la proclamación de la República, unas horas antes de pasar al exilio, entre gritos de ánimo similares a los de ayer. Aquel día en España se presentó con cierto escándalo que se tomara unas copas en su ciudad. Hoy quien bebe es Rajoy. Pero el brindis real será el 21D. Y este año no va a haber «bon nadal» para todos.