Dos titulares y dos recordatorios para una primera lectura rápida de unas elecciones extrañas cuyo recuento, debido a la participación récord –casi 82% al cierre de esta edición, aunque es probable que baje algo–, fue más lento de lo acostumbrado. Y de lo deseado por la prensa escrita, por descontado.
Primer titular indiscutible: el independentismo volvió a ganar las elecciones y revalidó la mayoría absoluta en unas condiciones de excepción, con un candidato en el exilio y otro en la cárcel. Los más de dos millones de votos alcanzados –más que en el 27S y en el 1-O– son un hito espectacular y así fue recogido por los principales medios europeos en sus primeras lecturas de los resultados.
Junts per Catalunya hizo valer el efecto Puigdemont, cuya decisión de exiliarse en Bélgica se va revalorizando por momentos. La decisión crucial a tomar ahora será regresar o no. Con 34 escaños, la iniciativa para presentarse a la reinvestidura es suya, por lo que la tentación es grande pese a la orden de detención vigente en el Estado. Ayer estrenó la triada que le acompañará durante los próximos días –rectificación, reparación, restitución– y renovó mensaje a Europa: «Debe tomar nota, la receta de Rajoy no funciona».
Esquerra pagó cara una mala campaña condicionada enormemente por la decisión del Tribunal Supremo de mantener a Oriol Junqueras en Estremera, y la CUP bajó bastante más de lo esperado, hasta los cuatro diputados. La llave de la mayoría independentista sigue recayendo sobre los cuperos, pero a diferencia de la anterior legislatura, ahora bastará con que se abstengan, ya que JxCat y ERC tienen 66 escaños, mientras que la suma de los partidos no independentistas se queda en los 65 diputados. Parece una cuestión menor pero puede ser relevante en las próximas semanas.
El fenómeno Ciudadanos
El resultado del partido naranja fue también espectacular. 1,1 millones de votos le dieron una victoria inapelable si de la pugna entre partidos hablamos. Una formación que no tiene ni una sola alcaldía en Catalunya tendrá el grupo parlamentario más grande del próximo hemiciclo. Es difícil imaginar que algo así haya pasado alguna vez
Con todo, la candidata, Inés Arrimadas, no será la próxima presidenta de la Generalitat, tal y como pensó que podría llegar a ocurrir. Su crecimiento se dio a costa, sobre todo, de un PSC estancado –solo sumó un nuevo diputado–, unos Comuns que sumaron un triste resultado de ocho diputados y un PP que quedó relegado a última fuerza del Parlament. El partido que gobierna España, el de Mariano Rajoy, el que aplicó el 155, es el partido menos votado en Catalunya. Los efectos son difíciles de anticipar, pero es previsible que en Bruselas tomen nota. Y en España, por descontado, se le complica la situación con un Albert Rivera al alza que encarecerá sus apoyos. Convendrá tomar nota también en Euskal Herria.
¿Y ahora qué?
Paciencia, lo sabremos en breve. De momento, dos recordatorios: el escenario, a grandes rasgos, sigue siendo igual al que quedó tras el 27S. Aquellas elecciones las convocó el independentismo para ganar en votos y no lo consiguió. Las de ayer las convocó Moncloa para que el unionismo ganase y tampoco ha pasado. El empate técnico sigue siendo un elefante invisible en Catalunya.
Segundo elemento: ayer, casualmente ayer, se filtró el informe que el 15 de setiembre la Guardia Civil envió al juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena acerca de los supuestos entresijos del proceso catalán. Relaciona las Diadas masivas de los últimos años con el delito de rebelión y apunta muchos nombres que podrían ser imputados en las próximas semanas. El independentismo tiene una oportunidad de oro para recuperar la iniciativa política perdida tras el 1-O, pero conviene recordar que el Estado no se la dejará arrebatar tan fácilmente.