Ainara LERTXUNDI
BILBO
Entrevista
NATALIA OROZCO
PERIODISTA COLOMBIANA, REALIZADORA DE «EL SILENCIO DE LOS FUSILES»

«Lo que no estaba en los cálculos era el incumplimiento del Gobierno»

La periodista colombiana Natalia Orozco acaba de terminar en La Habana su gira internacional de presentación del documental «El silencio delos fusiles», una mirada desde dentro al proceso de diálogo entre las FARC-EP y el Gobierno de Juan Manuel Santos. Un trabajo que invita a la reflexión y a «escucharnos de otra manera», tanto a nivel individual como de país, y a escuchar a quienes combatieron.

Desde su estreno en marzo en el Festival de Cine de Cartagena de Indias, el documental «El silencio de los fusiles» ha sido seleccionado en más de treinta certámenes internacionales, entre ellos el Festival Internacional de Cine Invisible de Bilbo. En este trabajo, la periodista colombiana Natalia Orozco se adentra en las negociaciones entre las FARC-EP y el Gobierno. No fue un proyecto fácil de llevar a cabo, sobre todo, por las reticencias iniciales de ambas partes.

A más de un año de la firma de los acuerdos el 24 de noviembre de 2016 en el Teatro Colón de Bogotá, se pregunta cuál es la estrategia del Gobierno en la actual fase porque «lo que no estaba en los cálculos era el incumplimiento y el retraso del Gobierno en temas básicos de la implementación».

Asegura que «gran parte de la oposición al acuerdo no está relacionada con que los comandantes no vayan a la cárcel, ni con la devolución de las tierras, sino con el temor de algunos sectores de la sociedad –industrias, multinacionales y familias ‘respetables’–, que van a salir a la luz como grandes patrocinadores de la violencia».

¿Cómo valora la acogida que está teniendo el documental?

Ha sido una gran sorpresa porque cuando fuimos a las salas de cine, mucha gente nos decía que era una locura exhibir el documental. En Colombia, para no salir maltrecho de una proyección en un teatro se estima que debes reunir a un mínimo de 2.000 espectadores. Yo me puse como reto llevar a 1.000 personas en los cuatro días en los que nos abrieron las salas de cine y otras tantas en tres meses más. Pero solo el primer fin de semana, 9.000 colombianos acudieron a las salas de cine a ver a las dos personas más polémicas del país, Juan Manuel Santos y Timoleón Jiménez. Estamos muy sorprendidos y contentos, no tanto por la película, sino por lo que refleja; un país que necesita escucharse de otra manera. También habla de una comunidad internacional que quiere escuchar una de las pocas buenas noticias que están surgiendo en un mundo tan convulsionado. La presentación de Bilbo fue bellísima. Entendí que si bien los conflictos tienen una naturaleza radicalmente diferente, la ilusión que genera el fin de la violencia nos une de una manera muy profunda, así seamos conscientes de que esos procesos no se han sellado de la mejor manera. Obviamente, están pasando cosas dolorosas; las disidencias se han convertido en una realidad muy peligrosa, las matanzas de excombatientes, los asesinatos sistemáticos de defensores de derechos humanos…pero aún así hay muchos factores a los cuales uno se puede aferrar para no dejar morir la esperanza.

En la presentación en México, compartió mesa con el excombatiente de las FARC e integrante de la mesa de La Habana Boris Guevara. ¿Cómo describiría esta experiencia?

Fue una aventura muy arriesgada. Te confieso que cuando México invitó a Boris Guevara a la presentación de la película, muchas personas cercanas al proceso de paz e incluso los abogados de Boris me llamaron para decirme que no era prudente, que lo mejor era que no fuera. Yo vi la ilusión que había en Boris, quien no es solo un excombatiente y militante de la paz y de la reconciliación, sino que es un documentalista que está rodando una película. Sentía también la importancia de que la comunidad internacional comience a escucharles, porque, más allá de los comandantes, es en esos jóvenes excombatientes donde está el reto mayor del posconflicto. Hablamos con el Gobierno mexicano porque pasar con una cédula en inmigración era un riesgo que solamente Boris podía decidir si lo asumía. Aun existiendo la voluntad política de México, cualquier cosa podía pasar. Estuvimos literalmente 48 horas despiertos mientras Boris salía de la zona de capacitación a Cali y de ahí a México. Fue algo necesario y que se debe seguir haciendo. Boris representa a miles de jóvenes colombianos que como él están llenos de potencialidades y de ganas de aportarle al país, y que lo único que necesitan es ser escuchados y una oportunidad. Hay que poner amplificadores a esas voces para que la comunidad internacional rodee el acuerdo de paz, que está pasando por el momento más difícil y peligroso.

Estando en México, tuvieron conocimiento de la muerte de seis excombatientes. ¿Cómo recibió la noticia Boris? ¿Qué está ocurriendo en Colombia?

Es muy complejo lo que está ocurriendo. Sería ingenuo ignorar que asuntos del narcotráfico que permearon de una manera muy profunda a las FARC están vinculados con estas matanzas. Aunque el Gobierno niegue su existencia, hay grupos paramilitares fuertemente organizados, quizás igual o más que antes, que están asesinando a excombatientes o que los están reclutando; es una realidad que debemos mirar de frente. También están los ejércitos privados de aquellos que se oponen a la devolución de tierras. El asesinato de esos seis excombatientes golpeó mucho a Boris. Vi en él una gran pregunta acerca de los vacíos y fracturas que eso empieza a generar en los excombatientes que están esperando a que el Gobierno, por fin, empiece a cumplir alguna de sus promesas. Esa incertidumbre está haciendo que quienes tienen familia se vayan con ellas en el mejor de los casos. ¿Y qué hacen quienes no tienen familia ni a dónde ir? Debemos tener muy presente que están rodeados de otros grupos armados con hambre de reclutar a jóvenes con experiencia en el combate. Cada vez que el Gobierno no protege a un excombatiente y permite que sea asesinado, está enviando a 50 jóvenes excombatientes a otros grupos armados.

¿Estamos frente a una estrategia para erosionar el proyecto político de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común?

Es una pregunta muy pertinente; esa es una de las lecturas que debemos valorar con más cuidado. El refrán dice ‘divide y vencerás’. Parece que ésta es la estrategia que se está aplicando ahora. Obviamente es extremadamente difícil pretender que estos excombatientes se mantengan cohesionados sin oportunidades, sin los fondos para implementar los proyectos productivos, sin protección… y que, en un contexto así, la guerrilla vaya a transitar de forma conjunta y organizada hacia la democracia. Yo creo que hay que hacerle esa pregunta al Gobierno: ¿Cuál es la estrategia que está aplicando? ¿Cómo un país tan rico como Colombia, que ha sido capaz de poner en marcha proyectos de mega industria… no es capaz de implementar los acuerdos de paz, por lo menos, los puntos más básicos que permitirían que la guerrilla se mantuviera cohesionada? Timoleón Jiménez ha advertido de que en algunos de los excombatientes se ha instalado un sentimiento de traición. Es muy peligroso en qué se pueda llegar a transformar ese sentir.

Además, lo que está ocurriendo con la implementación envía un peligroso mensaje para la mesa de Quito con el ELN.

No quiero asumir el papel de juez sobre lo que se ha hecho bien o mal. Pero me preocupa imaginar que el Gobierno siga actuando de una manera tan torpe. Nunca pensé que este proceso se hiciera por altruismo, ni que los líderes de ninguno de los dos lados estuvieran absolutamente convencidos de las bondades de la paz y la reconciliación. Ambas partes llevaron a cabo este proceso de diálogo por intereses y estrategias. Hubiera querido que esa forma estratégica de mirar la necesidad de la paz se hubiera mantenido a la hora de implementarla. De momento, parece que al Gobierno se le ha olvidado la estrategia. Lógicamente, es mucho más estratégico mantener a la guerrilla cohesionada, junta, respondiendo a unos líderes, tener, como diría la derecha, ‘un monstruo con cabeza’, que una cantidad de jóvenes excombatientes buscando un destino y una opción de vida.

Tras haber mamado el proceso de La Habana desde dentro, ¿realmente esperaba que la implementación fuera así?

Algunos medios de comunicación hacen mal cuando titulan que dentro de las FARC hay disidencias, que unos sectores están vinculados al narcotráfico… eso está en el cálculo de todos los procesos de paz. Es imposible que todos unánimemente actúen de manera piramidal y que las decisiones no sean cuestionadas al interior de un grupo humano tan diverso como son las FARC. Se sabía que una vez se firmara el Acuerdo para la Terminación del Conflicto Armado y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, en Colombia se iba a abrir un periodo muy duro y empinado. Lo que yo creo que no estaba en los cálculos era el incumplimiento y el retraso del Gobierno en temas básicos de la implementación.

Por el momento, todos los comandantes que hicieron parte de la mesa de negociación, hombres y mujeres, están vivos pero es un secreto a voces que en algunos sectores se han hecho recaudaciones por la cabeza de alguna de estas personas. Si eso llegara a suceder, sería una estocada para la esperanza no solo de los excombatientes sino de la mitad de los colombianos que le dijeron al Gobierno que creían que estaba listo para que el fin de la guerra y el desarrollo de la paz tuviera una salida distinta. Este proceso de paz tiene zonas grises, porque como la misma palabra lo dice es un proceso. La forma como se ha manejado la información haciendo creer que esto ha sido un fracaso es absolutamente irresponsable. Estamos llenos de retos, de dificultades… pero son mínimos frente a las vidas que se están salvando. Todos los procesos de paz son profundamente complejos. Eso no quiere decir que no haya que tener las alarmas encendidas. Como sociedad civil nos corresponde trabajar sin pausa para exigir que se cumpla lo pactado.

¿Cómo ha sido su relación con los protagonistas del documental en tiempos de paz?

Siento que aún hoy, después de tanto tiempo persiste la desconfianza de algunos de los representantes de ambas partes hacia mí. Ellos están sorprendidos de encontrar una voz que aun siendo muy crítica con la forma en como degradaron sus métodos de lucha, en el caso de las FARC, es capaz de reconocer públicamente que en estos procesos se generan profundas empatías. Personas como Pastor Alape, Camila Cienfuegos y Pablo Catatumbo, y de la otra parte, Humberto de la Calle, han entendido la necesidad de que, a pesar de que la película es crítica con todos los actores, es importante llevar al país una versión serena que permita a ambos lados reivindicar los argumentos de los costes de la paz y de la guerra. Yo les agradezco que me hayan apoyado en una cosa que para mí es fundamental y que es llevar a todos los rincones de Colombia la siguiente pregunta; ¿Qué hicimos nosotros, como sociedad civil, mientras la guerrilla y las Fuerzas Armadas hacían cosas injustificables? Con esa pregunta quiero mirar adelante para construir el futuro.

¿Cómo ve a la sociedad civil?

Nunca había conocido una Colombia tan polarizada. Eso se debe a que estamos a escasos meses de las elecciones legislativas y presidenciales. El verdadero referéndum se va a dar en las legislativas de marzo de 2018 cuando los colombianos decidan si apuestan por construir la paz –porque ahora estamos en una situación de no guerra con las FARC– o si consideran que la salida es seguir combatiendo y perpetuando la guerra. Además cuando se comiencen a implementar los acuerdos, todos los actores armados y no armados que contribuyeron a esta guerra tendrán que comparecer ante la Jurisdicción Especial para la Paz.

Gran parte de la oposición al acuerdo no está relacionada con que los comandantes no vayan a la cárcel, ni con la devolución de las tierras, sino con el temor de ciertos sectores de la sociedad –industrias, multinacionales y familias «respetables»–, que van a salir a la luz como grandes patrocinadores de la violencia y, por consiguiente, responsables en parte de los ocho millones de víctimas que ha dejado la guerra.