Una nevada desvela el verdadero rostro de la demonizada Altsasu
Altsasu, con 7.500 habitantes, dio cobijo a más de mil personas que quedaron atrapadas por la nevada en el puerto de Etzegarate después de recibir un aviso a las diez de la noche. Se calcula que la mitad durmió en viviendas ofrecidas por vecinos.
Pocos pueblos han sufrido una campaña de demonización tan salvaje como la de Altsasu. La historia de dos guardias civiles que necesariamente tenían que ser héroes solo era creíble si todo un pueblo estaba poblado por entes maléficos. Ayer, cuando Adur Ramírez de Alda, Oihan Arnanz y Jokin Unamuno pasaban su 419ª noche en prisión sin juicio, la inmensa mentira quedó en evidencia otra vez. Una gran nevada bloqueando el puerto de Etzegarate fue lo que desencadenó todo.
La nieve dejó el sábado intransitable la autopista donde varios camiones hicieron la tijera bloqueando el paso y generando retenciones a cada poco. Ante esta situación, muchos conductores cometieron el error de cruzar por Etzegarate. Resultó ser una ratonera. Más de un millar de personas quedaron atrapadas bien entrada la noche.
Los servicios de emergencias no daban abasto a las llamadas. Hubo más de 5.000. «Llegaron voluntarios del Servicio de Emergencias hasta ocupar todos los puestos disponibles para atender semejante caos», comenta una cansada Isabel Anaut, directora de Protección Civil. Anaut se fue a dormir pasadas las cuatro, cuando ya no quedaba nadie tirado en el puerto. «Vamos a emitir una nota oficial para agradecer a la gente de Altsasu, porque ha echado el resto».
Sobre las diez de la noche, llegó la petición de socorro de Protección Civil al Ayuntamiento. «Nos dijeron que había unos 500 vehículos atrapados. La primera solución que se nos ocurrió fue abrir el albergue», dice el alcalde altsasuarra, Javier Ollo. En media hora, ese local estaba abierto y apenas diez minutos después empezó a entrar gente. Consiguieron meter casi a 300 personas. La gente aparcó como pudo. «Estaban cansadísimos, no fueron solo las horas atrapados, muchos llevaban unas cuantas horas de coche para entonces». Gran parte eran extranjeros y la nieve les atrapó en la ruta hacia Irun tras las vacaciones. Al poco, se llenó el Polideportivo, donde se cobijaron 300 personas más. Otros 70 pasaron la noche en el frontón. A los últimos fueron a buscarlos los bomberos, forales y vecinos con sus todoterrenos particulares, pues sus coches eran imposibles de mover. La misma operación tuvo que realizarse con los viajeros de cinco autobuses. Desde el primer momento se priorizó enviar a mayores y familias con niños al albergue o a casas particulares.
Javier Agirrebengoa, responsable del albergue, destaca sobre todo la actitud de los jóvenes. «Estaban cenando y se presentaron aquí a ayudarnos con todo», relata. Los vecinos se avisaron los unos a los otros para poder hacer frente a toda la logística. Hacían falta mantas, comida… Lograron abrir el Eroski en plena noche para sacar de allí sopas, cafés y cualquier cosa para calentar a aquellas personas. Pablo Jiménez acudió a colaborar y acabó llevándose a ocho personas a su casa. «Solo pregunté si alguien quería dormir en cama, porque tenía sitio», comenta. Respondieron a su hospitalidad dos parejas de Zumarraga y una familia marroquí que regresaba a Pau con dos niños. «Apenas conseguíamos entendernos, la mujer sí que hablaba algo de castellano», dice Jiménez. A sus últimos invitados se los llevó a casa sobre las cuatro. «Los de Zumarraga han escrito que llegaron bien a casa. Estaban agradecidos, pero si esto nos hubiera ocurrido allá estoy seguro de que habría pasado lo mismo». Sus ocho acogidos reemprendieron el viaje por la mañana. «Han desayunado en casa, pero podrían haberlo hecho en el Polideportivo, porque había montones de voluntarios», dice Jiménez. DYA y Cruz Roja trabajaron allá a brazo partido.
Casas como las de Jiménez son las que hoy hacen imposible dar una cifra exacta de personas que pasaron noche en el pueblo. Sorprende que la única que se ha mojado en dar una cifra sea la Guardia Civil que movió solo 12 unidades. Dice que se cobijó a unas 1.400 personas. Si su cifra es real, la mitad de ellos durmieron en casas de vecinos.