Ingo Niebel

Merkel y Schulz dependen de la negociación de otra Gran Coalición

Hoy es el tercer día de las negociaciones que llevan acabo tres partidos políticos para dotar a la canciller en funciones, Angela Merkel, con un gobierno ordinario. Tras las elecciones 2014, es su segundo intento de formar un ejecutivo. Aún cuenta con las simpatías de la mayoría social pero la paciencia se acaba. Otro fracaso no quedaría sin consecuencias.

Desde el domingo la mayoritaria Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller, Angela Merkel, y su socia bávara, la Unión Social Cristiana (CSU) del ministro-presidente Horst Seehofer, sondean con el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), liderado por Martin Schulz, el terreno para formar una tercera edición de la Gran Coalición. Esta vez los tres partidos no escenifican sus reuniones e incluso se han prometido celebrarlas bajo cierto mutismo, por no decir secretismo. Han acordado que no darán entrevistas, ni habrá mensajes en las redes sociales, ni presencia en los platós de televisión y mucho menos filtraciones. Las medidas acordadas deben expresar cierto grado de seriedad con la que los tres socios en potencia tratan los diferentes temas que más adelante podrían incluirse en el pacto de gobierno.

Hasta ayer, las partes involucradas se han atenido a lo pactado creando así cierta sequía informativa para los medios de comunicación que a su vez tendrán que buscar entre las líneas que suenan bastante similares cuando las emiten los tres jefes de partido o sus portavoces, si hay algo para interpretar o especular.

El domingo, Merkel destacó que tienen «un gigantesco trabajo» por delante pero tambioén cree que lo van lograr. Schulz ha repetido el mantra socialdemócrata de que las conversaciones serán «constructivas y abiertas respecto al resultado». Más pragmático se ha ha mostrado Seehofer reconociendo que «nos tenemos que poner de acuerdo».

Aunque Alemania no se halla en ninguna crisis, ni política ni económica, los tres jefes de partido sí trabajan bajo cierta presión. Según un reciente sondeo de Infratest, la mayoría social quiere elecciones anticipadas en el caso de que las conversaciones fracasen.

A los partidos políticos, y sobre todo a los y las 709 diputados, les salva por ahora que el camino hacia un adelanto de los comicios generales es jurídicamente difícil porque la Ley Fundamental favorece un acuerdo entre los partidos antes de poner de nuevo las urnas. Además, según la encuesta, en otra elección se repetiría el resultado del pasado setiembre.

Para que eso no ocurra, las tres formaciones se han dado tiempo hasta el viernes para determinar si podrían cohabitar en otra GroKo (Gran Coalición). Para ello cada una envía 13 interlocutores a los grupos de trabajo que tratan los temas en cuestión. A la vez, cada partido puede reunirse para ver cómo va el asunto. Luego existen los encuentros a seis, en los que los tres jefes de partido, junto con los tres jefes de los grupos parlamentarios, tratan determinados puntos o buscan una solución a los problemas surgidos en los grupos de trabajo.

Merkel quizás solo tenga que conseguir un bipartito para poder terminar dignamente lo que sería su última legislatura, porque la CDU quiere cambiar de personal y también la política conciliadora y centrista de su actual jefa.

Seehofer tiene que marcar perfil optando por una línea dura contra la inmigración, o sea, la acogida de refugiados, porque en otoño su CSU querrá salvar su sacrosanta mayoría absoluta en los comicios regionales.

Para lograr este objetivo, tendrá que quitar terreno a la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD). Una idea de lo que les esperará a los alemanes la mostró la CSU el pasado viernes cuando invitó al derechista primer ministro húngaro, Viktor Orban, a su tradicional clausura de principio de año. La cuestión de los refugiados es el tema que más preocupa a los alemanes actualmente.

Schulz, a su vez, tiene que encontrar un modo de que luego su SPD acepte el indeseado tercer gobierno con Merkel. Un considerable sector lo detesta porque en las dos ocasiones anteriores su partido salió diezmado del bipartito con la CDU/CSU.

Por eso Schulz fue el primero en decir «no» a la tercera Gran Coalición nada más conocer el resultado electoral, el peor jamás obtenido por el SPD. Ahora tendrá que ver si logra incluir puntos programáticos que respalden la imagen de que su partido sigue defendiendo la «justicia social». Otro campo será la política exterior, ante todo la europea, donde podría crear un puente hacia el presidente francés, Emmanuel Macron, y su proyecto de reformar la UE.

Más que Merkel es Schulz quien se juega su futuro político en esta fase política. Sus simpatías entre el electorado han caído en picado, según la encuesta citada. El resultado le tiene que resultar como un doble bofetada porque su rival interno, su antecesor en la presidencia del SPD y actual ministro de Exteriores en funciones, Sigmar Gabriel, es el político más popular de Alemania, diez punto por delante de Merkel, que se ha quedado en el tercer puesto detrás del político ecologista Cem Özdemir.

En el caso de que las negociaciones terminen positivamente, un congreso extraordinario del SPD decidirá el 21 de enero si habrá negociaciones sobre un pacto de gobierno. Y aunque Schulz consiga este respaldo, las bases del SPD decidirán sobre el pacto final. En el mejor de los casos la elección de Merkel como canciller podría tener lugar antes de Semana Santa. Mientras el mundo sigue girando –con Macron esperando a una respuesta de Berlín–, la canciller en funciones hace lo que mejor sabe, gestionar.