«Etxerat confirma la muerte del preso político vasco Xabier Rey hoy en la prisión de Puerto-III, a 1.050 kilómetros de Euskal Herria». Este escueto mensaje difundido a las 20.30 de anoche hacía lamentablemente irreversible el rumor extendido poco antes y que apuntaba al suicidio de un preso vasco. La información sobre lo ocurrido a la hora de cerrar esta edición era muy escasa, a la espera del viaje emprendido ya por familiares y abogados hacia el penal andaluz, pero sí son perfectamente conocidas y muy relevantes las circunstancias de cautiverio de este joven de Donibane (Iruñea). En los diez años que ha pasado entre rejas siempre ha estado en primer grado, ha padecido aislamiento y estaba en una de las cárceles más lejanas posibles, en la otra punta de la Península.
Según recordó Etxerat en su nota, Rey fue detenido en 2008 «y cumplía condena en primer grado en esta prisión andaluza, lo que acrecienta aún más las duras condiciones de vida que sufren los presos vascos. Queremos mostrar todo nuestro apoyo y solidaridad con la familia y allegados de Xabier Rey en estos momentos tan difíciles. Etxerat quiere reiterar en este amargo momento que es más necesario que nunca acabar de una vez por todas con la dispersión y el resto de medidas de excepción que incrementan la dureza de la pena impuesta».
En Puerto-I falleció ya víctima de un edema pulmonar el elorriarra Arkaitz Bellon hace ahora cuatro años. Y también muy lejos, en Badajoz, perdió la vida por un infarto fulminante el galdakoztarra Kepa del Hoyo el pasado 31 de julio. Si se confirma que Rey ha fallecido víctima de un suicidio, sería la primera muerte de este tipo desde las de Igor Angulo en 2006, Joxe Anjel Altzuguren en 2005 y Oihane Errazkin en 2004.
Algeciras, Puerto y Almería
Rey fue detenido en 2008 junto a otras tres personas, aunque luego dos de ellas quedaron absueltas. Pasó primero por Soto del Real (Madrid), luego por Topas (Salamanca), y desde entonces por las más lejanas de la Península con la salvedad de un paréntesis en Valdemoro (Madrid) con ocasión del juicio en la Audiencia Nacional.
Así, primero fue llevado a Botafuegos (Algeciras), más tarde a Puerto-III (Cádiz), desde ahí a El Acebuche (Almería) y finalmente de vuelta a Puerto-III, donde ha permanecido al menos los últimos siete años.
En un pequeño artículo de presentación escrito para Herrira de Donibane en 2012, el propio Rey explicaba su apodo de “Antxo” y cómo había sido detenido en el piso en el que vivía en Alde Zaharra de Iruñea.
Sobre su paso por la cárcel, ya en aquel entonces remarcaba que «en la mayor parte de las cárceles he estado en aislamiento, sin ninguna justificación legal para ello». Y añadía: «En el día a día nos topamos con un montón de obstáculos: la imposición de tener que estar 20 horas diarias en una celda de 20 metros cuadrados, con muy poco tiempo de patio, con espacios ínfimos para practicar deporte y en ocasiones llenos de gente, con dificultades para estudiar, con alimentación mala y desequilibrada, con problemas terribles para poder realizar trabajos manuales y para disfrutar del tiempo de ocio».
En aquel momento, Rey estaba intentando cursar estudios universitarios de Pedagogía, «de la manera que puedo y que me dejan. Por el momento he aprobado los exámenes y estoy animado para continuar adelante».
La situación de aislamiento se mantuvo posteriormente, puesto que en 2013 él y Oskar Barreras llevaron a cabo una protesta por esta situación. Etxerat explicó entonces que el preso de Iruñea fue enviado a la celda de castigo a raíz de un incidente con un funcionario. Barreras llegó a presentar una denuncia en el Juzgado de Guardia de Puerto de Santa María.
26 años de condena
Llama la atención igualmente la elevada condena que le impuso la Audiencia Nacional pese a no atribuírsele ningún atentado. Ascendió a 26 años al ser considerado junto a Aurken Sola como miembro de un nuevo comando de ETA denominado “Hego Haizea”. La pena se justificó por los delitos de «pertenencia a banda armada», «depósito de armas y explosivos» y «tenencia de explosivos».
La Fiscalía intentó igualmente que se les aplicara otra condena por «conspiración para cometer atentados terroristas», aludiendo a que se les había hallado un pendrive con supuesta información sobre objetivos. La sentencia lo descartó indicando que no había planificación concreta para «una acción delictiva bien delimitada».
Denunció «la bolsa», golpes en los testículos y amenazas con su compañera también detenida
La imposición del régimen de aislamiento ha marcado el paso de Xabier Rey por las cárceles españolas, pero antes de eso tuvo que atravesar cinco días de incomunicación en manos de la Policía española, tras lo que hizo pública una dura denuncia de torturas. Fue en noviembre de 2008, lo que convierte en este caso en uno de los últimos graves de tormentos, puesto que posteriormente esta práctica iría entrando en recesión.
Cuando se produjo el traslado a la Audiencia Nacional, donde los cuatro detenidos pudieron comparecer con abogado de confianza, Rey narró que había padecido la aplicación de «la bolsa» para provocarle asfixia, que le habían dado golpes en los testículos y que habían utilizado a su compañera también detenida, Araitz Amatria, como elemento de presión sicológica, haciéndole creer que la iban a violar. También refirió que los agentes le habían amenazado con ponerle electrodos.
El juez que dirigió la operación era Santiago Pedraz, entonces titular del Juzgado de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional. Rey, Amatria y Sola negaron todo lo que habían declarado en los calabozos, señalando que había sido impuesto bajo tortura, pero fueron enviados a prisión, al igual que el cuarto arrestado, Sergio Boada.
El testimonio de torturas de Xabier Rey fue coherente con el del resto de capturados por la Policía española. Así, Aurken Sola también dio cuenta de numerosos golpes, detalló que en el traslado a Madrid le amenazaron con «pegarme dos tiros»&flexSpace;y que una vez allí lo hicieron con «violarme con un palo», ponerle electrodos y detener también a su compañera. Y ambos coincidieron en que durante los cinco días y sus noches en los calabozos habían sido obligados a permanecer en posturas forzadas.
Por lo que respecta a Araitz Amatria, explicó haber padecido «algunos golpes», pero también «muchas amenazas y presiones», sumadas a las «posturas forzadas» de que hablaron también los otros detenidos.
Desde ese primer momento ya quedó en evidencia que no se imputaba ningún atentado a los cuatro arrestados, aunque sí se les señalaba como miembros de un comando de ETA. Tanto Amatria como Boada, de hecho, fueron acusados en la vista oral en la Audiencia Nacional por la Fiscalía, que reclamó contra ambos una condena de ocho años de cárcel en concepto de «colaboración». La sentencia los exculpó dejando claro que nada de ello estaba determinado. Este juicio tuvo lugar en 2011.
Las detenciones se habían producido en Iruñea en el caso de Xabier Rey y Aurken Sola, en la localidad de Añorbe en el de Boada y en Valencia (donde estaba de vacaciones) en el de Amatria. Desde entonces Rey ya no volvería a pisar su ciudad; los últimos nueve años y medio de vida los ha pasado entre rejas en Madrid y Andalucía.R. S.
20 presos vascos entre Puerto-I y Puerto-III
Como se viene denunciando, con el incesante agravamiento de la política de aislamiento las cárceles más alejadas de la Península son también las que más presos políticos vascos encierran en sus muros. Y entre ellas la localidad gaditana de Puerto de Santa María se lleva la palma. Según el último listado de Etxerat, en Puerto-I hay diez presos y había once en Puerto-III, donde ha pasado los últimos años Xabier Rey Urmeneta y donde se ha producido el fatal desenlace. Supone, por tanto, prácticamente el 10% del Colectivo. En ese penal siguen hoy Aitor Agirrebarrena, Oskar Barreras, Ibai Beobide, Jon Bienzobas, Manex Castro, Aitor Cotano, J. M. Dorronsoro, Joseba Enbeita, J. Mari Etxeberria y Unai Parot.