Txisko Fernández

Trump prepara su maquinaria pero todavía no se conoce su alcance

La economía no se basa solo en números y operaciones matemáticas. Por eso, cuando intentamos escudriñar el futuro de una política determinada, se pueden obtener distintas respuestas. Hay expertos que consideran que la estrategia proteccionista de Trump perjudicará a todo el mundo, incluido EEUU; otros, los menos, sostienen todo lo contrario.

Lo que suscita más dudas sobre las posibles repercusiones que tendrá la imposición de nuevos aranceles a la importación de acero (25%) y de aluminio (10%) es que todavía no se conoce cuáles serán las medidas concretas que ejecutará EEUU y contra qué países lo hará. Para analizarlas habrá que esperar, al menos, otras dos semanas, como indicó el propio inquilino de la Casa Blanca tras firmar sendas proclamaciones de la “Sección 232” de la Ley de Expansión Comercial de 1962, que permite limitar las importaciones de ciertos productos o materias primas si se determina que estas transacciones pueden representar algún tipo de amenaza para la seguridad del país.

Trump declaró el jueves que las industrias estadounidenses del acero y del aluminio han sido «devastadas por prácticas agresivas de comercio exterior». «Realmente es un asalto a nuestro país –prosiguió–. He estado hablando de esto durante mucho tiempo, mucho más que mi carrera política».

Cierto es que el proteccionismo se convirtió en el eslogan principal de su campaña electoral (“American First”) y que, desde entonces, ha mantenido la tesis de que el elevado déficit comercial de EEUU es lo que ha hecho cerrar industrias en sectores estratégicos y, por ende, perder empleo. Y, según repite, las causas de esa supuesta decadencia estadounidense hay que buscarla en los «enemigos» exteriores, que un día identifica con China, otro con Alemania, otro con Corea del Sur...

También es cierto que en el primer año de mandato, Trump no ha logrado cambiar el rumbo del comercio mundial ni la balanza de su país. El Departamento de Comercio indicó el miércoles que el déficit comercial de EEUU creció un 5% en enero y quedó en un saldo de 56.600 millones de dólares, su punto más alto en casi diez años. Las exportaciones bajaron un 1,3%, hasta los 200.900 millones, mientras que las importaciones se quedaron en un nivel similar al mes precedente, en 275.000 millones, según recogió Efe.

Estas cifras sugieren que la política económica proteccionista no está teniendo el efecto esperado en el balance comercial. Es más, el déficit con China y México, dos de los países más señalados por el magnate neoyorquino como beneficiarios de la «desastrosa» política comercial desarrollada por sus predecesores, también creció.

Desde 2014, los precios del acero bruto y de muchos productos siderúrgicos han ido cayendo por un ajuste global debido, sobre todo, al exceso de oferta. Este es un factor que ha incidido notablemente en el cierre de industrias siderúrgicas en todo el planeta. De entrada, las grandes multinacionales han ido echando la persiana a las factorías más obsoletas y, luego, han reducido la producción en muchas otras, como tenemos constancia en Euskal Herria con lo que ha hecho Arcelor Mittal en la planta de Zumarraga y en la ACB de Sestao.

La estrategia de Trump parece hacer caso omiso de este tipo de circunstancias, pero está claro que el mercado mundial tiene mucho que decir en este juego. Según datos de la World Steel Association, la producción de acero de EEUU fue de 79 millones de toneladas en el año 2015, inferior en un 10,6% a lo que se produjo en 2014. Tomando un ciclo más amplio, el comportamiento de la producción de EEUU entre los años 2004 y 2015, que fue bastante similar a la de Japón, se movió hasta 2009 en niveles cercanos a los 100 millones de Tm bajando a 59 millones en 2009 para subir nuevamente a niveles cercanos a las 88 millones de Tm.

En cuanto al consumo, el ránking está encabezado por China, con 700 millones de Tm, lo que supone un 43% del consumo mundial total. Las cifras de EEUU están muy alejadas: con unos 114 millones de Tm, apenas un 7% del consumo global.

Viendo estos datos es fácil extraer la conclusión de que, a corto plazo, EEUU necesita seguir importando acero, ya que la relación entre consumo y producción arroja un déficit estimado de 35 millones de toneladas anuales. Y aquí es donde nos topamos con la primera paradoja de las medias anunciadas por Trump: esos hipotéticos 35 millones (que en el gráfico adjunto equivalen a los 26,9 millones de toneladas de productos siderúrgicos importados realmente en 2017) podrían resultarle un 25% más caros a las empresas estadounidenses si sus suministradores les repercutieran directamente el nuevo gravamen.

La idea que quiere vender Trump a la opinión pública estadounidense es que, si los productos siderúrgicos extranjeros se encarecen, eso elevará la producción propia porque, automáticamente, hará rentables instalaciones que hasta ahora no lo eran. Y como colofón, contribuirá a equilibrar la balanza comercial general de EEUU.

La apuesta del presidente estadounidense es tan arriesgada que se ha llevado por delante a su principal asesor económico. Gary Cohn, defensor de los tratados de libre comercio, presentó su dimisión el martes para no verse obligado a participar en la escena que se montó el jueves en el Despacho Oval. De esta forma, los únicos consejeros que permanecen junto a Trump de los que comenzaron la legislatura son su propia hija, Ivanka Trump, y su yerno Jared Kushner, que recientemente ha perdido el acceso a información de alta seguridad, lo que equivale a decir que ha perdido mucho peso en la Casa Blanca.

Además, Trump sigue creándose enemigos entre la cúpula del partido que le sirvió de trampolín para llegar a la Presidencia. El mismo jueves, el senador republicano Jeff Flake anunció que presentará un proyecto de ley para anular la medida adoptada por Trump, que también sido criticada por el presidente del Comité Financiero del Senado, Orrin Hatch.