La denominada comisión extra municipal de fiestas de Baiona se reunió en la tarde-noche del miércoles. Según lo transcendido de la reunión, pese a no haberse adoptado una votación en firme (a buen seguro el debate animará los próximos plenos del Consistorio) todos los actores dan por sentado que los forasteros deberán echar mano a la cartera para entrar en el recinto festivo, no todos los días, pero sí los de más afluencia de público.
Aunque el mutismo del equipo de Jean-René Etchegaray es persistente, la emisora France Bleu, recurriendo a fuentes de la reunión, daba por hecho que, a la vista de lo adelantado que está el planteamiento municipal, los márgenes para la concertación se estrechan cada vez más.
En el cónclave al que asistieron electos de la mayoría municipal, de la oposición (con distintos matices, socialistas y abertzales han puesto reparos a la medida) representantes de las peñas, igualmente recelosas de la propuesta, y de los establecimientos de hostelería.
En ese encuentro, aunque no se adoptó una decisión definitiva, se desgranaron detalles del plan de poner entrada a unas fiestas que, de acuerdo a la medición realizada el año pasado, atrajeron a «entre 800.000 y un millón de visitantes». Eso en una capital en la que residen de forma habitual 50.000 personas.