Dabid LAZKANOITURBURU

Paradojas de una guerra que mató hace años a la verdad

Dos son los argumentos de los que niegan que el Ejército sirio haya lanzado ataque químico alguno en Ghuta. De un lado, aseguran que el Gobierno sirio no utiliza armas químicas contra la población civil. Por otro lado, arguyen el famoso «cui prodest« (a quién beneficia) para sostener que lo último que le interesaría al Ejército sirio es provocar una intervención occidental.

Dos son los argumentos de los que niegan que el Ejército sirio haya lanzado ataque químico alguno en Ghuta. De un lado, aseguran que el Gobierno sirio no utiliza armas químicas contra la población civil. Un argumento «ético» que choca no ya solo con la lógica de toda guerra sino incluso con la realidad diaria, que nos muestra que ese mismo Gobierno –no en exclusiva– no ha tenido ni tiene empacho alguno en usar todo tipo de armas para recuperar el país, aunque sea en ruinas y convertido en escombros.

Como derivada de ese argumento, apuntan a montajes de los rebeldes, que gasearían a los suyos para provocar una intervención occidental. Ya lo esgrimieron en agosto de 2013, tras la muerte de hasta 1.400 personas gaseadas en el mismo extrarradio damasceno de Ghuta. Gernika bombardeada por los «rojos».

Por otro lado, arguyen el famoso «cui prodest« (a quién beneficia) para sostener que lo último que le interesaría al Ejército sirio es provocar una intervención occidental. Cuando lo cierto es que, hasta ahora, y aparte del bombardeo poco más que quirúrgico en 2017 de Trump contra una base militar siria desde la que se habría lanzado un ataque químico a la rebelde de Idleb, Occidente no ha cruzado línea roja alguna contra al-Assad, por lo que este no ha salido perjudicado, e incluso se ha visto reforzado tras los sucesivos «sucesos» químicos en zonas rebeldes.

Hasta ayer. Y eso que esta vez sí que hay indicios que siembran dudas sobre si realmente ha tenido lugar este último ataque. Y no porque Moscú insista en que a Damasco no le interesaba lanzar un ataque de este tipo, que bien pudo ser el último «argumento» que forzara a los renuentes rebeldes a la rendición total. Tampoco porque Rusia y Siria aseguren no haber visto traza química alguna en la zona, para cuyo acceso la llave la tienen ellos. Lo que sorprende es que el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, opositor pero única fuente algo fiable en esta compleja guerra, siga sin confirmar un ataque químico y certifique decenas de muertos y afectados por asfixia por el derrumbe de los edificios bombardeados.

La verdad murió y fue enterrada en Siria con la represión de la revuelta de 2011, pero sería una paradoja cruel (por ambos lados) que Occidente terminara por hacer pagar a Damasco por un ataque químico que acaso,. y por esta vez, no fue.