Miguel Mario Díaz-Canel, que hoy cumple 58 años, fue elegido ayer Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba por la Asamblea Nacional del Poder Popular, que comenzó el miércoles su IX Legislatura.
Díaz-Canel obtuvo 603 votos de los 604 diputados presentes, que eligieron también como primer vicepresidente a Salvador Valdés Mesa, de 72 años, así como al resto de miembros de este organismo.
«El mandato dado por el pueblo a esta legislatura es la continuidad de la Revolución», subrayó Díaz-Canel en el primer discurso como presidente, que comenzó con un recuerdo a «la generación histórica».
«Afuera hay un mundo que nos mira con más interrogantes que certezas y que ha recibido el mensaje equivocado de que la Revolución termina con sus guerrilleros (...) Aquí no hay espacio para una transición que desconozca o destruya el legado de tantos años de lucha», destacó el nuevo presidente cubano.
Díaz-Canel insistió en que «la política exterior cubana se mantendrá inalterable. No cederemos ante la presión o la amenaza» aunque también se mostró dispuesto a «dialogar y cooperar con quienes estén dispuestos a hacerlo entre iguales».
Por otro lado, optó por aplazar la formación del Consejo de Ministros a la primera sesión ordinaria de la Asamblea, prevista para el mes de julio.
El cambio de mando fue sencillo, sin pompa, pero muy aplaudido. Raúl Castro dejó su asiento en la mesa principal del Palacio de las Convenciones de La Habana, que fue inmediatamente ocupado por Díaz-Canel. Al lado permaneció la silla vacía de Fidel Castro, fallecido en 2016. En su discurso, Raúl Castro explicó cómo este ingeniero electrónico fue asumiendo progresivamente responsabilidades políticas en la UJC y en el PCC. «No es casualidad, se previó. (...) Díaz-Canel no es un improvisado. Su promoción gradual a cargos superiores se aseguró con intencionalidad y previsión, no cometimos el error de acelerarla como en otros casos», aseguró.
A cargo de liderar una transición histórica en un primer mandato de cinco años, será el primer líder cubano nacido después de la revolución de 1959.
Entre sus retos se encuentra la actualización del modelo económico emprendido por su predecesor y lidiar con el retorno de Washington a la confrontación y el recrudecimiento del bloqueo que le aplica, con la llegada de Donald Trump al poder.
Raúl Castro cerró la sesión alertando de que «vivimos en un lugar y en un tiempo en el que no podemos cometer errores» y dedicó varios minutos a la actualización del modelo económico y social. Reconoció errores cometidos durante ese proceso del que «hemos aprendido importantes lecciones», aunque «pensábamos que a estas alturas habríamos avanzado más».
«No hemos renunciado a proseguir la implantación del trabajo por cuenta propia… proseguirá igualmente el experimento de las cooperativas no agropecuarias», señaló Castro, quien reconoció indisciplinas e ilegalidades en esos sectores que «no se enfrentaron oportunamente».
En cuanto a Washington, subrayó que Cuba no tiene que recibir «lecciones de nadie y mucho menos del Gobierno de EEUU» en materia de derechos humanos y hará frente a «todo intento de manipular» ese tema para calumniar a la isla, advirtió el ya expresidente.