Beñat ZARRABEITIA

El fútbol como pantalla y los derechos humanos en el patio trasero

Pese a que el inicio evidenció todas sus carencias, Arabia Saudí se muestra satisfecha por haber retornado a un Mundial tras 12 años de ausencia y mira de forma ambiciosa al futuro. Para ello, con la intención de evidenciar el desarrollo del fútbol en su país, han puesto en marcha una serie de operaciones con las que buscan multiplicar el desarrollo competitivo de su selección y ampliar su poder en las esferas internacionales.

Pese a que el inicio evidenció todas sus carencias, Arabia Saudí se muestra satisfecha por haber retornado a un Mundial tras 12 años de ausencia y mira de forma ambiciosa al futuro. Para ello, con la intención de evidenciar el desarrollo del fútbol en su país, han puesto en marcha una serie de operaciones con las que buscan multiplicar el desarrollo competitivo de su selección y ampliar su poder en las esferas internacionales. En lo deportivo, han contratado al argentino Juan Antonio Pizzi. El “Narigón” está acompañado, entre otros, por el prestigioso preparador de porteros holandés Frans Hoek. Ambos cobran suculentos contratos abonados por el régimen gobernante.

Una inyección de dinero que pone de manifiesto el interés de los rectores saudís de entrar con fuerza en el mundo del fútbol. Un deporte en el que sus vecinos de Qatar o Emiratos Árabes Unidos ya han irrumpido de forma permanente, bien mediante la adquisición de clubes de renombre como el PSG o con el patrocinio de las camisetas del Barcelona, Real Madrid o Milan. Es una meca de negocio en un contexto geoestratégico muy convulso. Una competencia directa entre Estados que aflora, por ejemplo, con el deseo de Arabia Saudí de ampliar a 48 los equipos participantes en el Mundial de 2022. Una medida que, muy probablemente, obligaría a disputar encuentros fuera de Catar y que convertiría a la propia Arabia Saudí en país anfitrión de la competición. Una demanda en las que se ha ganado el apoyo de EEUU, a cambio del voto para su candidatura para albergar el Mundial de 2026. Qatar, en cambio, mostró sus preferencias por Marruecos. La buena sintonía con los rectores de la FIFA se pudo apreciar en el partido inaugural ante Rusia, con las risas entre el príncipe saudí, Infantino y Putin.

Inversores saudíes quieren impulsar la creación de un gran torneo de clubes que cuente con la participación de equipos de 24 países diferentes. Un Mundial que se comenzaría a disputar el año 2021 durante los meses de junio y julio. La FIFA cuenta con una oferta que asciende hasta los 20.000 millones de euros encima de la mesa. En caso de que la propuesta reciba la luz verde de los máximos mandatarios del fútbol internacional, Arabia Saudí multiplicaría su influencia y pondría la guinda a un pastel que lleva cocinando casi 30 años.

En 1989, organizó el Mundial sub’20, un torneo que destacó por la opulencia y las novedades tecnológicas. La generación de oro del fútbol portugués, con Joao Pinto o Fernando Couto entre otros, se hizo con el título en un torneo en el que también sobresalieron nombres como los del nigeriano Mutiu, los soviéticos Onopko y Salenko, los brasileños Leonardo, Sonny Anderson y Marcelinho Carioca o los argentinos Simeone, Bonano –que será ayudante de Berizzo en el Athletic– y Mohamed. Por su parte, la selección española completó un flojo papel, pese a contar con una nutrida representación vasca debido a la presencia de Mikel Lasa, Txomin Larranizar, David Villabona, Justo Ruiz e Isma Urzaiz.

El primer gran éxito del fútbol saudí llegó en el Mundial de 1994, clasificándose a los octavos de final. Un torneo en el que el gol de Owairan dio la vuelta al mundo. Fue la presentación en sociedad de un Estado que ya daba muestras de su interés por el fútbol. Tanto, que la competición precursora de la Copa Confederaciones se denominaba Copa del Rey Fahd y se disputaba en su territorio. Sin embargo, la progresión no se vio refrendada en las citas de 1998 y 2002, cayendo en la primera fase.

Ahora, 12 años después de su última participación mundialista, Arabia Saudí quiere proyectarse al futuro. Una decisión de Estado que incluye tintes propagandísticos. Buena prueba de ello es el acuerdo suscrito por la Federación de aquel y las autoridades deportivas del país junto con La Liga. Durante el mercado de invierno, Yahia Al-Shehri y Marwan Othmnan llegaron al Leganés, Fahad Al-Muwallad al Levante y Salem Al Dawsari y Jaber Issa al Villarreal. Por su parte, en Segunda, Nooh Al Mousa se unió al Valladolid, Abdulmajeed Al Sulayhim al Rayo Vallecano, Ali Al Nameral al Numancia y el juvenil Abdullah Alhamdan al Sporting de Gijón. El resultado deportivo no ha podido ser más desolador, ya que únicamente Fahad y Salem han dispuesto de algún minuto.

Pizzi ha destacado que «el mero hecho de poder entrenar con equipos de La Liga les ha hecho mejorar». Sin embargo, cabe recordar que Yahia dejó el Leganés en abril para incorporarse a su selección y que su paso será recordado por la cantidad de insultos y ataques homófobos procedentes de usuarios de Arabia Saudí que recibió la cuenta oficial del conjunto pepinero en las redes sociales tras anunciar que disputarían un partido con el brazalete de apoyo a la comunidad LGTBI. Una participación activa que también pudo comprobar el Villarreal, ya que el día de la presentación de Salem, su página web se colapsó con 50.000 visitas procedentes de Arabia Saudí. Asimismo, nada más estrenar su cuenta de Twitter en árabe, el submarino amarillo sumó 23.000 seguidores. En su estancia, uno de los aspectos más llamativos de Salem ha sido su extravagancia, con relojes o vestimentas tan llamativas como caras.

Así las cosas, parece que al igual que han hecho sus vecinos catarís, el fútbol pasa a ser un escaparate con el que el régimen saudí busca hacer frente a las críticas en torno a sus constantes vulneraciones de los derechos humanos, el apoyo que otorga al wahabismo o que los derechos de las mujeres sean pisoteados de forma constante. De hecho, la monarquía saudí volvió a utilizar el fútbol como elemento para proyectar signos de apertura de cara a la comunidad internacional, al permitir por primera vez que las mujeres puedan asistir a un partido en directo. Fue en enero y lo hicieron separadas del resto de espectadores.

En su balance anual, Amnistía Internacional es demoledora: «Las autoridades restringieron severamente la libertad de expresión, de asociación y de reunión. Se detuvo a muchos defensores y defensoras de los derechos humanos y personas críticas con el Gobierno, y algunos fueron condenados a largas penas de cárcel en juicios sin las debidas garantías. Varios activistas chiíes fueron ejecutados, y muchos más fueron condenados a muerte en juicios manifiestamente injustos ante el Tribunal Penal Especializado. La tortura y otros malos tratos bajo custodia continuaban siendo práctica habitual. Pese a limitadas reformas, las mujeres sufrían una discriminación sistémica en la ley y en la práctica y no recibían protección adecuada contra la violencia sexual y de otros tipos. Las autoridades hicieron amplio uso de la pena de muerte y llevaron a cabo decenas de ejecuciones. La coalición dirigida por Arabia Saudí siguió cometiendo violaciones graves del derecho internacional en Yemen».

Una denuncia que durante los últimos meses se ha extendido al Puerto de Bilbo con numerosas protestas en contra del envío de armas a Arabia Saudí.