Las muletas que sostienen a más de tres millones
Una de las imágenes más icónicas del Mundial ha sido la del seleccionador uruguayo Óscar Washington Tabárez celebrando el tanto de Giménez ante Egipto en el primer partido de los suyos agarrado a sus muletas.
Enfermo de neuropatía crónica, una dolencia que afecta directamente al sistema nervioso, influyendo también en los músculos y limitando su movilidad: un problema de salud que obliga al entrenador Tabárez a utilizar muletas, bastón e incluso ser trasladado en silla de ruedas. No obstante, el técnico no ha perdido un ápice de pasión.
Dicen que cuando juega La Celeste, juegan tres millones. Una metáfora traducida en canción por el popular cantante Jaime Roos, convertida ya en un himno oficioso para la selección. Uruguay es una de las canteras más prolíficas del mundo, capaz de fabricar futbolistas con un enorme gen competitivo de forma constante. Un país tan pequeño como apasionado, que cada dos años pone a la selección por delante de los colores de Nacional o Peñarol, y que cuenta con un palmarés gigantesco para su tamaño y población.
El uniforme de Uruguay luce cuatro estrellas que amplían su mística, ya que además de los títulos de 1930 y 1950 –el del Maracanazo– la FIFA convalidó como de campeón del mundo al ganador de los “Torneos Olímpicos de Futbol” de 1924 y 1928. En ambos casos, Uruguay se proclamó campeona. Asimismo, cuenta con 15 títulos de América, el último cosechado en 2011 con una gran generación coman- dada por Suárez, Cavani y Godín.
El fútbol charrúa vivió sendas crisis al quedar fuera de los mundiales de 1978 y 1982 primero y de 1994 y después. Unas carencias estructurales que ha logrado revertir en los últimos años. De hecho, su última gran ausencia, se produjo en la copa del mundo de 2006. Fue entonces cuando la federación uruguaya decidió volver a tocar la puerta de Óscar Washington Tabárez. “El profesor”, un técnico de gran prestigio tras ganar la Libertadores de 1987 con Peñarol, ya había dirigido a los charrúas entre 1988 y 1990. Un ciclo en el logro el subcampeonato de la Copa América, perdiendo la final ante Brasil pero eliminando a la Argentina de Maradona, y clasificarse para el Mundial de Italia. Cita en la que cayeron en octavos ante la anfitriona. Eran los tiempos de Francescoli, Ruben Sosa o Pablo Bengoechea.
Aterrizaje en el Cagliari
Pasó por Boca Juniors, ganando el torneo Apertura de 1992, antes de dar el salto a Europa. Su primer destino fue el Cagliari sardo, logrando armar uno de los equipos más competitivos del calcio, en el que contó con el panameño Julio César “Dely” Valdes y el belga Luiz Oliveira como puntas de lanza en ataque. El prestigio acumulado le llevó a firmar por el Milan. Una experiencia fallida, fue el primer técnico después de las gloriosas etapas de Sacchi y Capello, por lo que la presión fue enorme. Pese a contar con estrellas como Weah, Baggio, Maldini; Desailly, Baresi, Albertini, Boban, Davids, Reiziger, Savicevic o Dugarry, el uruguayo apenas duró once partidos en su cargo. La derrota inicial ante la Fiorentina en la Supercoppa de Italia y otro tropiezo casero ante el Piacenza precipitaron su destitución.
En 1997, coincidiendo con la burbuja televisiva que llenó las arcas de muchos clubes de la Liga, el Oviedo contrató a Óscar Washington Tabárez. Una apuesta ambiciosa, acompañada de los fichajes de Dely Valdés, Tito Pompei y Juanchi González. Se unían a una plantilla de prestigio que ya contaba con Gamboa, Onopko, Abel Xavier o Paulo Bento. Los resultados no fueron los esperados, en medio de un Campeonato marcado por los dispendios económicos que después llevaron a la ruina a muchas entidades. Entre ellas, el propio Oviedo. El conjunto carbayón se vio obligado a jugar la promoción para evitar el descenso, salvando la categoría de forma agónica frente a Las Palmas.
Llamada tras cuatro años
Concluida su etapa asturiana volvió al Cagliari antes de regresar definitivamente a Sudamérica para dirigir a los argentinos Vélez Sarsfield y Boca Juniors. Tras cuatro años fuera de los banquillos, la Federación uruguaya volvió a llamar a su puerta. El fracaso que había supuesto no clasificarse para el Mundial de Alemania requería cambios muy profundos en la selección. Modificaciones estructurales que debían cimentarse desde la base. Para ello, en 2006, el propio Tabárez diseño el “Proceso de Institucionalización de Selecciones y la Formación de sus Fútbolistas”, un plan que pretendía incidir tanto el plano futbolístico como en el académico. Metodológicamente, las divisiones inferiores pasaron al sistema 4-3-3 y los jugadores contaban con tiempo para poder compaginar sus estudios. La creación del Complejo Uruguay Celeste, un centro de entrenamiento inaugurado poco antes, también fue clave para el desarrollo y mejora del fútbol uruguayo.
En los últimos 12 años, la selección charrúa ha vuelto a instalarse entre los equipos más competitivos del mundo. En 2007 alcanzó las semifinales de la Copa América, en 2010 hizo lo propio en el Mundial de Sudáfrica, ganó la Copa América de 2011, se clasifico para los Juegos Olímpicos de Londres y se quedó en la antesala de la final en la Copa Confederaciones de 2013. Una de las mayores decepciones fue la eliminación en octavos ante Colombia en el Mundial de Brasil o el choque de cuartos ante Chile en la Copa América de 2015. Un partido marcado por el incidente entre Cavani y Jara. El técnico de La Celeste fue sancionado con tres encuentros tras sus protestas a la conclusión del choque.
Pese al papel gris completado en la Copa América Centenario, Uruguay obtuvo el billete para este Mundial. Lo hizo de la mano un Tabárez convertido en leyenda, en el técnico que más partidos ha dirigido a una selección, con un total de 195. Cifra que espera ampliar durante la presente Copa del Mundo.
Con sus muletas, sostiene la ilusión de tres millones de hinchas, agarrados a su profesor. Una figura cuyo proceso metodológico ha moldeado a una nueva generación de futbolistas uruguayos, adaptando las técnicas de entrenamiento a las necesidades actuales, sin olvidar la formación personal y revitalizando el gen ganador charrúa. Detrás, más de tres millones de hinchas.