La proyección global de Euskal Herria, un camino compartido entre abertzales
Diferentes tradiciones de la familia abertzale coincidieron ayer en el mismo espacio y en un argumentario similar en torno a la proyección global del país. Hablaron de estrategias compartidas y narrativas transformadoras para anar influencia y complicidad para la defensa de los intereses vascos.
Ver compartir mesa a la familia abertzale es algo que estimula a todo defensor de la libertad de la nación vasca. Y ver al hermano mayor y al joven hablar de la necesidad de una cooperación entre ellos para construir las bases de la diplomacia vasca del futuro, o escucharles decir, cada uno con sus matices, que sin una estrategia acordada de país no estamos para andar por el mundo, resulta llamativo y puede llegar a ser emocionante.
Ocurrió ayer en el marco de los cursos de verano de la UPV-EHU, en el Palacio Miramar, espléndido escenario para la reflexión y el análisis. Los jelkides Xabier Barandiaran y Mikel Burzako, jefe de gabinete del diputado general de Gipuzkoa y responsable de exteriores del EBB, respectivamente, comparecieron junto a Urko Aiartza, exsenador de Amaiur y uno de los referentes del trabajo internacional de la izquierda abertzale. Les acompañaba Gorka Espiau, responsable de Agirre Lehendakari Center. Presentados por Anjel Oiarbide, portavoz del movimiento popular Gure Esku Dago, los cuatro dejaron perlas, chispazos de pensamiento que sin ser iguales, rimaban mucho y se pudieron escuchar en una sintonía accesible.
Estrategia de país
Ante un experimentado público en la labor diplomática y de relaciones internacionales, con miles de kilómetros a sus espaldas e infinidad de experiencias recopiladas en el trabajo exterior de sus respectivas organizaciones en sus mochilas, Xabier Barandiaran abrió el baile marcando paso firme: «La diplomacia vasca del futuro debe hacerse a través de la cooperación entre abertzales. Para ello, necesitamos mirar primero dentro de casa, trabajar acuerdos, autodefiniciones coherentes. Dar forma a una estrategia de país que institucionalice nuestros derechos nacionales y que, por encima del juego de partidos, circule con luces largas, sea sostenible en el tiempo, pragmática y realista. Una estrategia efectiva que debe basarse en el empoderamiento de la iniciativa popular e institucional».
En ese sentido, Barandiaran apostó por una política transformadora que no sea dependiente de los partidos y sus aparatos, que cuide a las fuerzas vivas que están fuera de las instituciones, particularmente a las económicas. Para ello habló de la necesidad de disponer de gente euskaldun que hable chino, inglés y alemán, y de un empuje del sistema educativo que provea formación en esa labor de proyección global. «Para mí –finalizó su intervención–, quien más está haciendo por la internacionalización de Euskal Herria no son las instituciones, es el Grupo Mondragón».
Saber a qué jugamos
Recién llegado de México, donde asistió como observador en las elecciones que dejaron una victoria aplastante del candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, Mikel Burzako, responsable de relaciones exteriores del PNV, dejó varios mensajes claros: «Para jugar en el campo de la diplomacia hay que ser conscientes de lo que somos –y utilizando un símil futbolístico, puso el ejemplo de 'somos el Eibar'–, del valor de nuestra historia y cultura. Hace 150 años 18 de los 28 estados de la UE no existían, nos dicen 'qué pintáis los vascos en el mundo', 'a dónde vais solos siendo tan pequeños', pero tenemos que jugar con nuestras armas, convencidos de que nuestro momento llegará y solo lo aprovecharemos si nos pilla trabajando y con estructuras de acción exterior sólidas».
Como táctica de juego incidió en la necesidad de trabajar dos factores: la influencia y la complicidad. Para la primera, subraya la importancia de la economía. Para la segunda, habló de Catalunya, Escocia, Flandes… de estrechar lazos para hacerse oír y respetar. «Luego, tenemos que estar con los saharauis, los kurdos, los armenios (habló de su importancia como trampolín para saltar hacia Rusia e Irán), y tener claro que somos un país con diáspora, que tiene que mantener viva la llama de la identidad entre esas personas de tercera y cuarta generación, además de tener un montón de vascos que viven en el mundo y van moviéndose de un sitio para el otro». Se mostró de acuerdo en enfocar el tema liberado de las exigencias del presente, enfocándolo a largo plazo y en el marco de un «acuerdo entre las dos familias abertzales».
Un vía, un desarrollo
Urko Aiartza definió el trabajo internacional en términos de «promoción y defensa de los intereses vascos», compaginándolo con la «neutralización o disminución de la influencia de los intereses de nuestros enemigos». Fue explícito al defender que la política exterior de un Estado serio debe ser «bipartidista» y en esa dirección habló de la imperiosa necesidad para un pueblo pequeño como el nuestro de desbrozar «un camino, un desarrollo propio y compartido» entre quienes creen que somos una nación. A tal fin, consideró que «las fuerzas abertzales deben ser el motor».
Fue así mismo claro al decir que «si no defendemos nuestros intereses y no trabajamos la presencia global de nuestra nación, no lo hará nadie por nosotros». Habló de Euskal Herria como nación euro-atlántica, que guste más o guste menos, está en la UE, el Consejo de Europa, la OTAN y apostó por el principio de realidad, por ser pragmáticos pero con principios, «pocos, pero muy claros». En ese contexto, llamó a reconocer y creer que «tenemos una responsabilidad y al proyectarnos globalmente tenemos que ser fiables, serios, avanzados y hasta cierto punto previsibles».
Trajo a colación el concepto de conectividad y se mostró partidario de trabajarlo «no solo en lo que se refiere a transporte, que también, sino a nivel de conocimiento, cultura…». Y no solo para conectarnos a nivel internacional sino también para desconectarnos de Madrid y París. Coincidió con Burzako en su apreciación de Euskal Herria como nación con diáspora y, «al igual que hacen los armenios, los judíos o los irlandeses», habla de la necesidad de activarla más allá del folclore y la tradición, aspirando a que sea relevante e influyente en aquellos países desde se encuentra. Por último, dejó el reto de cómo poner a las diferentes instituciones del país trabajando en la misma dirección, más allá del número de pintxos que comen los turistas que nos visitan o de desafortunadas campañas como la de «San Sebastian Región». Y echando mano de la sabiduría popular de la Ribera navarra dijo que solo hay una forma de hacerlo: trabajar, trabajar con lo que se tiene; «hacer, porque haciendo se hace».
Narrativa transformadora
Gorka Espiau puso fin a la conferencia. Remarcó el hecho de que no nos creemos que somos gente ordinaria haciendo «cosas extraordinarias» y llamó a valorar lo que este país ha hecho, incluso en situaciones de conflicto y contradicción. «A nivel de modelos de competitividad y de solidaridad, Euskal Herria tiene una oportunidad histórica de proyectarse. Tenemos un crecimiento con tasas de desigualdad por debajo de nuestro entorno, macroindicadores muy potentes, que generan mucho interés». Puso en duda la diferenciación entre «lo externo y lo interno» y criticó la existencia de narrativas de parte. Apostó por una narrativa compartida, más allá del marketing, «una narrativa de transformación o no habrá narrativa interesante para foros internacionales».
Puso a Catalunya, Quebec, Seúl (económicamente muy conectado y muy interesado en el modelo económico vasco) y Colombia (ha apostado por una transformación socioeconómica en la que se está inspirando en el modelo vasco) como puntos cardinales de la acción exterior vasca. Y llamó a reforzar «qué somos» y a no salir al mundo diciendo que «somos normales». Desde nuestro ser pequeño, hacemos cosas grandes, «hace falta esa narrativa compartida y transformadora» para contarlo.
La jornada terminó con el turno del público. Hubo alguna intervención que consideró que la proyección en Europa de la identidad de un modo proteccionista podría considerarse como una apuesta perdedora, casi un suicidio, porque podría ser interpretada como algo que tiene un «toque étnico».