Maite UBIRIA BEAUMONT

Mensaje desde La Roya a los solidarios con los migrantes

El termómetro marcaba 32 grados cuando los marchistas bajaron por la carretera de Urruña a Pausu, un barrio cortado por el Bidasoa y por un puente que es testigo de mil historias de tránsitos. Ayer el objetivo era, sin embargo, expresar la solidaridad «con ellos, que son nosotros», ante un centro de retención.

Con las caras sudorosas y la sonrisa en el rostro llegaron a las puertas del bar Xaia los participantes en la marcha organizada dentro de la dinámica EtorkiZUna. Entre ellos, Eneko Bereau, miembro de Bizi, que con la voz algo entrecortada remarcaba su satisfacción por el discurrir de la marcha. Ya sólo quedaban dos kilómetros para completar el camino marcado, la víspera, desde la casa natal de René Cassin, cuya apelación a la implicación de cada persona en la «lucha contra la injusticia» recordó también el mensaje leído al cierre de la marcha, a la entrada del centro de retención de Hendaia.

Para Bereau, la iniciativa ha tenido el valor de «acercarnos a la gente, en distintas localidades, y compartir este mensaje de que debe acabar la lógica de represión que se sigue en la cuestión de la migración».

Tras hidratarse y reponer fuerzas, los 80 marchistas se pusieron de nuevo en camino, apoyados en el último tramo por un centenar más de personas que les recibieron en Pausu con gritos de «Ongi etorri errefuxiatuak» o «Inor ez da ilegala». Una marchista llegada de Dax (Landas), Carinne Bannard, no ocultaba a GARA su emoción por el buen ambiente vivido desde la salida en Baiona. «Ha sido bonito pasar por localidades de costa, repletas de gente, como Biarritz o Donibane Lohizune, donde hemos podido trasmitir a la gente que es posible hacer las cosas de modo diferente, que no queremos que Macron siga, más a la callada, con el modelo de Trump, recluyendo a familias enteras, a niños, en centros de retención».

Seguir pasando el testigo

Entre cantos, los solidarios se plantaron ante el hermético portón del centro de retención, desde cuya torreta vigilaban varios policías. Y allí se desveló por fin el mensaje que guardaba celosamente el testigo que, en las diez etapas de la marcha, ha pasado por las manos de activistas de los derechos humanos, de la solidaridad con los migrantes, pero también de artistas o escritores. Precisamente fue la escritora, Marie Cosnay, la encargada de dar lectura al mensaje llegado desde un valle solidario, el de La Roya, a las puertas de la frontera italiana. El mensaje tenía un remitente muy especial, Cédric Herrou, el agricultor que ha logrado que el Consejo Constitucional galo haga constar que la solidaridad no puede ser un delito, porque como expresaba el activista en su escrito, centrado en denunciar la actitud «fría y brutal» de la administración, «esas personas que han pasado por mi casa son mis hermanos, mis hermanas, mis amigos, aunque para tí sean cuotas».