Marijaia es reina y señora de Bilbo, entregado a vivir aún ocho días de fiesta después de un arranque explosivo en el que como siempre tuvieron cabida aquellas cuestiones que preocupan a los pobladores de la villa. En el cuarenta aniversario de que el Botxo celebrase sus primeras fiestas populares, ¿quien mejor que uno de los «culpables» de aquel hecho histórico para llamar a disfrutarlas «con la ayuda de las ganas de vivir»?
Eran cerca de las 19.00 cuando Zorion Egileor, vestido con chaqueta amarilla y bicornio negro, se asomaba a la balconada del teatro Arriaga acompañado de la txupinera, la comparsera de Aixeberri Saioa Domínguez,, e integrantes de la Comisión Mixta de Fiestas. Al ver El Arenal a rebosar, se le escapó un expresivo «¡aupa el Erandio!» y exclamó «zelako bildurra!». El pregón, lo había dicho en numerosas oportunidades, lo dedicó a su padre y a sus compañeros actores fallecidos Aitor Mazo y Álex Angulo.
Las miles de personas que aguardaban su salida le saludaron ansiosos por escuchar su mensaje y seguir con la jarana que ya había comenzado horas antes por su cuenta. Primero en euskara y después en castellano, Egileor comenzó rememorando cómo hace 41 años se dieron los primeros pasos para diseñar la actual Aste Nagusia, «una nueva forma de vivir las fiestas». «Las cambiamos entre todas y todos», subrayó.
Eran otros tiempos y no había Internet, recordó, pero sí otras «redes sociales» para llamarse y reunirse. «La radio era nuestra red de redes, un medio que llegaba a todos los sitios. Y en aquel momento me tocó a mí, a través de Radio Popular, hacer una llamada a crear unas nuevas fiestas», explicó, tratando de restar importancia al papel jugado en 1977 como convocante de la histórica kalejira por unas fiestas populares para Bilbo.
Incidió en aquel trabajo comunitario para crear unas nuevas fiestas para el Botxo. «Trajimos a la ciudad lo que se hacía en los pueblos, importamos lo que gustaba a la gente de a pie», detalló el polifacético Egileor.
Seguro que los más jóvenes han conocido quién era el pregonero hace escasas semanas cuando, a raíz de su elección, se desgranaron detalles del papel que jugó Egileor, amén de las entrevistas que le han realizado estos días. Él siempre ha eludido arrogarse cualquier papel como protagonista principal y ayer, ante las miles de personas a la que dirigió su salutación, lo rememoró así: «Gracias a una convocatoria espontánea nos reunimos las personas que queríamos una nueva forma de celebrar las fiestas: mujeres y hombres, jóvenes y mayores, los y las venidos de fuera y las y los que nacimos aquí».
«El color de la libertad»
En aquel viaje dijo que les acompañaron «dos buenos amigos: la Imaginación y las Ganas de Vivir». «En 1968 y en París dijeron que bajo los adoquines se encontraba la playa. Y gracias a la Imaginación, nosotros supimos descubrir la playa que se encontraba debajo del asfalto de Bilbao: el color de la libertad, la fuerza de la solidaridad. Abrimos lo que estaba cerrado, nos hicimos con lo que estaba olvidado», resaltó el actor, compositor y locutor radiofónico.
Aquellas ganas de vivir les trajeron hace cuatro décadas pasadas la alegría. «Las ganas de mostrar nuestra identidad, de aparecer como éramos. Enseñamos lo que estaba oculto, y gracias a esa alegría de vivir hicimos ver nuestra identidad plural», manifestó con orgullo.
Al pregonero no hacen más que recordarle desde que fue elegido aquellos hechos en los que participó como uno más y Zorion Egileor lo hizo pero no quiso quedarse en la historia. «Vienen nuestros días y la imaginación y las ganas de vivir tienen que volver a ser nuestros compañeros. La imaginación –expuso ante una parroquia entregada– nos ayudará a la hora de encontrar formas de terminar con la violencia, a la hora de impulsar la igualdad social».
«La crisis nos ha golpeado y la imaginación nos ayudará a encontrar soluciones para los pensionistas, para los excluidos. Llega nueva gente a esta ciudad abierta que es Bilbao y debemos encontrarles vías de integración y la imaginación nos ayudará también a ello», aseguró.
Egileor concluyó con una invitación a «vivir estos días felices con la ayuda de las ganas de vivir». Y ya sin los papeles que llevaba escritos, no perdió la ocasión de dar la bienvenida a Aste Nagusia «a los presentes, los de Bilbao y los que vengan a Bilbao. «Que os sintáis como de Bilbao, pero con tres cosas: fuste, ganora y zentzu on», finalizó.
La fiesta se desparramó
Escasos segundos tardó la otra protagonista de la tarde en encender su primer txupin, que poco después detonó en el cielo. Para entonces asomó por la vetana, brazos en alto, la musa de Aste Nagusia, que sonriente empujó a los pocos que aún no se había entregado a la fiesta. A los sones del pegadizo ‘‘Badator Marijaia’’, villanos y foráneos dieron rienda suelta a sus ganas de fiesta, que de eso se trataba.
Los litros de Agua de Bilbao que quedaban por descorcharse lo fueron, además de otros líquidos que es mejor ni saber qué eran. La mayoría no mojaron ninguna garganta sedienta y sirvieron para empapar a los cientos de jóvenes que, en primera línea de plaza, disfrutaban del arranque festivo a su modo, aquel que ahuyenta a una mayoría de los mortales, también en la villa de Don Diego.
La plaza del Arriaga se fue despejando unos cuantos minutos después del txupin, aunque costó que los súbditos de Marijaia se disolvieran por el recinto festivo aguardando a la multitudinaria kalejira que abrió las 28 txosnas. Antes, después de que los operarios de limpieza se esmerasen en tratar de adecentar la zona, 28 comparseras bailaron un sentido agurra a la reina y señora de Bilbo durante nueve jornadas. A continuación, ella, junto a Zorion Egileor y Saioa Domínguez y otros miembros de la Comisión Mixta, emprendieron el preceptivo paseo por el olimpo festivo, por si todavía quedaba alguno que no se había enterado de su llegada.
Las siete «cuarentonas», al frente de la kalejira
La kalejira del txupin volvió a ser un buen precalentamiento para afrontar lo que aguardaba a los componentes de las comparsas en la plaza del Arriaga. En esa marcha, ocuparon un puesto destacado en el orden de salida las siete que cumplen 40 años en esta Aste Nagusia, que son Uribarri, Txomin Barullo, Pinpilipauxa, Hontzak, Satorrak, Moskotarrak y Tintigorri.
El desfile festivo arrancó puntual, en el simbólico puente de San Anton, donde la txupinera saliente, la comparsera de Askapeña Ane Ortiz, lanzó su último cohete con la percha antes de pasar el testigo a Saioa Domínguez. La comparsera de Aixeberri acudió del brazo de quien será su compañero inseparable durante nueve días, Zorion Egileor.
Abriendo la marcha decenas de gaiteros, la comitiva se adentró en el Casco Viejo bilbaino encabezada por el pregonero y la txupinera, así como miembros de la Comisión Mixta de Fiestas, recibiendo el cariño de quienes ocupaban las calles. En uno de los descansos para recuperar líquidos, Domínguez tuvo la oportunidad de ir a ver cómo estaba su hijo pequeño, de poco más de un año. El txiki, a bordo de una silla que portaba una camiseta de la comparsa de su madre, la siguió. Luego, la txupinera comentó que piensa «vivir a tope» la fiesta a pesar de que le sigue dando de mamar a su hijo. Confesó que «todo el mundo se está volcando conmigo para que pueda disfrutar».
No fue el único vehículo que siguió los pasos de la txupinera. Sus compañeros de Aixeberri llevaron una silla de rueda y una muleta por si Domínguez la necesitaba. El viernes, explicó, se torció un tobillo y, aunque reconoció que se encontraba bien, por precaución le llevaron la silla de ruedas con un cartel en el que se podía leer «txupi movil». A.G.
Txupin muy sucio y baño vigilado desde el agua
Un año más, y son muchos por desgracia, la petición de Consistorio y Bilboko Konpartsak para que hubiese un txupin limpio cayó en saco roto. Decenas y decenas de jóvenes acudieron a la plaza del Arriaga con harina, kepchup, otras sustancias y líquidos que se arrojaron sin piedad. A pesar de que no fueron pocos los integrantes de las comparsas que censuraron su actitud, llegando en alguno de los casos a quitarles paquetes de harina, de nada sirvió.
Durante más de media hora, organizaron un barullo en el que ellas y ellos se sintieron cómodos, no el resto de quienes aguardaban la llegada de Marijaia. Al retirarse de la plaza, antes de que los operarios de la limpieza actuasen, quedó al descubierto la sustancia resbaladiza que acababan de producir. A continuación, muchos de ellos, con ropa de cambio preparada, trataron de arrojarse a la Ría, cuyo nivel estaba bastante bajo.
Gracias al dispositivo policial preventivo, los «rebozados» en harina no pudieron saltar desde el puente del Arenal, como han hecho en otras ediciones, al haberse apostado agentes de la Policía Municipal. Por ello, tuvieron que optar por zambullirse en las aguas del Ibaizabal desde unas escaleras junto a la txosna de Moskotarrak. Allí les esperaba una lancha de la Ertzaintza que vigiló como se bañaban ante la atenta mirada de muchos de quienes habían participado en el txupin. Tal era el volumen de chavales que tuvieron que guardar cola para bañarse. A.G.