Aimar ETXEBERRIA

Di Maio reaparece en el show

El Gobierno italiano acaba de publicar sus cuentas para el próximo trienio que prevén, entre otras cosas, una deuda pública del 130% del producto interior bruto (PIB) y un déficit del 2,4% del PIB para 2019, unas previsiones que aumentan el gasto público para poder aplicar sus promesas electorales.

El M5S y la Lega han celebrado el pacto sobre el déficit presupuestario como si de una victoria electoral se tratara, unos porque les sirve para salir del ostracismo político y otros porque ven con buenos ojos todo lo que no gusta en Bruselas. Un win-win con mucho que perder.

Que un gobierno autoproclamado populista sea de los únicos en la política moderna en cumplir con su programa de gobierno tiene su miga, más si dicho Ejecutivo gobierna un país que no conoce lo que es la estabilidad económica en el último decenio. Los sucesivos gobiernos italianos se han visto maniatados a la hora de implementar las políticas económicas prometidas en campaña, hasta que los populistas han aterrizado en el Palacio Chigi. O eso parece por ahora.

Se dice que el Ejecutivo bipartidista italiano ha desafiado a Bruselas, Berlín y a los mercados tras haber acordado elevar el déficit presupuestario hasta el 2,4% del PIB para los próximos tres años, cuando el anterior Gobierno del PD y la Comisión Europea lo habían fijado en el 0,8%. Pero poco se habla de lo contraproducente que puede resultar la medida para un país que acumula una deuda pública que asciende hasta el 130% del PIB, la segunda más grande de la Eurozona tras la de Grecia. Es lo que conlleva la unión de dos partidos tan opuestos, al menos y sobre el papel, en lo que a propuestas económicas se refiere.

Y es que la Lega y el M5S, partiendo de sus respectivos objetivos y prioridades, han elevado el techo de gasto para poder llevar a cabo sus promesas electorales, caramelos políticos que obligan al país a tirar de cartera.

Los grillini prometieron una renta básica para desempleados –su gran baza electoral– y la reforma de las pensiones, mientras que la Lega enarboló la bandera de la bajada de impuestos.

Propuestas incompatibles sobre el papel, que supondrán un coste de unos 20 billones de euros –de los que 10 se destinarán a financiar la renta básica del M5S– para las más que precarias arcas públicas italianas.

La medida adoptada puede resultar en un todo o nada para las formaciones gobernantes y supone una nueva batalla importante a librar con Bruselas, donde habrán saltado todas las alarmas. Pero si alguien se la jugaba ese era el M5S, a la sombra de la Lega desde el inicio de la legislatura a pesar de ser el socio mayoritario de la coalición.

Ha sido Luigi Di Maio, ministro de Desarrollo Económico y líder de los grillini, quien más ha peleado por la elevación del techo de gasto, hasta el punto de amenazar con su continuidad al ministro de Finanzas, el tecnócrata Giovanni Tria, que abogaba por evitar la colisión con la élite europea y proponía un déficit presupuestario del 1,6% del PIB.

La consecución del pacto fue celebrada como si de una final de la Champions se tratara por los ministros del M5S, que salieron eufóricos al balcón del Palacio Chigi, desde donde saludaron a sus séquitos.

Sin mediar palabra en el asunto, y no por desinterés, el socio de gobierno de Di Maio, Matteo Salvini, se estará frotando las manos. Sin que la economía sea su principal caballo de batalla, todo lo que suponga un aumento de la crispación en las relaciones entre Bruselas y Roma tiene el visto bueno del ministro del Interior, que en el caso de que las cosas se tuerzan no dudará en satanizar a lo que ya se ha convertido en el blanco de todas sus iras –llegó a culpar a Europa del derrumbe del puente de Génova, por poner un ejemplo–.

A falta de que se conozcan los detalles del proyecto de presupuestos, con la elevación del techo de gasto el Gobierno italiano se expone a un escenario en el que puede ganar mucho o perderlo todo.

Puede ganar en credibilidad política en el caso de que cumpla con sus promesas electorales, de la misma manera en la que su legitimidad se verá incrementada si Bruselas interfiere en el asunto y veta la propuesta italiana. No obstante, no parece que un aumento del gasto público case bien con una bajada de impuestos, menos en un país que acumula una deuda trillonaria, por lo que Italia podría verse abocada al abismo si las reformas económicas del Gobierno bipartidista acaban fracasando.

El proyecto de presupuestos será presentado primero en Bruselas y luego en Roma, todo ello antes del día 20 de este mes. A partir de entonces, y hasta la aprobación definitiva de las cuentas, el Ejecutivo M5S-Lega se enfrentará a un bombardeo apocalíptico, pero solo el tiempo medirá la certeza de sus cálculos, siempre y cuando estos existan. Show must go on.