En la plaza de la herriko taberna de Indautxu en ningún momento se produjo una pelea multitudinaria o un altercado de calibre importante en la noche del 5 de abril de 2012, y la Ertzaintza ya lo sabía antes de que llegaran sus furgonetas a la zona. Lo sabían quienes se encargaban de las comunicaciones en la comisaría de Deustua y lo sabía el jefe de operaciones, «Ugarteko». Es algo que ya se ha expuesto en sesiones anteriores y que quedó confirmado con el testimonio de la persona que llamó a SOS Deiak para avisar de que se estaba produciendo una agresión.
Se trata de un joven llamado Arkaitz, citado como testigo por la defensa, que en su primera llamada, a las 23.27 de aquel día, advirtió, sí, de que estaba presenciando una «batalla campal» pero que limitó luego a un único agresor que golpeaba a otro chaval y media docena de amigos que le jaleaban. Además, esa persona, un hombre de color de casi dos metros de altura, según indicó, ni siquiera estaba en la zona cercana a la herriko taberna, sino en el pasadizo que conduce a la calle Licenciado Poza.
Aun así, la versión oficial podría escudarse en esa primera mención a una batalla para defender el envío de las furgonetas, pero resulta que unos cinco minutos después de esa primera llamada desde la Ertzaintza se pusieron en contacto con el testigo para confirmar los hechos, y entonces el comunicante les informó de que el agresor y sus amigos ya se habían marchado a Pozas, que es como popularmente se conoce a esa calle, y que ya había pasado todo. De hecho, cuando recibió la llamada de confirmación, el testigo tampoco estaba en la plazoleta, sino en otra calle, y no sabía lo que estaba pasando en María Díaz de Haro. Otros testigos han dicho que tras ese incidente el ambiente siguió siendo festivo.
El agente 032 dijo lo mismo
El testigo que declaró ayer no fue el único en informar de que en la plaza no estaba ocurriendo nada. Sólo medio minuto después de esa segunda llamada, el agente 032, jefe de patrulla que había sido enviado para comprobar la situación, explicó a «Ugarteko» que cuando pasó frente a la herriko allí no había ningún incidente, sólo mucha gente de celebración. Eso fue lo que expuso por radio y confirmó en el juicio hace unos días.
Ese patrullero de la Ertzaintza acabó más arriba, en Licenciado Poza, donde sí vio altercados.
Por tanto, en menos de un minuto de plazo el jefe de operaciones tuvo conocimiento de que en la plaza de Kirruli, donde cientos de personas disfrutaban del triunfo del Athletic, no ocurría nada que mereciera una intervención policial. En este sentido, desde la defensa de los ertzainas se expone como motivo de la carga la necesidad de atender a los heridos por las dos agresiones que fueron reportadas. Pero esta tesis también sale tocada de la fase testifical, precisamente por las personas que dijeron haber sido golpeadas.
Una de ellas explicó que estuvo en la plaza tras avisar por teléfono de la agresión, pero que no sólo no fue atendido por nadie, sino que cuando se acercó a las furgonetas que llegaron allí, para contarles lo ocurrido, tuvo que salir corriendo para huir de los pelotazos que empezaron a lanzar los ertzainas. ¿Acaso no habían acudido a socorrerle?
La otra persona agredida ni siquiera se hallaba en la plaza de María Díaz de Haro cuando llamó para solicitar una ambulancia. Según relató, en ese momento estaba en el cruce entre las calles Sabino Arana y Licenciado Poza, en el mismo barrio pero a una manzana de distancia. Lejos de la herriko taberna.
Si no acudieron a atender a esas personas –desde luego, no lo hicieron–; si quien avisó de una agresión indicó luego que ya no había nada; y si el patrullero dijo lo mismo... ¿a qué fueron las furgonetas a la herriko?
Si desde comisaría no veían nada, ¿por qué se decidió que era necesario entrar en el callejón?
«Ugarteko» no sólo envió furgonetas a la plaza de María Díaz de Haro a pesar de constarle que allí no ocurría nada, sino que insistió en «entrar con todo» en la herriko taberna cuando el oficial 3389, el mando sobre el terreno, había informado de que la situación estaba bajo control y no veía necesario cargar. En este sentido, el jefe de operaciones declaró la semana pasada que había instado al oficial a actuar porque el resto de agentes ya lo estaba haciendo y porque la información que le llegaba le indicaba que era eso lo que debían hacer. Ayer, la operadora de radio que estaba en comisaría abundó en ese argumento, señalando que la orden de entrar «la tuvo que dar el jefe de operaciones» porque «no se estaba haciendo lo que había que hacer».
Pero es contradictorio afirmar que la responsabilidad sobre el dispositivo era del oficial que se hallaba en el lugar y luego argumentar que este no estaba haciendo lo que debía. ¿No era él quien decidía? Si el ertzaina 3389 no creía necesario entrar en el callejón, y quienes estaban en comisaría no veían lo que estaba ocurriendo, tal como insistió la operadora –«nosotros no vemos, no vemos lo que está ocurriendo», repitió varias veces– ¿en base a qué información decidió «Ugarteko» que había que cargar?
La ertzaina declaró que lo hizo en función de los datos que llegaban desde otras unidades y de llamadas de ciudadanos, pero dijo desconocer qué furgoneta trasladó esa información, y tampoco hay ninguna grabación que lo acredite. Esto resulta llamativo, pues hay grabaciones de las comunicaciones internas de la Ertzaintza, que se han podido oír en el juicio, igual que varias llamadas efectuadas a SOS Deiak.I. B.
Otaola responsabiliza a Ugarteko del control de las escopetas y de las pelotas utilizadas
La declaración de Raúl Alberto Otaola, subjefe de la comisaría de Bilbo cuando ocurrieron los hechos, no dejó en buen lugar a la Ertzaintza y tampoco le hizo ningún favor al jefe de operaciones del dispositivo del 5 de abril de 2012, pues le responsabilizó del control –inexistente– del material que fue utilizado la noche en que hirieron mortalmente a Iñigo Cabacas.
Otaola, conocido por haber ordenado cargar en 1995 en el cementerio de Tolosa, el día en que llegaron allí los cuerpos de Joxean Lasa y Joxi Zabala, era el responsable sobre el terreno del dispositivo fuera de San Mamés y de su perímetro, y se hallaba en la Escuela de Ingenieros cuando tuvo conocimiento de lo que ocurría en María Díaz de Haro. Fue al lugar de los hechos, tardando, dijo, siete minutos en llegar, y aseguró que cuando llegó habló con el oficial 3389, evaluó la situación y fue «recogiendo efectivos» de la zona.
Los apuros le llegaron cuando le preguntaron por el material utilizado en la carga, concretamente por qué no se guardaron las escopetas usadas y se permitió que el responsable del búnker las limpiara junto a las demás. Otaola argumentó primero, en respuesta al abogado del oficial 3389, que la retirada de las armas «no aporta ningún elemento probatorio», y que los agentes podrían haber dicho que las dispararon en otro lugar, aunque no hay constancia de que los policías implicados intervinieran en ningún otro sitio. También declaró que en ese momento desconocían la gravedad de las heridas de Iñigo Cabacas, algo que no se sostiene, pues desde el primer minuto se tuvo constancia de que el joven basauriarra estaba muy mal.
Sobre este mismo asunto le preguntó Jone Goirizelaia, quien inquirió qué pasó con las pelotas y las escopetas, por qué no se controló quién había disparado y quién no, y por qué no se dio la orden de preservar el material.
El en aquel momento subjefe de Bilbo respondió que ese era cometido del jefe de operaciones, «Ugarteko».
A este respecto, documentación que obra en poder de este diario sobre los protocolos de la Ertzaintza confirma que el responsable del registro del material antidisturbios y de la bolsa de las pelotas es el jefe de operaciones. Aquella noche, el agente 3316.I.B.