«Si la sociedad no se divide en líneas, ¿por qué hacemos eso en política?»
Acaba el ciclo de ocho años que se marcó como alcalde, pero Julen Mendoza deja un poso que va mucho más allá de Errenteria en temas como el impulso a la convivencia o la integración de la diversidad. También sus reflexiones apuntan más al conjunto del país y a la forma general de hacer política. Es optimista con EH Bildu; se siente más cómodo hoy que en 2011.
Este lunes en «El País» se leía este titular: «Renteria es el municipio que más gasta en servicios sociales, 23 veces más que Arroyomolinos». Un buen epílogo para su gestión, ¿no?
Fue una buena noticia, sí. Hace un año ya se señaló y ahora se confirma. Cuando entramos al Ayuntamiento en 2011 había una situación muy delicada por la crisis, con muy pocos recursos para los municipios, e hicimos una doble apuesta clara: no tocar los servicios sociales, para así garantizar la seguridad a las personas más desfavorecidas, y no tocar la cultura, entendiendo que era igualmente un elemento de cohesión social. Doy un dato: en 2011 este ayuntamiento invertía en ayudas de emergencia social 475.000 euros, de los cuales 425.000 los ponía el Gobierno Vasco, y en 2017 hemos invertido 1.060.000 euros, de los que 470.000 eran del Gobierno Vasco y el resto del Ayuntamiento. Me parece bastante significativo.
Estamos gobernando con Errenteria Irabaziz y eso nos ha dado cuatro años de estabilidad para apostar por estas cuestiones compartidas. En la primera legislatura gobernábamos con IU pero en minoría. Me parece una buena noticia también de cara a los sectores progresistas del Estado, porque se demuestra que nos podemos encontrar.
¿De qué se siente más satisfecho en estos ocho años?
De una cosa que no es mérito personal, ni siquiera del Gobierno, sino colectivo: desde 2011 hasta la fecha cualquier ciudadano puede decir que este municipio ha cambiado y ha cambiado mucho. Y no hablo solo de urbanismo o de cosas tangibles, sino que ha cambiado la conciencia, el sentimiento. En 2011 tuvimos una idea muy clara: este municipio lo hacemos los diferentes sectores y diferentes sensibilidades que tiene. Recuerdo que en aquel momento vino el bertsolari Jon Maia a dar una charla intentando acercar comunidades y desde ahí hasta la fecha se ha hecho un trabajo importante, un trabajo colectivo, con implicación de las comunidades al 100%... Ahora existe este orgullo de pertenecer a una comunidad. Es importante, porque tendemos a proclamar la diversidad pero a vivirla poco. Hay que interiorizar esa diversidad, esto genera sentimiento de pertenencia.
Ese vídeoclip multicultural que acaban de presentar parece un buen ejemplo. ¿Hubiera sido posible al principio? ¿Y hubiera sido bien entendido?
No sé si hubiera sido posible, pero sí sé que es el resultado de un camino y que sus efectos ahora son mucho mayores. Aquí existe una comunidad originaria, luego otra que viene de un flujo migratorio entre los 50 y los 70 (este municipio pasó de 16.000 a 46.000 habitantes) y ahora hay otro flujo migratorio con el nuevo siglo. El gran reto no es solo encontrarnos comunidades que durante años hemos estado alejadas, sino construir una colectividad en la que todas esas comunidades nos sintamos parte. Ese vídeo se integra ahí, en un municipio que se construye desde su diversidad. Todo empieza en una alianza a partir de un manifiesto de Bernardo Atxaga, al que le trasladamos la idea de que había que adelantarse a una situación preocupante, por las tendencias de extrema derecha que se estaban manifestando por Europa y que iban a llegar aquí. Y ya vemos ahora a Vox en Andalucía...
¿Cómo es posible que en Errenteria, con toda la carga de violencias políticas, se hayan logrado consensos sobre verdad o víctimas del conflicto que no son posibles en todo un Parlamento de Gasteiz?
Hay un elemento importante; la poca repercusión mediática que tiene un municipio en relación a un parlamento. En Errenteria creamos un foro de diálogo que trabajó tres años y medio y que solo compareció para decir que se disolvía. Ahí se crearon una serie de sensibilidades, confianzas, relaciones.... En estas cuestiones tuvimos un principio claro: o salimos todos juntos o no salimos. A veces no salíamos simplemente porque aún no era el momento. Con este principio es más fácil que una persona entienda a la otra, comprenda sus complicaciones, las ponga en perspectiva, entienda que a veces se requiere tiempo...
¿Hay una evolución? ¿Percibe que hay personas que en 2012 no entendieron la iniciativa Eraikiz pero ahora sí?
Sí, lo percibo. Eraikiz fue la primera vez que todos los partidos políticos –incluido el PP que entonces estaba en el Ayuntamiento– y víctimas de diferente signo salimos juntas y proclamamos que este camino lo íbamos a hacer juntos. Atxaga decía en ‘‘La pelota vasca’’ que cuando esto se comenzara a solucionar caminaríamos todos 20 centímetros por encima del suelo, y creo que algo de eso ocurrió ahí. Aunque pasar de una situación a otra no es fácil, cambiar las mentalidades y las culturas políticas necesita su tiempo, un país no cambia en dos días. Yo creo que si tienes cargos, si tienes responsabilidades políticas, tienes el deber de liderar una nueva situación para tu país.
Dice Gerry Adams que la negociación más dura que alguien afronta es siempre con su propio bando. ¿Ha sentido Julen Mendoza algo de eso?
En términos generales, si tenemos en cuenta todo el sufrimiento acumulado, yo creo que los debates que hemos tenido no han sido solo dentro de lo razonable, sino mucho mejor aún. No podemos obviar la carga emocional que traemos del pasado y eso entra en ese debate. A nivel local, la base social de EH Bildu ha entendido siempre lo que hemos hecho. Y EH Bildu siempre ha apoyado nuestras iniciativas, aunque evidentemente ha habido que trabajarlas: compartirlas, dialogarlas, contrastarlas, estar con la gente, despejar dudas... El problema de las contradicciones no es tenerlas, sino saber gestionarlas. EH Bildu ha sabido hacerlo con una madurez importante.
Quienes impulsaron el cambio de estrategia traían un bagaje importante: Arnaldo Otegi, Rafa Díez, Rufi Etxeberria, Iñigo Iruin... Pero Julen Mendoza no y también ha roto algunos muros. ¿Eso le supuso un plus de dificultad?
Al comienzo, sí. Si no tienes ese bagaje, se te hace más difícil. Tengo que decir que esas personas han apoyado este recorrido y eso lo ha hecho más fácil. Luego llega un momento en que la gente sí empieza a confiar más, ve resultados... Aunque siempre habrá también quien no confíe, o, más aún, quien no lo comparta. Pero para mí lo más importante es que la sociedad vasca, en su gran mayoría, sí lo comparte. Nosotros nos debemos a la sociedad vasca y tenemos que hacer política hablándole a la sociedad vasca. Eso supone asumir ciertas contradicciones porque la sociedad vasca no es como tú eres, es mucho más plural. Efectivamente, al comienzo no fue igual que al final: seguramente alguna de las cosas que hemos hecho al final no seríamos capaces de hacerlas al comienzo.
Ese bagaje y referencialidad que ha tenido Julen Mendoza, ¿dónde queda ahora, si deja el Ayuntamiento y tampoco aspira a la Diputación?
Yo no sé lo que va a pasar en el futuro, lo que sé es que no voy a estar lejos. He contado con la ayuda de gente que ha sido fiel estos ocho años –y ser fiel no significa darte la razón sino decirte lo que piensa de lo que estás haciendo– y quiero tener el mismo compromiso. Por tanto, yo no me voy a ir lejos. Lo que tengo en mente es cerrar bien este ciclo y que se abra bien otro. Lo que venga después de mayo, después de mayo veremos... Mi mente ahora no está ahí, está aquí.
¿Qué conclusiones extrae de estas legislaturas en Errenteria que puedan ser extrapolables a instituciones mayores?
Me incomodan un poco la política y la sociedad ahora. Todo se mueve en base a titulares que duran tres horas, no da tiempo a reflexionar y todo debe hacerse con cierta agresividad. Parece que la sociedad debe dividirse en líneas, cuando no funciona así: si ni la comunidad de vecinos, ni la empresa, ni ninguno de los espacios que compartimos se dividen así, ¿por qué hacemos eso en la política? ¿Por qué no hay proyectos comunes que sean buenos para la sociedad? La política se ha convertido en una especie de espectáculo y no hay confrontación de ideas sino eliminación del adversario. Cuando eres alcalde, te toca estar con mucha gente y ves esa diversidad real. Me interesan mucho las personas que son capaces de valorarte con independencia de las siglas que tienes detrás. Empecemos a valorar un poco más a las personas en vez de a las siglas; si no, veo que esta sociedad va a una velocidad abismal y cada vez más agresiva.
Habla de vaivenes: en 2011 dio el pelotazo electoral EH Bildu, en 2015 Podemos, ahora solo se habla de Vox... EH Bildu está consolidada, pero ¿qué debe hacer para seguir creciendo?
EH Bildu empieza en 2011 como coalición de partidos, algo nuevo y además de suma, pero esa fase ya se agotó. Creo que tendrá éxito si es capaz de demostrar que diferentes sensibilidades, no ya diferentes partidos, se pueden aglutinar. Entiendo que estos ocho años han sido una fase de transición, desde un conflicto a otra situación en la que también hay conflictos pero que es diferente. Requería toda una transformación mental, que se está dando; esta EH Bildu no es la de 2011. Y luego, creo que la gente de EH Bildu ha interiorizado la responsabilidad que tiene con este país, ha interiorizado que es una fuerza para gobernar.
Ahora se trata de ofrecer un nuevo proyecto político, actualizado. Tuvimos un periodo en los años 60 de gran fertilidad (ikastolas, Ez Dok Amairu, cooperativismo...) y ahora hay que actualizar el proyecto en un país que ha cambiado muchísimo, en una sociedad muy diversa, en un cúmulo de identidades... Ese proyecto no es de siglas, es colectivo, y este el reto de los próximos años, cogiendo el bagaje de los años anteriores pero entendiendo que la sociedad ha cambiado enormemente. Yo con esta EH Bildu me siento bastante mejor que con la de 2011.