Las apuestas trenzadas por UPN y EH Bildu son totalmente diferentes no solo en el fondo ideológico, sino también en las formas, en los motivos y en la perspectiva de recorrido. Lo ideológico no hace falta justificarlo; ya se encargan los independentistas de izquierda de recordar a diario que el mayor golpe a las derechas autoritarias es votar a EH Bildu y ya ha dicho Javier Esparza (UPN) que escoger la papeleta de Navarra Suma es la peor noticia para «Otegi y Pla».
¿Los motivos? No hay otro factor que la necesidad aritmética tras la decisión de UPN. En el subconsciente pesa mucho lo ocurrido en mayo de 2015, cuando los votos de Ciudadanos se fueron a la basura por no llegar al límite para lograr un escaño que hubiera preservado la mayoría del Régimen. Y pesan más aún las encuestas que auguran que ahora iba a ocurrir lo mismo con los del PP, que pasaría a extraparlamentario. Navarra Suma es por eso básicamente un acuerdo de necesidad, de precariedad, a la defensiva.
Todo lo contrario que la unidad de acción emprendida por los independentistas de naciones sin Estado. Quienes creyeran que Ahora Repúblicas era un invento para optimizar votos en la pugna europea del 26M tienen en el Congreso y Senado la prueba de que no es así, porque ni en Bilbo se podrá votar a ERC ni en Barcelona a EH Bildu. El objetivo principal es incidir políticamente, más allá del resultado. Si hay una tracción electoral en ello, será de rebote, por la expectativa política producida y no por una suma aritmética imposibilitada por las circunscripciones.
Hay suficiente experiencia acumulada para saber que las sumas no son siempre sumas. Les pasó a IU y Podemos, sin ir más lejos, hace tres años tras vender la piel del oso del «sorpaso» al PSOE basándose más en los números que en las realidades políticas. Y le puede pasar a Navarra Suma, enfrentada a la evidencia de que los discursos de UPN y Ciudadanos sobre autogobierno y foralidad o de UPN y PP sobre algunas cuestiones muy sensibles se contrarrestan, que es más que restarse.
Si esa suma no suma, acabará en división más pronto que tarde; la coalición puede quemarse antes incluso del 26M para la que está comprometida. En tiempos políticos en que todo va tan rápido no descartemos nada; hace tres años Yolanda Barcina ya se retiró de la pugna después de haber sido nominada candidata, y ni eso salvó al Régimen.
¿Y EH Bildu? Del adversario, el consejo: el PNV sigue llamando «izquierda abertzale» a lo que hace casi una década empezó a salir de sus propios muros con aquel acuerdo ‘‘Lortu Arte’’ con EA. También entonces muchos pensaron que era una maniobra meramente utilitaria, para poner pista de aterrizaje a ETA y conseguir la relegalización. El tiempo ha demostrado que no, que había mucha perspectiva y largo recorrido en aquel camino incipiente. Luego se sumaron Aralar y Alternativa (hoy las listas a las Cortes no se entienden sin Jon Iñarritu y Oskar Matute), también muchos y muchas independientes con prestigio y tirón (Iñaki Antigüedad, Maddalen Iriarte, ahora Bel Pozueta o Mertxe Aizpurua), y ha llegado el día en que esa «izquierda abertzale» va a Madrid o Bruselas de la mano de ERC o BNG. Decididamente, también hay sumas que, más que sumar, multiplican.