En las elecciones de 2015, Navarra Suma todavía se llamaba UPN. Ya era un partido tocado, que no hundido. Las guerras cainitas habían esquilmado la primera plana y UPN se confiaba a Javier Esparza a falta de otra cosa. Hinchó a su candidato en consecuencia convirtiéndolo en una especie de superhéroe al que llamaron "Navarrísimo". Aquella campaña dio un juego terrible para las lenguas más afiladas.
Ana Beltrán sustituía a un Santiago Cervera ya caído en desgracia por aquel sobre colocado de malas maneras en una grieta en un muro de la Ciudadela. Ella era entonces, aparentemente, el rostro amable del PP. Martín de Marcos y, sobre todo, Eloy Villanueva apelaban a un PP todavía más oscuro que parecía tener conexión directa con las cloacas del Estado. Visto en perspectiva, a la vinatera le ha ido muy bien. Está tranquila como diputada por Madrid, disfrutando del sillón. Pablo Casado se la llevo de quinta de su lista, pagándole de este modo su apoyo en las primarias.
Aun así, el cartel que se lleva la palma de este terceto es el de Ciudadanos. Ocupaba la imagen electoral el abogado Diego Paños. El letrado saltó a la fama primero en UPyD cuando se lanzó, junto con Kontuz, a iniciar una batalla legal contra el expolio de Caja Navarra. Pero su carrera política resultó un desastre. En UPyD fue defenestrado por un rival y acabó denuciando las primarias que perdió con un 96% de votos en contra.
Paños se recicló como líder de Ciudadanos, pero una grabación oculta en la que tachaba al presidente de los jueces en Navarra como "cubatero" y cosas peores emergió días antes de la cita con las urnas. La respuesta de Joaquín Galve fue furibunda, como la de “Diario de Navarra” por los efectos colaterales. Y los votos no acompañaron a Paños, que dimitió al poco. Por la mínima no entró al Parlamento, cosa que hubiera provocado un empate a 25.
Impactante también la cartelería de Podemos. Más que nada, porque aquello acabó como el rosario de la aurora a nivel personal. Ahí está, primero por la izquierda, Mikel Buil, el actual candidato. De los cinco, solo siguen sigue en la formación Buil y Ainhoa Aznárez. Laura Pérez y Carlos Couso abjuraron del partido morado. Y Tere Sáez, bueno, siempre ha sido del partido de Tere Sáez.
Probablemente, la mejor campaña de hace cuatro años fue la de Uxue Barkos. Mientras los demás se enzarzaban en debates políticos, los creativos de Geroa Bai se centraron en crear una imagen presidenciable de su líder. Se apoyaron en un cartel de la serie “House of cards”, que narra la vida del presidente de EEUU. Tras cuatro años de gobierno, ya no necesitan crear imagen, juegan a mantener y enfocan unos carteles que reflejan sobriedad y seriedad.
María Chivite cogía la alternativa de un Roberto Jiménez muy caído en desgracia por su gobierno fallido con Yolanda Barcina. Y por otras mil cosas, desde los rumores sobre su tren de vida nocturna hasta su fanfarronada de que «el PSN soy yo», una afirmación que se encargó de corregir el propio Alfredo Pérez-Rubalcaba. Chivite apareció en 2015 como una figura cándida, que contrastaba con el temperamental pitillés. Ahora, en su segundo asalto al trono de la Diputación, reaparece con una imagen mucho más malota y chupa de cuero.
EH Bildu es el más cálido de todos. Han reiventado el escudo de Nafarroa, redondeándolo y la cosa funciona. El lema es el más enérgico e ilusionante. Y esto rompe con el resto, pues en estas elecciones todo el mundo tiene un tono grave. Hay mucho en juego y construir mayorías no pinta fácil. EH Bildu siempre ha apostado por puestas en escena corales, dando más importancia al conjunto que al cabeza de lista. Aun así, el cambio fundamental está en las caras. Adolfo Araiz deja paso a Bakartxo Ruiz. Y en Iruñea, Joseba Asiron se come el cartel. En estos cuatro años ha pasado de ser un rostro conocido en el mundo de la cultura y los historiadores a convertirse en un alcalde con enorme carisma. Un alcalde, gigante.
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— kalekobenito (@kalekobenito) 17 de mayo de 2019