¿Por qué deberían importarnos las europeas del domingo?

Porque el Parlamento Europeo es una gran caja de resonancia y es importante para llevar la agenda vasca a la política internacional, como se ha visto en cada paso de resolución del conflicto, en el que queda pendiente terminar con la existencia de un colectivo de personas privadas de libertad por motivación política. Y también porque el espacio que tú no ocupas lo va a ocupar otro, en estos momentos probablemente la ultraderecha.

¿Hasta qué punto son responsables las instituciones europeas de este auge ultra?

Hasta todo punto. Hay otros factores importantes, pero el auge de la extrema derecha y fenómenos como el Brexit tienen mucho que ver con las políticas implantadas por la UE durante los últimos 10 años. Tienen mucho que ver el austericidio y los recortes sociales, con los que se ha enviado un mensaje muy claro a quienes peor lo estaban pasando: «Ahí te las apañes». Desde una posición autocrítica, también hay que decir que cuando la ciudadanía buscaba alternativas, no ha encontrado a la izquierda transformadora.

Ha mencionado el Brexit. ¿Veremos, como derivada, referéndums en Irlanda y Escocia?

Estoy convencido de que así será. Habrá segundo referéndum en Escocia y otro para la reunificación de la isla en Irlanda, y eso va a crear una situación que también puede acelerar otros procesos como el flamenco. El día 26 también hay elecciones en Bélgica y el N-VA ya ha dicho que va a ir a por todas. Y no nos olvidemos de que el proceso catalán sigue ahí. El Brexit en sí mismo es un desastre que tiene en su origen posiciones xenófobas, pero va a crear una situación en la que las naciones sin Estado van a tener nuevas oportunidades. Y ahí los vascos tenemos que lanzar como sea nuestra tabla y subirnos a esa ola.

Esto entra en el seno del debate que tiene que darse en Europa sobre la nueva arquitectura institucional. Un debate que debe ser constituyente, porque lo que hay ahora es un desastre, empezando por un Parlamento que no tiene ni capacidad legislativa. En ese debate, las naciones sin Estado tienen que tener reconocida la capacidad de decisión como sujeto político.

En Catalunya confiaron bastante en una intervención europea y siguen esperándola. ¿Hubiese cambiado algo llegando al 50% en el referéndum?

Creo que sí. En lo que se refiere a la creación de nuevos Estados, la comunidad internacional exige mayorías por encima del 50% mantenidas en el tiempo. Creo que es algo que tenemos que tener muy en cuenta tanto en Catalunya como en Euskal Herria. En cualquier caso, rechazo la idea de que las soluciones vayan a venir de Europa. Las soluciones tienen que crearse aquí, en forma de mayorías sociales amplias en favor del proyecto independentista. Ese es el reto.

En esta ocasión se presentan en coalición también con ERC...

Desde el principio, hace año y medio ya, apostamos por dar una respuesta en clave de frente democrático a lo que está ocurriendo, tanto en el Estado como en Europa. Al final, Ahora Repúblicas se ha constituido como una coalición entre seis fuerzas políticas con el objetivo, desde un compromiso republicano, de explicar a las instituciones internacionales que el problema no somos los catalanes, los vascos o los gallegos, sino Madrid. No queremos romper nada, no queremos crear nuevas fronteras, queremos que se respeten nuestras realidades políticas, y además lo queremos hacer en una clave escrupulosamente democrática.

Parece que tienen tres escaños seguros. ¿Aspiran al cuarto?

Pensamos que tres es una opción muy realista y que cuatro es algo realmente factible.

La música de PNV y EH Bildu en Europa a veces suena parecida, pero mientras los jeltzales sueñan con una eurorregión, ustedes insisten en la necesidad de un Estado propio. ¿Por qué?

A mí me da la impresión de que el PNV aborda este debate sobre la arquitectura europea como si fuésemos suizos o noruegos, pero luego ellos mismos presentan a la Unión Europea como un club de Estados. No desdeñamos soluciones intermedias como las macrorregiones, que además podrían integrar a la totalidad del país, lo cual es positivo, pero si las decisiones las toman los Estados, nosotros queremos ser un Estado. Luego ya cederemos la soberanía que haga falta.